Analía tiene cinco años y ya sabe usar el encendedor para arrojar cañitas voladoras. Es el orgullo de papá. En Nochebuena se lo hizo saber a toda la cuadra. Y ella lo demostró con creces.
- ¡Miren a mi pequeña! Cinco añitos - se jactaba.
Para recibir el año nuevo redobló la apuesta. Ya no serían simples cañitas. Le compró un arsenal de bombas de colores y fuegos de artificio con más de doscientos disparos. La expectativa era grande en papá. Pero aún más en Analía que no esperó hasta la medianoche y los hizo estallar dentro de la casa.
- Miren a la pequeña - comentan los vecinos, mientras le dan cobijo a la desgraciada familia, que es espectadora pasiva de los vanos intentos del cuerpo de bomberos por combatir el incendio que se devora la casa.
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Hace 4 meses
2 comentarios:
Cosas que pasan, somos un poco más estúpidos de lo que creemos!!!
Y el deseo de redoblar la apuesta, la jactancia, llevan a estos absurdos.
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