lunes, 26 de mayo de 2014

Amenaza de niña

No quería escuchar un solo cuento de terror más. Todas las noches era lo mismo. Su hermana aparecía con esa sonrisa de yegua tonta, cerraba la puerta de la habitación y le contaba una historia terrible, que la dejaba temblando.
Ella sabía que esos cuentos la asustaban, lo sabía incluso mamá, pero mamá ignoraba lo que su hermana le narraba porque no había forma de decírselo. Con seguridad ella pensaba que le contaban hermosas historias de princesas para conciliar el sueño.
- Y si mamá se entera, mañana mientras dormís, asfixio con la almohada a tu hamster, le quito el agua a los peces y si todavía me quedan ganas, te hago algo a vos.
Se aprovechaba, porque era débil. Lo había sido desde siempre. Desde pequeña, dependiente de un aparatito por el problema del asma. Luego, con las inyecciones para subirle las defensas. Más tarde, con la taquicardia. A veces sentía vergüenza de salir a la calle. Tan chica y con tantos problemas de salud. Y por si fuera poco, una hermana poco compasiva que era capaz de cualquier cosa con tal de hacerla sufrir.
Pero era hora de decir basta, de encarar los problemas de otra forma. Sin miedo a las amenazas, sin miedo a las consecuencias.
Cuando su hermana entró esa noche al cuarto y apagó la luz, en lugar de encontrarse con su hermanita en la cama, se topó con la imagen desagradable del hamster muerto sobre el colchón de sábana a lunares. La sangre aún estaba fresca sobre la tela. Pero más nauseabundo aún, le resultó ver como los peces, todavía vivos, chapoteaban agonizando sobre el líquido rojo.
Tardó en descifrar lo que veía, pero la pieza faltante no demoró en aparecer. Desde lo alto de la cama cucheta, algo cayó amenazante contra su cabeza. La embargó un dolor punzante y al caer al piso sentada de cola, palpó a su lado una muñeca de plástico, el objeto que la había golpeado. Al alzar la vista, dos ojos pequeños y brillantes, se hicieron notar en la oscuridad.
La niña habló casi en un susurro, confidente.
- Si mamá se entera, la próxima sos vos. Ahora, limpiá mi cama por favor. Y desde hoy, no más de tus cuentos.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Soñar con Alejandría

Soñé con una gran ciudad llamada Alejandría y una inmensa biblioteca. Libros, monjes y secretos. El añejo mundo de lo desconocido. Fue maravilloso, tan vívido que casi podía palpar el momento. Pero luego desperté y ese mundo desapareció.
En su lugar, la cueva, restos de un fuego ahora en brasas, las pieles cubriéndome y esa extraña sensación de hambre que me asaltaba cada mañana y que hacía que saliera a la colina a pelear por larvas de insectos o huevos salvajes para el desayuno, mientras gritos guturales inundaban las laderas.

jueves, 15 de mayo de 2014

Aprendizaje

El pétalo se deslizó hasta la palma de su mano. El resto de la rosa, permaneció estoica en su sitio. Miró hacia un lado y otro. Estaba solo. Volvió a soplar, ahora con más fuerza. La flor se deshizo como si se hubiese tratado de un truco de magia. Los cadáveres blancos se esparcieron por la sala, danzando lentamente.
En el florero ahora había tan solo una rama con espinas, solitaria, desprovista de toda gracia. El niño sonrió. ¡Había sido tan simple y fácil! Se puso de rodillas y juntó los pétalos, muy seguro de sí mismo. Volvió a la silla a la que había estado subido y trató de rearmar la rosa. Rápidamente comprobó que era imposible. Pero insistió, testarudo. Finalmente, tuvo que resignarse, con los pétalos camino a marchitarse en sus pequeñas manos. A los cuatro años de vida, supo que ciertas cosas no tienen arreglo.

lunes, 12 de mayo de 2014

Vigilante

Los ojos se le cerraban continuamente, como si los párpados le pesaran una eternidad. Era el abismo del sueño, el precipicio mismo, la oscuridad sin estrellas. Pero él no podía dormirse, no debía.
Su cabeza caía un instante y la misma gravedad lo obligaba a levantarla otra vez. Cinco segundos después volvía a repetirse la escena, casi cíclica, destinada a un solo final.
Pero a pesar de estar a un paso de la inconsciencia, algo residente muy en el fondo de su mente le susurraba un constante "no te duermas, no te duermas". ¿Por qué? ¿Cuál era la causa?
En el límite entre el sueño y la realidad, las razones de estar de un lado o del otro, no se comprenden, solo existen. No había forma que recordara el motivo, solo debía estar pendiente, no dormirse.
Y cada tanto, con los ojos entre cerrados, seguía observando lo mismo y por lo tanto, sabía que todo marchaba bien. Aquello inmenso y celeste seguía girando. ¿Con qué sentido? Ya lo había olvidado.
Obtuvo otra breve victoria en su batalla contra el cansancio, cabeceó una vez más y volvió a mirar sin mirar, pero tranquilo de ver lo mismo. Siempre lo mismo. Aquello girando. Un planeta, eso. El que debía vigilar. Casi que hasta recordaba el nombre... pero los párpados cayeron y la inmortal contienda volvió a repetirse, cíclica, interminable. ¿Para siempre?

domingo, 4 de mayo de 2014

Patología

- Doctor, debe ayudarme. Duermo todo el tiempo, no sé que me pasa. ¡Imagínese, veinticuatro horas en la cama cada día!
- ¿Y cómo es que ha podido despertarse y venir hasta acá?
- Es que estoy soñando.