jueves, 15 de mayo de 2014

Aprendizaje

El pétalo se deslizó hasta la palma de su mano. El resto de la rosa, permaneció estoica en su sitio. Miró hacia un lado y otro. Estaba solo. Volvió a soplar, ahora con más fuerza. La flor se deshizo como si se hubiese tratado de un truco de magia. Los cadáveres blancos se esparcieron por la sala, danzando lentamente.
En el florero ahora había tan solo una rama con espinas, solitaria, desprovista de toda gracia. El niño sonrió. ¡Había sido tan simple y fácil! Se puso de rodillas y juntó los pétalos, muy seguro de sí mismo. Volvió a la silla a la que había estado subido y trató de rearmar la rosa. Rápidamente comprobó que era imposible. Pero insistió, testarudo. Finalmente, tuvo que resignarse, con los pétalos camino a marchitarse en sus pequeñas manos. A los cuatro años de vida, supo que ciertas cosas no tienen arreglo.

4 comentarios:

SIL dijo...

Tampoco he podido rearmar mi rosa.


Abrazo.


El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Años después, tal vez entienda el concepto de entropía.

MAR dijo...

Oh, es verdad!
Un abrazo
mar

el oso dijo...

Y algunos se sienten como la rosa...
Excel, Neto!