domingo, 19 de abril de 2015

Golazo

Empujó la pelota hacia delante superando el último defensor, el camino estaba libre, podía sentir la respiración de su marcador en la nuca, pero él era más veloz, el césped era una alfombra por la cual corría con alma y vida, podía sentir el corazón golpeando las paredes de su pecho mientras bombeaba sangre a cada rincón del cuerpo, el arco se iba agigantando más y más, la figura borrosa del arquero también fue haciéndose visible, pero sus ojos, ojos empañados por la agitación y el cansancio, solo miraban la pelota, esa que llevaba a los trancos delante suyo, con destino de gol, de gloria, de grito infinito. Entonces pateó con fuerza, para romper el arco y escuchar, cuál música divina, ese grito sagrado y el eco de su nombre, resonando en todo el estadio, en la garganta de los relatores, de los hinchas... - ¡Alejooooooooooooooo! De su madre furiosa, saliendo disparada como un misil hacia el patio, buscándolo a él, culpable absoluto de la ventana rota, de los vidrios dispersos, de la incompatibilidad angustiante entre sueño y realidad.

1 comentario:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Esa incompatibilidad es fuente de tantas frustraciones.