martes, 19 de marzo de 2013

La sabia sorda

Tengo la tristeza atragantada. Es la vida la que duele, es la vida la que nos hace caminar por caminos repletos de brasas, con el único fin de sonreír. Es perversa y cruel. Sabe cuando regalar alegrías, para luego quitárnoslas. Conoce los momentos en que estamos con las defensas bajas, para asestarnos el puñal. Se mofa con nuestros fracasos, nos induce a la equivocación, nos lleva de la mano a confrontar el pasado, a descreer del futuro, a ser inútiles en el presente.
Las lágrimas que caen son el sudor de esa vida, de ese desgaste paulatino de nuestros días, esa suma de sentimientos y sufrimientos, de momentos encontrados. Nos pone de rodillas, sin piedad. Nos castiga en las partes que más nos duelen y disfruta de ello. A muchos nos vence, nos hace abandonar. A otros, solo nos demora, nos detiene. Es un viento en contramano que sopla con fuerza, queriendo arrojarnos al barranco. Pero también espera otra cosa. Espera que le echemos la culpa y nos creamos con eso convencidos de esa realidad. Sin embargo, es ahí donde podemos salir victoriosos, alejándonos de ese camino con tanto viento y buscando otros, donde lo que sople sea una brisa y donde las lágrimas duelan menos. Es ahí donde en lugar de avanzar con la cabeza gacha, debemos levantar la vista y optar la dirección a seguir. O seguimos chocando contra el mismo dios una y otra vez, hasta estallar en pedazos, o nos arriesgamos a otros peligros, pero nuevos, aún con la llama de esperanza necesaria para que nuestro fuego no se extinga.
Solo así, la tristeza trocará en felicidad o al menos, tendremos la posibilidad de comprobarlo. Culpando a la vida, solo logramos culparnos ante un juez que no existe más allá de nuestra imaginación. Afrontándola, daremos batalla.
La sabia sorda lo dijo, esperando ser escuchada, porque ella misma no lo hace.

martes, 12 de marzo de 2013

Año y medio

La vista era imponente. Con la taza de café humeante, la contemplaba en silencio, como correspondía. La oscuridad del universo lo seguía deslumbrando. Era alucinante y paradójicamente, brillante.
Un simple cálculo le permitía saber donde estaba. La cantidad de días navegando a la velocidad de la luz era la clave para saber la posición de la nave. Y esa jornada marcaba el año y medio exacto.
Dejó de lado las cuentas, fascinado por esa cifra. Dieciocho meses. Parecía como si solo hubiesen pasado unas pocas horas desde el despegue en la base ubicada entre las montañas. Sin embargo, aquello estaba ahora muy lejos, más de lo que cualquiera pudiera imaginarse.
A veces pensaba en el planeta, en lo que había quedado atrás. La ciencia era su deber y por eso había asumido la misión. Cada tanto volvía la mirada hacia las pantallas para observar ese universo basto e infinito que se extendía a su merced, siempre inalcanzable, misterioso y desconocido.
No se animaba a cavilar sobre el futuro, la realidad que encontraría a su regreso, del paso del tiempo en la gente que quería. En su momento puso todo sobre la balanza y evaluó. No dudó jamás en la decisión. Tampoco se arrepentía. Eran simples pensamientos en medio de un viaje único, deseado desde su infancia, cuando soñar aún era un juego y no una meta.
La voz de Mariana llegó a sus oídos. Giró la cabeza y la vio, recién despierta, saliendo de la habitación, vistiendo tan solo un camisón rosado. La más brillante de todas las estrellas, la más hermosa también.
Cuando ella le dijo que estaba dispuesta a acompañarlo en ese viaje, no tuvo más que preparar los bolsos. En el confín de la existencia, con el amor de su vida. ¿Qué más podía pedir? ¿Descubrir el sentido de la vida?
Acaso ya lo había hecho, el enamorarse de ella. Ahora solo viajaba en nombre de la ciencia, buscando otras respuestas, quizá menos importantes.

jueves, 7 de marzo de 2013

Rescate

La mujer atendió el teléfono.
- Escúcheme Adolfina Wellington - exhortó la voz del otro lado de la línea - Escúcheme bien. La estamos llamando del futuro. Tenemos raptado a su hijo. Queremos un millón de dólares por el rescate...
- ¡Pero yo no tengo hijos! ¿Qué clase de broma es esta?
- Le digo que la estamos llamando del futuro. En el futuro usted tendrá un hijo, pero no lo podrá ver crecer, porque morirá llevándolo al colegio, junto a su marido, en un accidente de auto. Por eso, la llamamos al pasado. Para que valore la vida de su hijo, que ha quedado huérfano. Y para que nos deposite en una cuenta que le vamos a pasar...
- Espere un minuto. ¿Se cree que soy tonta?
- No le miento señora, no es fácil hacer una llamada desde el futuro, hemos inventado una tecnología nueva, si quiere, pregúnteme lo que desee, así puede quitarse la dud...
¡Trac!
La mujer colgó el teléfono con fuerza.
- ¿Quién era amor? - preguntó su esposo, que estaba pintando la habitación del departamento que habían alquilado tras el casamiento.
- Un estúpido y una jodida broma. Pero por las dudas, te aviso. Desde esta noche, preservativo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Ideas

En el sector de novedades encontró el libro que siempre soñó escribir pero que jamás había escrito.Consternado, buscó al librero.
- ¿Cómo es posible? Yo no he escrito este libro aún - le dijo con bronca.
El dueño de la tienda sonrió.
- Es que ese libro lo escribió otro. Quizá se cansó de esperarlo a usted.
- ¿Me quiere decir que si un escritor se demora, la idea va a parar a la cabeza de otro?
- Por supuesto. Se dice que "Esperando a Godot" era una idea de Steinbeck, pero finalmente la escribió Beckett.
- Pero... ¿ahora que debo hacer?
- Escribir la próxima idea que tenga en mente.
- Esa era la única.
- Entonces limítese a leer, que tampoco es tarea fácil.
El hombre se marchó desahuciado, con las manos vacías. El librero lo observó cruzar la calle, bajo el marco de la puerta.
- Novatos, creer que las ideas les pertenecen. ¡Como si las musas tuvieran dueños! - y luego de chistar, se metió en la tienda, donde una señora estaba a punto de comprar un par de libros usados.