jueves, 26 de febrero de 2015

Y sin embargo...

Aquella piedra llamaba la atención. No solo era una sensación suya, lo comprobó al notar como su vecina, asomada al balcón, miraba hacia la playa.
Aunque no era el tamaño, ni la forma, había algo más que captaba la curiosidad. Tampoco era esa especie de aureola verde que parecía suspenderse a pocos centímetros de la dura superficie.
De a poco observó - siempre apoyado en la baranda que separaba su cuerpo de una caída segura al vacío, desde el décimo piso de su edificio - como la gente se iba acercando a la piedra.
En pocos minutos, ya casi no veía arena, oculta bajo las figuras de los curiosos que vaya saber de qué parte se habían ido llegando al lugar.
Luego vio el camión de exteriores de un canal de televisión y se imaginó que la noticia estaría dando vueltas al mundo. Y sin embargo, sentía que había algo más en la escena, aunque le costaba detectarlo. Algo que los demás no observaban, que escapaba al ojo común.
Y entonces lo comprendió. No estaba en el balcón, sino en su cama. Y desde allí veía el ventanal abierto y una figura apoyada mirando hacia la playa. Pero a medida que despertaba, la figura iba desapareciendo.
Un sueño, se dijo levantándose en la cama. Y sin embargo... fue hasta el balcón y no se sorprendió al ver su vecina con los ojos desencajados, mirando hacia la playa con la mano sobre la frente, haciendo visera. Tampoco, al mirar hacia donde estaba la piedra en su sueño.
Por supuesto, ya no estaba allí. Pero si estaba la gente, desconcertada, como hormigas atacadas por un plaguicida, yendo de un lado a otra, buscando algo sin sentido.
Y él, en su balcón, observando despierto un sueño que ya no era sueño por estar despierto y sin embargo...