domingo, 29 de marzo de 2009

El camino al lado de la ruta

El camino largo y extenso, al costado de la ruta. Sus pies avanzando con prisa, para no perder el ritmo. El ruido solenme al pisar el suelo endurecido por el tiempo y cubierto por el azaroso trajinar del viento, verdadero dueño de las hojas y el polvo.
El lejano trino de los pájaros invadía el oído, pero con sano propósito de endulzar los sentidos. Algún grillo se sumaba, desde alguna maleza rala, escondido de la gente como temiendo el repudio.
Ya la noche había caído y las luces de los coches de frente iluminaban su andar. La vista siempre al piso, mirándose los zapatos ir y venir. De vez en cuando la brisa fresca estremecía sus hombros desnudos.
Su cuerpo recortaba la noche para cualquiera que la viera avanzar desde un vehículo al pasar. Su tranco sereno pero decidido la llevaba donde muchos ya sabían, la podían encontrar.
Cruzó el puentecido de chapa que la separaba de su garita habitual y allí estaba, en su infierno terrenal. Cartera roja en mano, minifalda negra corta, muy corta y arriba, apenas un corpiño y un chal. Se llevó el pelo hacia atrás, al tiempo que respiraba hondo y se decía "una noche más".
Sacó de la cartera sus cigarrillos y un encendedor. Buscó que la brisa no le apagara la llama y encendió su cigarro. Su mirada se fue hacia un costado, donde una sombra cobró forma. No pudo más que atinar a cubrir su rostro, pero ya era tarde. Sintió como el filo frío y lacerante de un cuchillo le penetraba la piel de su rostro y hasta tuvo el tiempo de darse cuenta que la misma hoja salía de su cuerpo y volvía a entrar varias veces, mientras dolores indescriptibles se iban amontonando en su interior.
Lo último que vió, de espaldas sobre el suelo, fue un grillo muy pequeño, observándola curioso, desde un rincón de la garita, bien oculto en las sombras, como escondiéndose de la gente, temiendo a ser herido.

jueves, 26 de marzo de 2009

Despertar sobresaltado

Bajo el confuso velo, aún ensoñado
comprendo lo fatal, que sí es posible.
El sol ya apuñala ceibos, paraísos nobles
y define sombras, despertar sobresaltado.

Agitan aún latentes los ecos del amor,
de la mutua búsqueda en la trémula piel
del momento mágico en que bebimos miel
y la duda taladra un momento el sopor.

¿Y si te fuiste y si pensaste y no estás..?
¿y si elegiste la fuga, ese gesto brutal?
¿Si preferiste llevarte el calor al final
antes de amanecer en mis brazos jamás?

El segundo mortal en que la duda perfora
un corazón dormido que despierta asustado
se convierte en estremecido frágil estado,
de no saber, tiemblo y más azuza y enamora.

Al final, cuando entiendo el sino fatal acaso,
decido comprobar de una vez lo sucedido
sólo para aliviar mi impulso encendido,
sentir tu suave calidez al rodearte con mi brazo.

martes, 24 de marzo de 2009

El robo

Burló a todos en la joyería. Escapó por el callejón del fondo y se perdió en la esquina. El dueño y la empleada quedaron atónitos.
Atinaron a llamar a la policía, pero ya era tarde.
Detallaron lo ocurrido a los uniformados una y otra vez, pero no les creyeron. Los de azul tomaron apuntes y se fueron. No recorrieron el callejón, no revisaron la caja fuerte ni interrogaron a nadie.
¿Es que no había existido ningún robo, o acaso si? La pregunta rondaba por la cabeza del dueño, iba y venía como una pelota de tenis con el ruido del pique incluido.
Repasaba los hechos. El hombre había entrado, sacado un arma, anunciado en voz alta que le entregaran las almas y tras ello, había huido. ¿Había existido un robo?
No, ya la idea de ser una locura de un demente se trepaba al reino de las certezas.
Sin embargo sentía que algo le habían llevado y aún no comprendía qué...

sábado, 21 de marzo de 2009

La noticia

Escuchaba la radio, como todas las mañanas. Algo de música y un poco de noticias ayudaban con las tareas matutinas. Pero noté algo raro y sin embargo no le presté atención. Pensé que era un chiste. Le decían a la gente que no olvidaran el paraguas cuando afuera el sol parecía rajar la tierra de lo fuerte que estaba. No le di importacia. Luego hablaron de la conferencia del presidente, que el tono había sido elevado, que lo que dijo... y yo estaba segura que el presidente hablaría recién esta noche. Le resté importancia.
Dieron el resultado de la selección, en un amistoso contra Nigeria y ahí solté el trapo de piso. Paren un poco, de eso no me puedo equivocar. Si mi marido me dijo que esta noche se iba a la casa de un amigo a ver el partido, como podía haber jugado anoche. Agarré la radio en el mismo momento que oí que decían mi nombre. Abrí grande los ojos y se me erizaron los brazos. Una mujer con mi nombre y mi apellido había atropellado el día anterior a un vecino y se había dado a la fuga.
Apagué la radio, me asusté. De los nervios no podía marcar el número de mi esposo. Prendí de nuevo la radio. Estaban dando la formación argentina para el partido de la noche. Empecé a temblar. Busqué un almanaque, consulté el día en el celular. Era la fecha que tenía que ser.
Dejé de hacer todo y me acosté. No podía pensar, no dejaba de temblar. A las dos horas me levanté, me cambié y salí de casa, temblorosa, susceptible a cada ruido. Busqué las llaves del auto. Iría al trabajo de mi marido y le contaría.
No vi a la anciana que vive en la casa de al lado. Cuando saqué el auto del garage, ya estaba ahí. Sentí como su cuerpo se rompía debajo del coche. Me desesperé y huí.
Tengo miedo, la locura me está rodeando de a poco y no se a quién culpar.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Ondas de agua

Las mujeres azules vienen en todas las tallas,
algunas son sabias otras no...
Tienen hermosos ojos,
por una hora, un hombre puede cambiar,
por una hora, su cara parece extraña, muy extraña.
En la tierra prometida, donde fluye la miel,
Ella te lleva de la mano y te arrodillas ante un espejo de agua...
la cara en el agua mira hacia vos y sacude su cabeza y te dice:
"Esta será la última vez que te verás así".
Navegando lejos, muy lejos
las ondas de agua nunca nunca vuelven
van al otro lado, navegando lejos, muy lejos...

martes, 17 de marzo de 2009

El don de Enrique

Desde pequeño su talento no le permitía pasar desapercibido. Enrique era dueño de un instinto natural para resolver problemas, incluso cuando no sabía ni leer ni escribir, sumar o restar. Aprendió incluso esas facultades más tempranamente que otros niños.
La bondad era su escudo, la inteligencia su espada. Un caballero de una corte imaginaria, en la que el bien podía trasladarse a los demás. ¿Era un ángel? ¿Un enviado? No, era Enrique. El hijo de Tomás y Sofía. El chico de la esquina.
Pero Enrique sufría un problema. Olvidaba. Lo que llegaba a resolver, dejaba de estar en su memoria. Aquello en lo que ayudaba, se ausentaba para siempre de su cabeza.
Así era que al salvar el gato del vecino luego de ser atropellado éste por un camión, se repartía el barrio entre la alegría por el milagro y la tristeza por saber que ya jamás salvaría otro gato, porque no recordaría como hacerlo.
Y así creció Enrique, siempre dando, y a la vez perdiendo. Pero sin arrepentirse.
La noche en la que su madre yacía en el lecho, ya consumida por el cáncer, tan solo pudo pedirle perdón entre lágrimas, porque no podía hablar. Era tan cruel ser Enrique en ese momento, tanta impotencia se alojaba en su corazón que le parecía, explotaría en cualquier momento.
La veía morirse, no pudiendo ayudarla. No recordaba cómo. Ya había curado a alguien una vez de esa enfermedad y ahora su mente se nublaba al pensar en el asunto. Y verla allí era lo mismo que morir.
Se supo entonces inútil, dueño de un don y a la vez de una maldición. Esperó a que ella muriera y decidió no volver a sufrir. Fue egoísta y se mató.
Dicen que se arrojó desde una azotea. Jamás encontraron su cuerpo.
Quizás alguien con piedad en el cielo se dió cuenta del crimen y lo llevó de nuevo con los demás ángeles. Quizás se quiso ayudar y lo logró y ahora vaga en el anonimato.
O bien, su muerte fue otro olvido y su alma vive presa en la oscuridad de los que no saben donde están.

lunes, 16 de marzo de 2009

Sobre las revoluciones


Mi querido Andreas, me estoy yendo y tú a mi lado... No compartimos la misma fe, hijo rebelde, pero sí las mismas dudas. Ah, es eso lo que has escrito, ¿me permites verlo?

Eres zorro, hijo, no se nos acusará por esto, no se te acusará por esto, o sí, quién lo sabe... Hipótesis, más hipótesis... Nada afirmas salvo la utilidad de mi sistema para calcular. ¿Sabes? Dios sí lo sabe, he dejado mi vida, mis últimos veinticinco años tratando de dar con una verdad mejor, con un secreto que ya no lo será y tengo para mí que no ha sido en vano. ¿Que quieres publicarlo? Hazlo, hijo, pero salva tu vida.
Tendrás un tiempo de gracia, el tiempo justo que necesitan para comprender mis conclusiones, sólo el tiempo exacto que impondrá el que entiendan que su bello templo con la arquitectura más exquisita se resquebraja. El tiempo en que vean que si hay un templo para adorar, es el universo entero. No entiendo todo, pero sí las simples verdades que me han ocultado estos años.
Mira, Andreas. He sido matemático, médico, clérigo, gobernador, militar, chambelán, he estudiado todas las tierras y todos los cielos, he conocido el pensamiento permitido y el prohibido y ya... ya en el lecho en que liberaré mi alma en un último suspiro te diré algo. Ya no tengo miedo.
No me persigue ni el obispo ni el señor del feudo y nadie viene a preguntarme qué locas teorías estoy tramando. Pero tú, teme.
Si quieres publicarlo, hazlo, pero teme por tu vida. Si no quieres hacerlo, no importa, quémalo. Igual Sansón ya resquebraja el templo y cae trepidante sobre él y sobre los señores y los sabios y sobre nosotros.
Igual hay un sol que brilla más que ellos y que misteriosamente da la vida.
Igual nos movemos como mariposas quizás a la luz de la llama, en círculos, borrachos de engreimiento...
Igual no somos centro de nada, no poseemos ni privilegios ni verdad, pero tampoco la poseen los encumbrados, amado Andreas.
Si lo publicas, se hablará del desquiciado Nicolás que echó a andar a un mundo que estático se miraba sólo a sí mismo en la delgada lámina de mercurio o de plata.
Si no lo publicas, nadie sabrá de Nicolás, no. Pero te aseguro, rebelde hijo, que surgirán otros de debajo de la tierra porque, quieras o no, hemos destruido el hormiguero.

Mi querido Andreas, guarda tu fe que no es la mía, o tal vez lo sea, pero guarda tu vida y, sobre todo, guarda y resguarda tus dudas, porque te hacen digno hijo de este mundo difícil.
Si la Tierra revoluciona en torno al Sol, es porque es lo propio de la Tierra. En estas últimas horas, en este último viaje, sólo me atrae el pensamiento de que somos viajeros, sorprendidos transeúntes de este mundo tan triste como maravilloso que se revela sólo en revoluciones.

Amado Andreas, abrázame, dejo ya este mundo, estoy viejo y deseo partir para ir de una vez por todas a evolucionar en torno al Sol. Si Dios tuvo un designio para mí, es escribir mi matemático sueño: revoluciones y más revoluciones...


[El 24 de mayo de 1453, muere en Frombork, Prusia, Nicolás Copérnico, el hombre que echó a rodar el mundo. Es posible que en su lecho de muerte haya leído el prólogo que Andreas Osiander escribió para su libro "De Revolutionibus Orbium Coelestium" en el que postuló que la Tierra gira en torno al Sol, publicado luego de su fallecimiento. Y ya nada fue igual...]

martes, 3 de marzo de 2009

Teología de barrio - Garroneo en las bodas de Caná


Alegría, claro, qué otra cosa significa una boda. Ya el hecho de que dos personas decidan comunicar a sus amigos, a su comunidad, que se quieren y que apuestan fuerte por ese amor, expresa una decisión importante y un mensaje: Miren, che, nos amamos, que se enteren todos. Los amigos, los no amigos, el mundo entero si es necesario. Y, como nos amamos, reclamamos a dios que bendiga lo nuestro, porque lo nuestro está acorde al designio en que creemos. Así lo aprendimos de nuestros padres y tan errados no estarían.


Se ve que la cosa era seria, porque el lugar estaba lleno de gente (no reparé en gastos, decía Hammond en Jurassic Park) y ahí estaban María de Nazaret, Jesús y los garroneros de siempre: Andrés, Juan, Simón, Felipe, Natanael y algunos más...

La fiesta era en grande y, como se hacía en la época, quién sabe si no duraba más de un día. La cuestión es que -como todos sabemos- empezó a faltar el vino. Más vale, sumando a los colados oficiales que traía Jesús, habría muchos más. Porque seguro que no se contrataban esos caros servicios de ahora que delimitan con precisión quién es el que debe alegrarse con la boda y quién no. Calculemos que habría sirvientes si eran de clase más o menos acomodada, pero cuando se te llena de colados, se te llena, y hay que ver qué hacemos ahora. Ya se sabe que cada colado lastra y chupa como dos invitados, es la ley de las fiestas.

Alguno se habrá preguntado: ¿los rajamos a todos o dejamos que compartan nuestra alegría? Al final parece que los dejaron, pero el vino se achicaba y el festejo no. Parece que María, como toda mujer, estaba atenta a detalles que a los hombres se le escapan, sobre todo si el tinto corría a mares. Habrá visto la desesperación del organizador o de alguno de los relucientes suegros, gestos de sirvientes, no sé. Lo cierto es que se avivó que el líquido elemento de la diversión escaseaba. Entonces tomó una postura que escandalizaría a muchas de sus venerantes de hoy en día, habrá pensado algo así como está buena la fiesta, que no decaiga y recurrió al hijo, que andaría entretenido en la milonga. No anduvo con vueltas: -No tienen vino.

Pocas cosas hay peores que a uno le corten la inspiración en una fiesta y lo manden a laburar: -¿y a nosotros qué?

María no aflojó, por algo es madre y mujer. Llamó a uno de los sirvientes principales y le dijo sin anestesia: -Hagan todo lo que él les diga.

Y Jesús, un poco desorientado por la gambeta de la vieja, otro poco porque sin vino se terminaba la fiesta y otro poco más para amortiguar los efectos del garroneo de sus colados, no tuvo más que mandarse el famoso milagrito. Cuestión tal que el novio se llevó los laureles, porque el encargado elogió el vino que había guardado para lo mejor.

Si todo esto tiene visos de verdad, el hijo de dios andaba compartiendo la fiesta cuando se daba, colaborando para que no decaiga, dando una mano para que la celebración de la vida -en esos momentos especiales, donde el centro es la alegría- sea más plena. María, atenta, gestionando que en el banquete hasta los colados la pasen bien y que a nadie le falte motivo para celebrar.

Me gusta mucho ese cacho de una biblia que no habla de fastuosidades, dogmas, moral, ni pacatería estúpida.

Si todo esto tiene visos de verdad, el hijo de dios se debe desconcertar más con el boato, el almidón, los copones de oro, los pastores de toda religión que se benefician ya sabemos cómo, que con el pedido de la madre.

Debe haber sido mucho más sencillo para el hijo de dios convertir el agua en vino para la fiesta de los invitados y los colados que conseguir hoy que haya colados que garroneen en la fiesta de los poderosos.