viernes, 10 de septiembre de 2010

Rober, el Goloso Santafesino

Cuando Roberto, (el Rober le decían los locutores radiales), descendió del tren sintió un pequeño mareo y un fuerte dolor estomacal.
Aquella imagen melancólica y solitaria del pueblo que lo vio crecer le impactó más de lo que suponía que le impactaría. La soledad del Litoral se le antojaba necesaria para los próximos meses, quizás años, donde se dedicaría a reponer fuerzas y olvidarse de tantas comparaciones.

Presiones de un lado, contratos que firmar por el otro, empresas de refrescos que se asesinaban por representarlo, abogados con maletines y tridentes, mujeres sedientas de su sudor...
Todo aquello ahora quedaría en el pasado. Firpo hubo uno solo y bien lo sabía el Rober, mientras bajaba del tren y se presionaba el pecho para no sentir el dolor de sus costillas rotas que lentamente trepaba hasta llegar al centro mismo de su corazón.

La pelea había sido calificada, por los especialistas deportivos, como un hecho histórico y magistral al que nadie podía dejar de asistir. Pero nada de eso le importaba a Rober; él simplemente quería visitar el campo de su niñez donde los guantes remplazaron a las herramientas de la siembra, donde los caballos se fueron alejando para ceder su puesto a los fardos de pasto que servirían como bolsas de entrenamiento para sus futuros combates.

Si la fama lo estaba esperando al llegar a la Capital, es algo que Rober nunca sabrá.
La ciudad lo aguardaba para que sus puños se lucieran en el Luna Park frente a su furioso rival norteamericano, J. Dempsey Junior. Sin embargo, aquella cita sería truncada por un pequeño y dulce giro del destino que sólo sería revelado ante los ojos de Roberto en su viaje ferroviario.

El tren había partido temprano desde Villa María, donde había ocurrido el que luego sería recordado como el último combate de Rober, “El Goloso Santafesino”, con destino a Buenos Aires. Entre tantos pasajeros, ramales y estaciones, Roberto divisó el viejo almacén de la estación de Cañada de Gómez, donde solía comprar las golosinas de su niñez.
Casi en un arrebato infantil por recuperar un pequeño trozo de su años perdidos, Roberto descendió rápidamente del tren, pero un pinchazo firme le indicó que sus costillas no estaban mejorando. Lentamente dejó caer el bolso y la mochila que llevaba sobre el asiento verde y desgastado de la estación.
No podía apartar los ojos de aquel viejo almacén de ramos generales que tantas caries le habían causado gracias a sus dulces y mermeladas. El campo de su familia podía esperar. Primero haría una parada larga y azucarada entre los frascos de caramelos y el estante de los dulces tradicionales del local.
El Luna Park también podría esperar... aquel “goloso” desbocado ahora estaba dirigiendo su atención a otros sentidos más fuertes que rugían en su interior por recuperar su libertad.

Sin pensarlo entró en la tienda y depositó sobre el mostrador todas las monedas que llevaba en sus bolsillos. Miró fijamente al viejito, que se levantaba con dificultad de su silla para ir a recibirlo, y recordando sus mañanas de infancia le dijo:

- ¡Deme toda la plata en caramelos!.
- Roberto, ¿sos vos? - contestó aquel sorprendido anciano.
- ¿Don Félix? - murmuró Roberto sin saber bien porqué ese nombre había llegado a su memoria.
- ¡Qué me lleve Mandinga! - pronunció acaloradamente el anciano - ¡Tantos días esperando tu regreso! ¿Dónde estuviste metido? ¿Tenés una idea de toda la gente que te estaba buscando?
- ¿Que me dice señor? ¿Acaso no sabe en quién soy? ¿No escuchó la radio? ¿No leyó los periódicos?
- ¡Si Roberto!, lo hice todas las mañanas esperando encontrar novedades de tu paradero, ¡pero nadie hablaba de vos!.
- ¡¿QUÉ?! - gritó un extrañado y enfurecido Roberto - ¡Que carajo me está diciendo! ¡Soy yo! ¡El Rober! ¡El Goloso Santafesino!.
- ¿El qué? - contestó Félix conteniendo la risa que ascendía ferozmente por su faringe.
- ¡El Goloso! ¡El mayor boxeador que dio la historia de Cañada de Gómez! ¡De Santa Fe al mundo y más allá! ¡Ese soy yo!

En ese instante el silencio se apoderó del almacén. Don Félix miró detenidamente a Roberto y sosteniéndole una mano le dijo:

- Robertito, hijo mío... Sentate que voy a preparar unos mates y a llamar a tu madre que está en la plaza del centro repartiendo folletos con tu cara y pidiendo ayuda a los vecinos. ¡Te tengo dicho una y mil veces que no te devores los frascos de dulces y mermeladas del local! ¿No te acordás de nada, no?
- ¿Acordarme de qué? ¿Qué me dice? - respondió Roberto.
- Robertito, nunca te vi así... ¡Que susto nos diste!. Aquella mañana que te encontré tirado en el almacén, babeando y con los ojos desorbitados, pensé que era el fin de nuestras vidas. ¡Pero te levantaste rápidamente y saltaste por la ventana!. Pude ver como se te incrustaba un trozo de cristal en tus costillas haciéndote sangrar.
Quise detenerte pero huiste como alma que lleva el diablo. ¡Hijo mío! ¡Que susto!. El Doctor Riviera nos dijo que nos nos preocupáramos, que cuando se te pasara el pico de azúcar seguro volverías a casa y a lo sumo habría que darte unos puntos en el corte que te hiciste con los vidrios, pero nada grave.
- ¡¿Cómo?! - gritó asombrado Roberto.
- Si nene, eso mismo. ¡Ahhh! También nos dijo que los subidones de azúcar suelen jugarte malas pasadas, hacen que uno se crea cosas que no existen, historias que no son reales.
¿Te pasó algo así Robertito?

12 comentarios:

SIL dijo...

Qué lindo homenaje, pizca de realidad, pizca de ficción?
¡Cañada de Gómez! Acá al laíto nomás.
Excelente la referencia a su debilidad por los dulces...

Cuando leía me acordé de una MUY VIEJA-
Neto abstenerse de ls bromas de mal gusto...
publicidad de los 80 , creo que era de CHESTERFIELD- creo- corrija alguno si sabe, que decía:

¨Vieja América del tiempo
de Rodolfo Valentino,
cuando Al Johnson canturreaba
y Sinatra al mundo vino,
vieja América
del charleston
y el swing
cuando Firpo tiró a Dempsey
fuera el ring.¨// y sigue...

No sé si la conocés pero estaba buena.

Preciosa la evocación, Dieguito.

BESO

SIL

SIL dijo...

¨las¨ me comí una a...
:)

Con tinta violeta dijo...

Muy buena la historia. No me podía imaginar el rumbo que al final toma. Casi dan ganas de darse un atracón de gominolas...por si soñamos un rato con otro futuro "estelar".
Me encantó, Diego.
Abrazos!!!

Netomancia dijo...

Un personaje que uno termina queriendo y hasta sintiendo pena, recorriendo un paisaje conocido de esta zona tan nuestra. Rober seguramente seguirá huyendo, igual que su imaginación. Hay veces que uno es preso de una realidad que no le corresponde y su inconsciente se encarga de una u otra forma, de remediarlo.
Abrazo Diego!

Felipe R. Avila dijo...

Excelente cuento!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Sorprendente!
Por momentos pené que era escrito por el Oso, tuve que bajar y ver la firma y sorprenderme ¿lo escribió Diego! No se parece a ninguno anterior tuyo,Diego, parece del maestro Oso, que tan bien maneja esas historias tan nuestras de perdedores y pueblos del interior.
¿O digo una burrada?
Quiero elogiar el relato y
sdemás,sobre lo que puso Sil...
¡me acuerdo de la melodia y todo!
La proxima vez que lo vea a Neto -ya que actualmente tiene incrustada una cámara como apéndice al final de su brazo y filma lo que vea- le voy a decir que me filme cantando ese jingle...lo recuerdo bien, incluso las imágenes de Dempsey cayendo del ring...
Saludos a los tres:
Diego
Oso
y Sil.


F.

Felipe R. Avila dijo...

donde puse "pené" quise poner:
"PENSÉ" que era del Oso

SIL dijo...

Nunca más oportuna y necesaria una Fe de Erratas, que esa Fe de Erratas, Felipe querido...
;D

Pero, pasando a otro tema: ¿era de Chesterfield la propaganda? Acá en casa me dijeron que no, pero nadie se acuerda de qué era la publicidad...

¿?

Anónimo dijo...

jeje Felipe, aclare pero no orcurezca amigo! No pensé que este relato se pudiera acercar a alguno del Oso, ojalá tuviera esa claridad y esa genialidad que tiene nuestro maestro El OSO, pero muchas gracias por el halago!
Tinta, creo que yo tampoco tenía muy claro el final, El Rober, se puso el cuento al hombro y lo llevó por donde quería jaja.
Netito, creo que este tipo de personajes son de los que más defendería si tuviera que ser un abogado o algo así jaja.
Sil querida, la publi no la conozco pero buscando algo en internet dicen q es de Virginia Slim y tuvo una versión en italiano llamado Vechia America, en youtube está jaja!

SIL dijo...

Ah, la erré de marca... :)

PD
Exijo ver el video de Felipe cantando el jingle de la publicidad.

Felipe R. Avila dijo...

En breve lo grabamos,así les damos el gusto a los miles de seguidores..jeje.
Sil: me parece que la letra
"y Sinatra al mundo vino"
en realidad decía:
"y Sinatra era un bambino"...
¿puede ser?
Corríjame urgennnnnnntemente,por favor.

SIL dijo...

Certo caro,
creo que Ud está mejor rumbeado que yo.

Lo puse en google y me aparecen las dos opciones.
Pero me suena más la que canta Ud.
Andai saber, éramos tan jóvenes!

:)

el oso dijo...

Yo era muy pequeño, pero recuerdo claramente "que Sinatra era un bambino" y aún la canto...

Por el lado importante, te pasaste Dieguito, un relatazo, me comí la del Rober vengador sobre el ring.
¡Espectacular!
Dicho sea de paso, cuando mañana ande por Cañada por el laburo voy a junar si el Rober no anda por ahí. Y si no me lo invento, carajo!

Abrazos