martes, 14 de septiembre de 2010

Lucila y el joven de corbata

Existía un secreto detrás de la mirada de Lucila o quizá una simple mentira, pero no dejaba de ser excusa para que todo el mundo en la oficina la tratase con cierta indiferencia, como esperando tarde o temprano un gran desengaño.
El día que se marchó llevando sus pertenencias en una caja de cartón, dejando atrás un escritorio impoluto y solitario, apenas si de reojo se atrevieron dos o tres en seguir sus pasos hacia el ascensor. Si lloraba o no, a nadie le importaba.
Fue Matilde la que dos meses después llegó con la noticia tras la hora del almuerzo. La chica aquella, la de la mirada extraña, se había inmolado en el edificio donde trabajaba. Había utilizado una especie de bomba casera. Según la radio, no había ningún sobreviviente en el piso donde ella estaba.
Más de uno contuvo la respiración y se imaginó que hubiese sido de ellos si no la echaban tiempo atrás. Surgieron entonces las versiones que señalaban que la habían echado porque el último test psicológico le había dado mal, las que afirmaban que en realidad la habían descubierto merodeando por sitios que estaban vedados para los oficinistas e incluso, las que decían que cierto día había confesado en la cafetería del primer piso que haría volar el edificio por los aires si no le aumentaban el sueldo.
Y así hablaron del asunto durante una hora más o menos, volviendo a sus rutinas en forma paulatina. Para la tarde Lucila era solo un recuerdo. El escritorio que usaba, ahora utilizado por un joven de camisa y corbata, seguía en su lugar de siempre, sin levantar sospecha.
Sin embargo el muchacho sentía de vez en cuando una fuerza muy rara que provenía del mobiliario y estaba casi convencido de haber escuchado una voz muy lejana que pugnaba por meterse en su cabeza. Temía decir algo o actuar en forma extraña, para no afectar su reputación en la empresa.
Era nuevo y por lo tanto el eslabón más frágil de la cadena. Aunque algunas tardes, ya con la cabeza agobiada por el cansancio y las voces, se veía metiendo todo en una caja para luego salir corriendo por la escalera sin siquiera presentar la renuncia. Pero no creía que aquello fuese una salida convincente, más cuando estando en su casa, en la penumbra de su cuarto, podía apreciar con la misma seguridad que tenía de estar despierto, como aquel vetusto escritorio le seguía hablando a pesar de lo irracional, lo ilógico, lo fantástico y lo increíble que pudiera parecer tremenda situación.
Y cuando podía conciliar el sueño, la imagen serena y gratificante de una explosión invadía cada uno de sus sentidos.

9 comentarios:

SIL dijo...

Un escritorio maldito...
A veces, promediando las seis de la tarde, siento ciertas espantosas propiedades en el mío.
Y también ganas de que explote todo.

Pero se me pasa...

Muy bueno, Netuzz.
Tiene mil lecturas el relato (genial)

Abrazo inmenso

SIL

Anónimo dijo...

y pobre... al final sólo el fuego la pudo redimir de tantas horas de oficina que vuelven loco a cualquiera... eso sí, ojito con el escritorio, que aún está vivito y coleando!
jeje
tremendo relato laboral el de hoy che! jeje
abrazos!

gustavo dijo...

Es que Lucila es un nombre difícil de olvidar. Es un buen nombre para una mina de esas que dejan marcas. En este caso una bombardera que persiste en las cosas como una esencia maldita.Buena historia y buena elección del nombre. Abrazo

Con tinta violeta dijo...

Ahhh, que bueno. Un escritorio misterioso y parlante que influye en la mente del ocupante...Me ha sorprendido Neto. Creo que mañana acudo a mi "laburo" con tapones de goma en los oídos, "por si acaso", ja,ja.
Abrazos!!!

Con tinta violeta dijo...

De paso tambien añado que me ha sorprendido por la actitud que desde fuera podemos tomar juzgando a la muchacha como "loca"...cuando existía una realidad distinta que la había empujado a ello...¡que rápido juzgamos, sin tener conocimiento!

mariarosa dijo...

¡Muy bueno!

Cuando los muebles toman vida suceden cosas muy extrañas....

mariarosa

Netomancia dijo...

Doña Sil, para mi que tiene algo encerrado en el cajón del escritorio. Mejor no pregunto qué, cosas de mujeres con seguridad! Ja. Saludos y gracias!

Dieguito, el fanático de los escritorios es el amigo Decur, por ahí los de él hablan en serio y por eso dibuja tremendas viñetas! Un abrazo!

Gustavo, las marcas aquí dejadas por Lucila tienen el detalle de la locura en cada chamuscado rincón, ja. Gracias! Saludos.

Doña Tinta, vamos, confiese, usted habla seguido con su escritorio. Es más, es quién le ordena que escribir en el blog. Hasta se dice que su tío Martín en realidad no existe, es su escritorio. Saludos!! Gracias.

Doña Mariarosa, cuando lo que no tiene vida lo cobra, es hora de correr. Hay un libro de Stephen King, ahora que dice de los muebles, donde el terror proviene de cosas cotidianas que cobran vida propia: Tommynockers.
Saludos!

el oso dijo...

Complicados los escritorios esos. Aunque tal vez sea como esos escritorios donde el laburo que toca hacer los transforma en diabólico. Hay de esos, Neto.
Abrazos

Netomancia dijo...

O uno pensando en lo que debe hacer, los ve como diabólicos, ja. Saludos don Oso!