viernes, 4 de abril de 2008

Los Sueños del Tiempo

La pequeña ciudad ambulante lo despierta aturdido.
Entre ráfagas de recuerdos, sueños y algunos pensamientos recientes no duda en salir a caminar. Sabe que perdido en la calle encontrará el verdadero frío, pero insiste en sus pasos para olvidar el corazón de esa habitación y la ocasión de otro cotidiano recaer.
La noche vestida de humo, más nocturna que otras veces, encierra su camino con sentimientos grises y solitarios pasos, que se sacuden en su interior como el único latido cercano. Contempla sus ojos fundidos en la nostalgia de otra vejez mientras avanza lento sobre los llanos de esa calle irreconocible.
Un crujir desértico en las sombras desquicia el espectro que lo habita. Murmura un sigilo en el eco de su respiración disimulada al tiempo en que comienza la llovizna en su corazón.
En la esquina, con sombrero de cera y solapa de lona gastada, charla la Soledad con la Niebla sobre el remoto tiempo de sus horas. La Muerte, a un lado, no pretende intervenir, pues sabe que el tiempo es tirano.
Ven al anciano acercarse con su corazón anclado y cubierto por el manto lloroso de los años. Él las traspasa despacio, se siente cada vez más humano, más vulnerable a los presagios que le prepara la noche. Piensa una palabra tranquilizadora antes de mirarse hondo y morirse, antes de llenarse con su silencio físico de siempre.
De un viento surcado por emociones la Muerte lo embiste dolorosamente, lo circula como un astro enfurecido hasta succionarle las trizas de su alma, pero la Niebla la amansa con un No Muerte a los Años, la detiene para envolver al hombre y ocultarlo.
Él se entiende más despejado en su pequeña ciudad ambulante, los bares ya están cerrados y enciende su último tabaco para emprender la vuelta hacia su soñolienta habitación. La Soledad lo acompaña en el largo recorrido contándole la historia de su fría suerte, mientras el hombre se frota las manos tiritando un cansancio antiguo. Pisa un pequeño retazo de agua helada en el suelo escamado de la ciudad, deteniéndose se mira. Detrás de sus ojos la noche brilla en su oscuridad, respira su aire intenso y emprende la fuga de lo que podría haber sido.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha dado la una sensacion cálida en una noche fria, curioso.
saludos

el oso dijo...

Fabuloso, Meli, ¡fabuloso!
¡FABULOSO!

Netomancia dijo...

Qué manera de debutar en el blog! Gracias Meli por estar y brindarnos la calidad de tus letras!!!!

Anónimo dijo...

si la verdad que el debut se hizo esperar pero valió la pena, las letras te llevan por un remolino cálido y misterioso, la fuga y la salida como escape efímero de los sueños, del tiempo que nos rodea...
genial!