domingo, 8 de noviembre de 2009

La impaciencia de la confesión

Me miento. Me engaño con verdades que no son. Dibujo la realidad, convencido que detrás de los trazos negros y grises se mantendrán ocultos los pecados cometidos.
Oscilo entre la vida y la muerte, mientras garabateo en anotadores que dejaré esparcidos tras mi partida vaya saber donde. La mentira ha llegado demasiado lejos.
Camino hasta su casa. Golpeo. Espero impaciente, buscando con la vista algún indicio a través de las cortinas. Me imagino el sonido de las pisadas provenientes del otro lado de la puerta. Me convenzo de que están ahí, que pronto abrirá la puerta.
Entonces, preparo mi discurso, mis palabras. Esas que tengo atragantadas desde hace meses. Las quiero escupir una por una, saborearlas, sentir el sabor amargo, la textura cruel y luego, divertirme al ver como la golpean en el rostro, cachetazo tras cachetazo.
Espero. Pero la puerta no se abre. Las pisadas nunca existieron. Y nunca existirán. Ella ya no vive allí. Ya no está.
Yace en su cama, apuñalada por mi mano dos noches atrás.
¿Qué espera la policía para encontrarla? ¿Cuánto tiempo más tendré que vivir engañándome para creer que no he cometido mis pecados?

9 comentarios:

Anónimo dijo...

a veces es mejor cortar el engaño de un solo golpe; una dura realidad de asumir por este pobre condenado del relato de hoy...

Kreski dijo...

Si supieras cuan profunda son tu palabras entenderias porqué estoy aquí. El camino..las pisadas, la muerte ...la calama ...la puerta que quiere abrirse y que engaña a quien cree que podrá entrar.
El amor sincero de quien habla desde la verdad...espanta el enemigo austero que engaña desde lo que pareciera ser luz ...hacia la oscuridad.
Si entendieras cuan profundas han sido tus palabras hoy...entenderías porqué la puerta no se abrió en verdad.
Gracias... desde mi lugar honro tu lugar.

Anónimo dijo...

Un juego de pasado, presente y futuro que nos hace caer en aquello que somos capaces de albergar en nuestro interior.
Un saludo

SIL dijo...

Qué espera la policía para encontrarla?...

Que el protagonista ya no soporte el peso de la culpa, y se entregue!


Magnífico juego, Netito.
Reflejaste maravillosamente cuánto cuesta arrastrar el peso de un crimen...
más aún que el peso de un cadáver.

Great.

Un abrazo, Hermanito.

el oso dijo...

Su propio corazón es delator de su propio crimen.
Sin embargo, tarda en darse cuenta de las consecuencias.
Casi, casi, como la historia de los errorres de cada uno.
Excelente, Neto...

Lisandro dijo...

UFFF, es muy intenso Neto... me ha encantado, mas cuando se trata de asesinatos y sangre!!! un abrazo amigo!

Felipe R. Avila dijo...

¿podriamos pensar que con la venganza directa no alcanza?

Anónimo dijo...

Si confiesas con tu boca que Jesucristo es tu Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salv@.

Romanos 10.

Netomancia dijo...

Dieguito, a veces es mejor desembuchar que morir atragantado, no? Un abrazo!

Kreski, el entendimiento ahorraría suposiciones, sin dudas, pero de por si es una alegría que el relato te haya llegado. Saludos!

Luis, muchas gracias. El interior a veces es tan complejo!

Doña Sil y si, costaba tanto que no lo quiso ni mover. Jaja. Gracias, saludos!

Don Oso, la diferencia con nuestros errores es que pocas veces volvemos y golpeamos la puerta. Un abrazo!

Lisandro, tendrías que haber sido bioquímico! Jaja. Saludos!

Felipe, es probable. O quizá alcanza, pero por poco tiempo. Saludos!!!!

Miguel Romano, podría confesar, ya se, pero justamente el título de este cuento habla de la impaciencia de la confesión y sería muy contradictorio, no? Saludos!