El hombre que sube al tren en Rosario no es el mismo que baja, varias horas después, en Tucumán. Lleva la misma ropa, el mismo portafolio y hasta se peina igual. Pero a lo largo de ese viaje, ha cambiado, así se lo ha propuesto, dejando atrás el que era. Al descender mira todo con ojos nuevos. Sin embargo, nadie lo conoce. Nadie lo ha visto anteriormente. Sigue siendo uno más en el mundo y eso lo convierte otra vez, en la misma persona que antes.
martes, 11 de febrero de 2014
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Es un arquetipo (la idea no es mía...=)
Abrazo, Netito.
Publicar un comentario