miércoles, 18 de diciembre de 2013

Trivial

La encrucijada no le permitía dormir. Desvelado, se metió a su laboratorio. Ahí estaba la máquina, silenciosa, inquietante, concluida. Era su obra maestra, el trabajo de toda su vida. Sin embargo sentía angustia y pánico.
Temía que la utilizaran para regresar con el fin de jugar un número que saldría en la quiniela, o cambiar el regalo de la última Navidad que tanto le disgustó a la madre, soplarse la pregunta que no había sabido en ese examen tan importante o arrepentirse a tiempo de aquel amorío de primavera.
El ser humano era trivial, previsible, un pasajero fugaz en la existencia del universo. Nadie estaba preparado aún para aquel invento. La idea que le hacía eco en la cabeza cobró forma. Provocar el cortocircuito fue fácil. El incendió devoró todo en pocos segundos.
Los asistentes del Dr. Levarov encontraron el lugar calcinado al arribar por la mañana. La máquina del tiempo había quedado reducida a cenizas. El cuerpo de la eminencia científica jamás fue encontrado.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Los tiempos cambian

- ¿Cómo cambian los tiempos, no?
- Y si...
- ¿Te acordás de los juegos de nuestra infancia?
- Ajá. Si.
- ¿Se juega hoy a la "mancha"?
- Poco.
- ¿A "ladrón y policía"?
- Hoy no tiene mucho sentido.
- Claro, no se podría diferenciarlos. ¿Al "ta-te-tí"?
- Solo si hay alguna versión electrónica.
- Claro, yo digo haciendo el dibujo con tiza y... ¿No, cierto?
- No.
- ¿Al fútbol, rellenando esa botella de plástico que tenía forma de pelota, con un pico que se cortaba, transparente?
- No debe venir más.
- ¿A la "tapadita" con las figuritas?
- Ahora son autoadhesivas, no sirven.
- ¡Qué tristeza, Julián! Pensar que los chicos de hoy no se van a divertir como lo hacíamos nosotros.
- Y no...
- Los tiempos cambian.
- Los tiempos cambian.
- Che... ¿Hacemos un Fifa en la Play?
- Y dale, si tu hijo no la usa.
- Se fue con la madre de shopping. Boludeces, viste como es. Andá conectando, que voy a buscar el juego.
- Qué lindo hubiese sido tener una de éstas de pibe ¿no, Tito?
- Sabés qué, no nos sacaba nadie de adelante del televisor.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Desinformantes

Miró a la cámara con gesto adusto, entorno los ojos y lanzó un suspiro: "Esto es el fin".
Las pocas palabras fueron suficientes. La gente, en sus hogares, comenzó la loca tarea de abandonar la ciudad, pregonando al pasar a los desprevenidos vecinos que habían sido tan descuidados de no estar mirando la televisión, que la hora cúlmine estaba al caer.
En las calles la sinrazón se había apoderado de los otroras civilizados ciudadanos. Algunos se golpeaban entre si para tomar provisiones, otros aprovechaban el caos para ganar las rutas y escapar cuanto antes. Podía verse, al cabo de pocos minutos, un número considerable de fallecidos sobre las veredas o el asfalto, producto de las riñas y el vandalismo.
En la pantalla chica, acaparaban ahora el eje de atención las imágenes de lo que ocurría afuera. En los comercios de electrodomésticos, los televisores encendidos mostrando la desidia, eran arrancados de las vitrinas donde estaban exhibidos.
Alguien en el estudio llegó corriendo con un papel en la mano. Ya no importaba la prolijidad. La situación desbordaba cualquier intento de cordura. El conductor, aún con rostro acongojado, le dio una rápida mirada al texto que contenía. Luego, observando de frente a la cámara, esbozó una sonrisa.
- No serían zombies de verdad, sino protagonistas de una publicidad los seres divisados en un campo cercano, avanzando en dirección a la ciudad. Reiteramos, se trataría de una publicidad.
Miró a un lado y al otro, sin dejar de sonreír.
- Vaya broma, ésta. Por suerte ya estamos informados.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La teoría de los colectivos

El transporte público, más precisamente los colectivos, fue siempre un tema de reflexión y análisis para el Dr. Glaugges Mijailovinich, hijo de inmigrantes europeos nacido en un pequeño pueblo santafesino, desde el cuál para moverse a otros puntos, necesitaba imperiosamente de los enormes vehículos de pasajeros.
A lo largo de su vida, experiencias en diversas ciudades, unas más grandes, otras más chicas, fue notando que una ida que cruzaba muy seguido su mente, se iba haciendo cada vez más una teoría a estudiar.
Decidido, trazó hipótesis, proyectó un plan meticuloso y peregrinó durante un lustro con un equipo de científicos a lo largo de distintos puntos del país. Finalmente, la investigación fue éxito. La conclusión, determinante. El mundo se paralizó ante las declaraciones de Mijailovinich: "Hemos demostrado que aquella idea primera, forjada en la bronca, en la insensata espera, era la correcta. Hoy puedo afirmar que los colectivos pasan en contradicción al lugar donde lo estemos esperando. Si queremos ir hacia el norte, pasará el colectivo que va hacia el sur. Si queremos ir al este, pasará el que va al oeste.
Y para demostrarlos, el día de la presentación oficial del libro con los resultados de la investigación, citó a medios de comunicación especializados, a colegas y funcionarios a una parada de ómnibus elegida al azar sobre la ruta que une San Nicolás con Villa Constitución.
- Verán que el colectivo que vinimos a esperar en dirección norte, es decir, hacia Rosario, no pasará. Sino que lo hará el otro, en dirección sur.
Cinco minutos, vieron a lo lejos el armatoste amarillo.
Por supuesto, pasó para el lado correcto.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

Espectros

Ella lo miró a él, luego él a ella. Ambos se abandonaron al silencio. Un grillo rasguñaba la noche en algún rincón alejado. Las estrellas eran olvidadas palabras en la oscuridad. Ella se sentó al borde de la cama, se puso la ropa, se calzó y se fue. No dijo adiós ni hizo falta. Él ya lo sabía. No la volvería a ver. Era así siempre. Los fantasmas entraban a su vida con la misma velocidad que se iban. Cerró los ojos y soñó, una vez más, que estaba vivo.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Me las pagarán

La ira ascendía en su interior como si fuera lava a punto de ser escupida por un volcán en erupción. Una voz en su mente le decía que se detuviera, que lo pensara dos veces. Pero iba perdiendo fuerza ante la furia, el deseo de venganza.
Colocó las balas en el tambor del revólver a escondidas en la habitación, para evitar ser sorprendido. "Me las pagarán, me las pagarán" recitaba en forma cíclica en un susurro apenas audible. Miró la hora en el reloj de pared y salió a la calle.
La escuela estaba a ocho cuadras. Recorrió el tramo como cada mañana, pero sin percatarse del paisaje. En su mente solo había lugar para el recuerdo que anhelaba borrar en los próximos minutos: el maltrato, los insultos, los empujones, el asedio diario.
Esperó el momento de ingresar al aula, con las manos en los bolsillos. Podía sentir el frío del metal, la empuñadura pidiendo a gritos salir de la oscuridad, el gatillo encorvado esperando el accionar mortal. Cuando los demás comenzaron a entrar, él hizo lo propio. A diferencia de otros días, no se detuvo a saludar a nadie.
El maestro caminó hacia el pizarrón, giró hacia los alumnos y con voz estridente, aulló a las cuatro paredes:
- ¡Mueran hijos de mil putas, mueran de una buena vez!
Y vació el tambor con los ojos cerrados.

domingo, 3 de noviembre de 2013

El dato

Valdivia y Pérez García salieron corriendo como si les hubieran metido un dedo en el culo. Se sentaron en sus respectivos escritorios, y tras cruzar una sonrisa, comenzaron a teclear de manera incesante.
Segundos antes Pérez García con desgano había atendido el celular. Estaban en un patio trasero, fumando al aire libre.
- ¿Es el que escribe sobre extraterrestres? – preguntó la voz desconocida.
- Si, ¿quién habla? – contestó el periodista, que siguiendo un impulso, puso el altavoz para que escuchara su amigo.
- No importa quién habla, escuche bien, esta noche van a aterrizar dos OVNIS en los estudios Universal. Van hacer que parezca un efecto especial, como hacen siempre, pero en realidad son naves extraterrestres.
- ¿De dónde sacó la información? – Valdivia no aguantó y formuló la pregunta.
- Trabajaba ahí, me despidieron. Las naves aterrizan ahí desde hace ocho décadas. Hollywood es el Área 51. Ese lugar que todos buscan en el desierto, es una carnada. La verdad es esa.
- Es muy interesante lo que dicen, pero sin pruebas…
- Busquen en las películas de ciencia ficción de Universal. Muchas de las grabaciones en películas de marcianos y por el estilo, son filmaciones originales.
- Algo más concreto…
- Johnny Depp es extraterrestre, aunque nació en los estudios. Marlon Brando vino de otro planeta. Por eso les dicen “estrellas”.
- No le creemos nada… - y dicha esa última palabra, cortaron la comunicación.
Si era verdad o no, era lo de menos. Salieron corriendo a escribir una historia sobre aquello.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Juancito el equivocado

Juancito vivía en un país donde había libertad de expresión, pero pensar diferente era motivo de ataques constantes, por lo que comenzó a guardarse lo que pensaba.
Había oído que en su país la economía era una de las mejores del mundo, sin embargo le costaba llegar a fin de mes y poder mantener a su familia. Ni siquiera le alcanzaba haciendo horas extras y sacrificando tiempo de estar con sus hijos.
Podía escuchar y leer que sobraba el trabajo, pero creía ver más gente pidiendo y semana a semana, más y más villas alrededor de su ciudad.
Le decían que reinaba el bienestar, la seguridad y la tranquilidad, pero debido a su magro sueldo no tenía para pagarse una buena obra social y los sitios de atención pública carecían la mayoría de las veces de los elementos para atenderlo o bien, debía perder tres o cuatro horas de su día en una cola interminable.
Y por si fuera poco, en lo que iba del mes lo habían asaltado dos veces y le habían roto una de las ventanas de su casa.
Le aseguraban que nada aumentaba, que la inflación no existía, pero el dinero cada vez le alcanzaba menos y cada vez que iba al supermercado debía perder la memoria, porque los precios le parecían diferentes a los de días anteriores.
Juancito estaba confundido y apenado. Era parte de un país rico, próspero y repleto de buena gente pero no podía disfrutarlo, por que al parecer su caso era único, y tenía tanta mala suerte, que todo lo que el resto de la población no sufría, lo padecía él. Fingía entonces un gesto patriótico, y haciéndose fuerte, se convencía que no sería otra cosa que la reencarnación de algún olvidado mártir.

jueves, 17 de octubre de 2013

El baldío

Cuando vendieron el baldío que está frente a casa me entristecí. Cuántas tardes de potrero, de picaditos con la redonda hasta que caía el sol, allá en la infancia, esa época que parece tan fresca y sin embargo nos resulta ajena de lo distante que se encuentra.
Con el tiempo escondió nuestras sombras, pero llegaron otras. Nuevas piernas cortas corriendo detrás de una pelota. La gambeta, el remate, la rabona, la chilena. Todo un arsenal de piruetas ejecutadas en un mundo inocente, sin prejuicio alguno.
Pero para el ojo adulto, ese ser en el que uno se convierte, el lugar fue perdiendo el verdor y la esencia, hasta convertirse en un simple terreno baldío. Otrora escenario de finales mundiales, esas que imaginábamos mientras el sudor nos bajaba del cabello, de pronto era un espacio de tierra, con algo de gramilla y cascotes.
Pero al ver el cartel de "vendido", me asaltó la angustia, la necesidad de volver el tiempo atrás, de pedirle disculpas a ese lugar que supo atesorar cientos de sueños.
Anoche, sin embargo, el que me perdonó, fue el baldío. Fue después de la medianoche, cuando intentaba conciliar el sueño. Sucedió como suceden las cosas cuando uno es chico: con magia. Primero fue el sonido del pique de una pelota, luego el grito de un chico que pedía a gritos que le dieran un pase y como para que decidiera levantarme de la cama, un grito a coro de gol, de esos que se expresan con el alma y penetra por la piel de gallina del que lo presencia.
Me abrigué con lo que encontré a mano y salí a la calle. Busqué en vano divisar a los niños. Allí no había nadie. Pero los sonidos seguían llegando. El ruido del pie al golpear el balón, las risas burlonas después de un caño, la queja por una pierna fuerte, un insulto al aire. Y otra vez la pelota yendo de uno a otro, rebotando de vez en cuando en los paredones laterales.
Pero allí no había nadie. Estaba de pie, al borde del tejido que pusieron tras vender el lote. La luna me mostraba el lugar vacío. Y sin embargo...
Eugenio, el vecino de la casa lindante al baldío, me sorprendió con una mano en el hombro.
- Camilo ¿no puede dormir?
Pensé en decirle que en eso estaba, cuando escuché los sonidos y entonces salí a la calle, quizá con el deseo de poder despedirme de aquel lugar antes que comenzaran a construir. Era una respuesta poética, si se quiere, cargada de nostalgia, de mágica revelación. Pero en cambio, asido a la cordura, fui breve y mentí.
- Los años, don Eugenio. El insomnio es cosa seria.
El hombre me sonrió. Me palmeó la espalda y emprendió el camino hacia la puerta de su casa. Pero antes, volvió a hablarme.
- Recuerde en silencio, Camilo, que los pelotazos no me dejan dormir.
Vi la puerta cerrarse y sumirse el interior en la más profunda oscuridad. Quedé ante el baldío, sopesando esas palabras. Escuché susurros cansados, de niños sentados a un costado, agotados por el esfuerzo. Entendí que algunos se marchaban, diciendo hasta mañana. Incluso me dio la sensación de sentirlos pasar a mi lado. El juego había terminado. El pasado había dicho adiós. No quise aguarles la fiesta a esos fantasmas.
Yo sabía que no había mañana.

domingo, 13 de octubre de 2013

Comienzos y finales

Lo hacía cada tarde. Pedía un libro en la biblioteca popular, se retiraba a un rincón apartado de la sala de lectura y hojeaba la primera página.
Leía los primeros dos párrafos, los copiaba a una libreta de apuntes y devolvía el libro.
Al día siguiente repetía el rito, eligiendo un título diferente.
Los empleados lo habían observado atentamente las primeras semanas, luego, como a todo bicho raro, se lo dejó hacer sin darle mayor importancia.
Tras dos años de renovar a diario su visita, el hombre dejó de aparecer por el lugar.
La siguiente vez que lo vieron fue en una foto y estaba en el retiro de tapa en un libro de la última partida que habían adquirido.
Se titulaba "Comienzos" y una leyenda muy pequeña decía: "Más de un millón de ejemplares vendidos". La sinopsis en la contratapa advertía: "Un buen comienzo suele ser la clave para que el lector se sumerja completamente en un mundo nuevo, el que ofrece un relato. La suma de buenos comienzos, es un paraíso irresistible y encantador, que uno no querrá abandonar, por más que jamás sepa que seguirá a continuación".
Al día siguiente, como una gran coincidencia, volvió a entrar el hombre. Los empleados se miraron perplejos. Pidió un libro y como era su costumbre, se dirigió a la sala de lectura, buscando la mesa más apartada.
Esta vez abrió el ejemplar en la última hoja y tras sacar su libreta, una nueva, tomó nota.
Aníbal, el bibliotecario más joven, no resistió la tentación. Cuando el hombre se retiraba, lo abordó con suavidad.
- Disculpe... ¿su próximo libro se llamará acaso "Finales"?
El hombre lo observó sorprendido, algo sonrojado. Sonrió y tras devolver el libro, abandonó el lugar.
Pensaron que no volvería, pero así lo hizo y mantuvo durante más de un año el ritual. Como lo imaginaban, un poco más adelante salió el libro. Se llamó como había predicho el bibliotecario.
Para cuando volvió aparecer, al tiempo, la gente en la biblioteca le había ganado cierto resquemor. Lo consideraban un vivo, que con poco esfuerzo, o el esfuerzo de otros, se llenaba de dinero.
Fue el propio Aníbal, quien antes de entregarle el título solicitado, le preguntó cuál sería el eje de su próximo best seller.
- Tenemos "Comienzos", "Finales"... ¿qué se viene ahora, "Nudos"?
El hombre sonrió.
- No, ahora que no tengo que preocuparme por el dinero, voy a leer todo aquello que no leí. Es la única forma de entender mis dos libros. Conozco los comienzos y los finales, pero no las historias que encierran. Y entre nosotros... comenzar o terminar algo no es lo crucial. Sino lo que sucede entre esas dos cosas.
El hombre tomó el libro y fue a su lugar de costumbre. Permaneció mucho más tiempo y se retiró con una sonrisa. Había dejado un señalador en la página cien. Aníbal lo saludó, sabiendo que lo vería muy seguido, durante el resto de sus días como bibliotecario de aquel lugar.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Hogar dulce hogar

El primer ladrillo de la obra desató la alegría del flamante matrimonio. El sueño era la casa propia, pero conocían sus limitaciones financieras. No les importaba que demoraran años en construirla. Tenían paciencia.
Fue su quinto nieto el que les preguntó por aquellas paredes a medio construir en el terreno del otro lado de la calle. Ellos, entre risas, narraron al pequeño el antiguo sueño de la casa propia.
Desde que habían usurpado la casa de enfrente, aquel gastadero de plata les pareció la más grande ridiculez que se les había ocurrido.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Disfraz

La risa hacía de su fisonomía, un ángel. Pero la cola en punta lo delataba.

martes, 27 de agosto de 2013

Inmovilidad

El aire frío llegaba hasta su rostro, lo acariciaba cruelmente y luego seguía viaje. Era constante y no le importaba. Su cuerpo, inerte sobre el cemento, apenas si se movía, como si no estuviera respirando. Algunos le decían que aquella inmovilidad era un don.
Abrió bien el ojo derecho y lo calzó en la mira. La habitación aún estaba vacía, igual que a lo largo de las últimas ocho horas. No tenía miedo. ¿Cómo tenerlo a tanta distancia? Tanteó el gatillo, como para asegurarse que aún seguía allí. Sintió la textura lisa y plana bajo la yema de sus dedos. Un hormigueo le recorrió el cuello.
En la habitación se abrió una puerta. Estaba atento, esperando el momento. Entonces, entró ella. Pudo ver el rostro tantas veces estudiado, el cabello, cientos de veces anhelado, el movimiento de sus piernas, mil veces observado. Entonces, sin dudarlo, disparó.
Dos horas más tarde bajó las fotos a su computadora y le dedicó la noche a su amor imposible. Su alma inmóvil por fin cobraba vida.

lunes, 19 de agosto de 2013

La chica de la recepción

Omar juraba que iba al gimnasio para mejorar su aspecto físico, pero la verdad era otra. Le gustaba Gabriela, la chica que atendía la recepción por la mañana. Y eso era algo que sabían todos, por más que Omar pusiera el grito en el cielo cada vez que alguien se lo echaba en cara.
- ¿La mina que está en el escritorio de adelante? ¡Pero si es más fea! - negaba cada vez que podía, mientras sus amigos se reían por lo bajo.
Era remisero, pero se cuidaba de quitar el cartel del parabrisas cuando estacionaba frente al local vidriado del gimnasio. A Gabriela le había dicho que trabajaba en una florería. Con esa mentira, tenía la excusa perfecta para llevarle siempre una flor distinta.
- Gabriela por qué no aprovechás este ramito de rosas, que se cayó el pedido y ya lo tengo envuelto - Omar empleaba un tono casual, como quien no quiere la cosa. Gabriela aceptaba sonriente, preguntando si acaso no podía esperar a que llegara otro pedido.
- Si piden otro, se arma uno nuevo. Descuidá.
Y luego se dirigía a algún aparato, donde en realidad no hacía nada más que acomodarse en tal posición que pudiera seguir observando a la chica que tanto le gustaba. Desde allí dejaba pasar la hora, contemplando su amor imposible. Salía del gimnasio sin una sola gota de sudor, sonriendo a la joven recepcionista.
- ¿Y cuando la vas a encarar? - preguntó con impaciencia alguien en el bar.
- ¿A quién? - Omar se la veía venir.
- ¡A la chica del gimnasio, hacete el gil!
- ¡Pero si es fea! ¡Cómo te puedo hacer entender eso!
Esa semana fueron rosas, crisantemos y claveles.
- ¿Estas son las que se usan en los velorios? - Gabriela observaba el ramo con cierto recelo.
- Si, me olvidé de entregarlas con una palma, hace un rato y no me daba la cara para volver. Imaginate, pobre gente.
- ¿Y en un ramo para un velorio?
- Viste como es la gente... ¿para qué contradecirlos?
Luego jazmines, rosas de nuevo y hasta una begonia en maceta.
- ¿Y esta?
- Me confundí de color. Querían roja y agarré una naranja. Quedátela, yo busco otra.
Una mañana dos de sus amigos pasaron por el frente del gimnasio y al verlo dentro, detuvieron la marcha. Se asomaron y lo llamaron con silbidos. Cuando Omar miró hacia donde estaban, empezaron a guiñarle el ojo y cabecear para el lado de la recepción. Gabriela, que estaba atendiendo un llamado telefónico, no los vio. Omar, en cambio, se pudo colorado de la vergüenza. Y si no era porque simulaba estar haciendo ejercicios en una bicicleta fija, habría salido corriendo del lugar.
- Vas a tener que hacer algo, viejo. En cualquier momento la mina te aparece con un macho y vos te morís de la depresión.
- ¡Y dale con eso... ! - Omar frunció el ceño, como fastidiado, pero luego agregó - ¿Vos decís que podría empezar a salir con alguien?
- Y...
Ese viernes juntó todo el coraje de la semana. Le había llevado fresias el lunes, liliums perfumados el miércoles y ahora, bajo el brazo, disimulando, llevaba rosas blancas.
Se plantó como siempre delante del escritorio y extendió el ramo.
- Gabriela, para vos.
- Qué bonitas Omar. ¿Una clienta se arrepintió?
- No, esta vez las traje para vos, de regalo. Y pensaba, no sé, si por ahí, que se yo, esta noche, o mañana, o una noche, o en otro horario, como vos quieras, o como a vos te parezca, yo pensaba, si por ahí, no sé, te gustaría ir a cenar conmigo, o ver una película, o las dos cosas, no se, si por ahí, que se yo, cuando quieras.
- Ay Omar, gracias... pero a mi novia quizá no le agrade que vaya con alguien a comer o al cine. Pero gracias, sos un tierno. ¡Y gracias por las rosas! Estas que te molestaste en traer especialmente para mi, me las quedo yo, que se cague Josefina, siempre se termina quedando con las flores que me traés.
Omar ya no volvió a ir más al gimnasio. Sus amigos en el bar aseguran que a pesar de eso, está en mejor forma.

domingo, 11 de agosto de 2013

Compra urgente

El hombre entró a la tienda y sin esperar su turno, se apropió de una vendedora.
- Necesito tres telescopios, un espejo y una carta astral, urgente.
La mujer dudó entre pedirle que sacara número o hacerle entender que aquello era una venta de alimentos para mascotas. Optó por lo último.
- Señor, aquí no tenemos lo que busca, mire a su alrededor.
Sorprendido, el cliente observó los productos en exhibición.
- Es una fachada, lo sé. Por favor, busque a su patrón y dígale que necesito lo que le pedí de manera urgente.
Con ojos pacientes, la mujer le contestó:
- Señor, por favor, no tenemos lo que quiere. Y mi patrón es mi hermano, y no lo voy a hacer perder tiempo con esto. Así que si me disculpa...
- ¡Usted no comprende! ¡De esto depende el futuro de la humanidad! Necesito...
Una señora mayor, a quien le correspondía el turno, se cansó de la escena.
- ¡Sea más respetuoso, mijito! Acá se vende comida para animales y el que me va a tener que disculpar es usted, porque me están atendiendo a mí.
La señora se adelantó hasta el mostrador, pero el hombre no vaciló. La agarró de los hombros y la movió un metro hacia atrás, situándose otra vez delante de la vendedora.
- ¡Pero qué hace! - gritó la anciana.
El hombre no hizo el menor gesto, como si no la hubiese escuchado.
- Necesito lo que le pedí - dijo, visiblemente alterado.
- Señor, retírese o lo hago salir del negocio.
- ¡Me voy a retirar cuando tenga las cosas que le quiero comprar!
- Pero escuche hombre - terció un joven que llevaba un pug en los brazos - ¿cómo no puede entender que eso que busca, acá no lo tienen?
- ¡No me lo quieren dar, que es distinto!
- Me cansó, llamo a la policía - dijo la vendedora.
- Eso, llámela - la respaldó sin ironía alguna el hombre, casi encima del mostrador, mirando su reloj de muñeca una y otra vez - Pero rápido, que en cualquier momento caen.
- Mientras viene la policía, deje que me atiendan - pidió la anciana.
- De ninguna manera - le respondió el hombre, que ahora parecía nervioso al mirar la hora.
En aquel preciso momento, se escucharon gritos en la calle. El joven con el perro, se asomó por la ventana.
- ¡Miren el cielo! - gritó.
El hombre en el mostrador se agarraba la cabeza.
- Es tarde, es tarde - balbuceaba.
Los demás clientes salieron a la calle, incluyendo a la vendedora. El hombre en cambio se arrojó detrás del mostrador. A lo lejos, escuchaba el sonido de un patrullero policial acercándose.
- Es tarde, es tarde... - repetía en un murmullo monótono, casi inaudible, apagado por los gritos y alaridos provenientes de la calle, donde todo estaba sucediendo.


viernes, 2 de agosto de 2013

Síntomas y caprichos

Más que un síntoma, lo de Benítez se trataba de un capricho. Fiebre un lunes a la mañana, según su mujer, era señal que no quería ir a trabajar. Se pasó el día en cama y el martes amaneció mejor, pero tenía el certificado del médico para faltar un día más.
Antes de acostarse le dijo a su mujer que creía tener fiebre otra vez.
- Estuviste leyendo el diario en el patio, sentado afuera con el frío que hacía, en lugar de hacer reposo.
- Lo hago venir temprano al médico y me pido un par de días más.
- Mirá, si querés, hacelo. Pero yo te vi leyendo el diario en el patio.
Benítez lo hizo, llamó al médico y consiguió dos días más. Su mujer, que era su jefa, terminó por despedirlo.
A la noche, mientras cenaban, él callado, ella mirándolo fijo, el que habló fue el nene, de diez años.
- Papito, no sos boludo por no haberte descuidado estando enfermo. Lo sos por casarte con tu jefa. ¿Mamá, puedo comer otra mila?

viernes, 26 de julio de 2013

Benjamín y ella

Algo atraía su mirada a ella, cada tarde, en aquel pasillo. Quizá era su forma de entornar los ojos o simplemente, la honestidad de su sonrisa. Lo cierto es que Benjamín olvidaba por completo que ella era un retrato y sus límites, un marco de madera. Y en ese olvido, pretendía un sueño imposible.

sábado, 20 de julio de 2013

Culpas

Cuando un perro se ha mandado una macana, agacha la cabeza y se refugia en algún lugar, creyéndose a salvo de castigo alguno. Cuando un niño ha roto algo, se asusta y trata de esconderlo de la vista de sus padres, aunque su miedo a flor de piel termine por delatarlo.
Pero el hombre adulto, no importa el género, muchas veces es indiferente ante el mal obrar, y en otras, va más allá aún: ante cualquier sospecha miente e incluso, acusa a un inocente.
Mucho más minucioso y abundante en detalles, es el libro sobre esta temática del Dr. Lindon Camello. Si bien no es un éxito de ventas, es una lectura interesante. Brinda ejemplos muy claros y demostrativos sobre la condición humana para afrontar las equivocaciones, analizando las razones por las cuales, a medida que la persona crece, en lugar de aceptar la posibilidad del error, recrea una realidad paralela en la que es inocente de cualquier cargo.
En cuanto a los pocos ejemplares vendidos, el Dr. Camello responsabilizó a la mala gestión de la editorial a la hora de la distribución.
- ¿No creo Dr. que se debe a que es un tema de poco interés para la gente? le preguntaron en cierta feria del libro.
El hombre miró con ofuscación al periodista y decidió marcharse sin contestar esa ni las demás preguntas que le reclamaban.
- Periodistas de cuarta, las cosas que vienen a preguntar - farfulló antes de desaparecer por la puerta principal.

domingo, 14 de julio de 2013

Un arrebato

Humedad. Graznidos. Indudable, inexorable, el Sol bañaba el monte. El hombre se levantó del catre y miró a lo lejos. Sintió que algún demonio lo arrastraba en un arrebato hasta la cuesta de la sierra. Y le prometía reinos, poder y gloria. No había a su lado ángeles que lo confortasen. Cuando sintió una mano áspera, gastada, agrietada, pesando sobre su hombro, Marcos abrazó a aquel campesino y se secó una lágrima al ajustarse el pasamontañas.

miércoles, 10 de julio de 2013

Destino

Primero niños, después adolescentes. Luego, incautos,  la vida nos arroja a las fauces de la realidad.

jueves, 4 de julio de 2013

Sueño asfixiante

Un sueño dentro de otro, dentro de otro, dentro de otro. Un sueño sin salida. Cíclico, asfixiante. Eterno.
Al despertar, el sudor, el espanto. El universo no existe, nada existe. Solo ha sido una pesadilla.
El dios se vuelve a acostar, y lo que sueña, ya no nos incumbe.

viernes, 28 de junio de 2013

Molestia

Una idea se posó sobre mi cabeza. Aleteaba y zumbaba enloquecidamente; por momentos me hacía cosquillas, por momentos me irritaba.
Terminó por fastidiarme. No dejaba que me concentrara en un nuevo relato. Sin vacilar la aplasté con la palma de la mano.
Otra vez en paz me arrojé sobre la hoja en blanco, que tanto trabajo me estaba dando esa mañana.

sábado, 22 de junio de 2013

Si tan solo...

Si pudiera deslizar la mano y barrer de un solo golpe toda la tierra que yace encima de su cuerpo, si tan solo pudiera, lo invitaría a salir de allí, lo llevaría a tomar una copa, le hablaría de sus hijos, de cuánto lo extrañan, del dolor que significó su partida.
Sin dudas que si eso fuera posible, eso sería lo primero que haría. Observando la tumba, la lápida de mármol, las flores marchitas, suspira resignado, es conciente que no va a tener jamás esa posibilidad.
Sabe de imposibles, de pérdidas y derrotas. De angustia y sinsabores. Pero principalmente sabe que no podrá mirarlo a los ojos y decirle lo que tanto desea, eso que tiene atorado en el alma y en la garganta desde el funeral, cuando el contador, entre lágrima y lágrima, le confesó otra tragedia.
Pateando las hojas secas, con las manos bien dentro de los bolsillos buscando calor, le da la espalda a la escena, para escaparse de ese lugar, desolado como el invierno. Sin embargo, en su mente, resuenan esas palabras que dichas al viento, carecen de valor:
- Juancito, hijo de puta, te patinaste en caballos todos los ahorros de la empresa.
Y con bronca, se aleja paso a paso, imaginando ahora sus manos en el cuello de Juancito, apretando fuerte, para matarlo por segunda vez.

viernes, 14 de junio de 2013

Nunca las dos

- ¿Y si dejo caer una piedra? - preguntó con solemnidad Gonzalito.
- Supongo que se hundirá - respondió Alejandro, mientras trepaba a la baranda del puente.
- ¿La tiro?
- Hacé lo que quieras.
Gonzalito bajó, tomó carrera y al llegar a la baranda lanzó la piedra. La vio volar por el aire, cruzándose delante del sol, del cielo celeste, para luego caer con los árboles de fondo de manera majestuosa, sin posibilidad alguna de detenerse, hasta llegar al río que avanzaba cansino, varios metros más abajo.
- Se hundió.
- Y si... - a su hermano las certezas gonzalianas le caían de mala manera.
- La quiero ir a buscar.
Alejandro lo miró, fastidiado.
- Gonzalo, es una cosa o la otra. Nunca las dos. Andá aprendiéndolo.
Y Gonzalito, con sus cinco años a cuesta, volvió llorando a su casa, sabiendo que mamá o papá lo consolaría. Y siempre sería así, estaba seguro: siempre.

jueves, 6 de junio de 2013

Fantasmas

- Sabe Evaristo, lo feo no es que se fue, sino que es probable que vuelva.
- Usted es muy pesimista, don García.
- Y qué quiere... he visto volver cada cosa.
- Ve, ahí tiene. Siempre pensando en pasado. Mire hacia delante, mijo.
- Es que me cuesta Evaristo, uno no conoce otra cosa que lo que ya vivió. No tiene experiencia en el futuro.
- ¿Y quién la tiene? Mire lo que dice. Si así fuera, todos viviríamos siempre en el presente, sin ilusiones ni proyectos.
- No conozco de esas cosas.
- Pues aprenda, hombre.
- La vida me ha enseñado cosas, y pocas son buenas.
- Péguese un tiro entonces, don García. ¡Qué quiere que le diga!
- Se va a reír, pero mire - sacó un revólver entre sus ropas - acá tengo el arma, esperando el momento.
- ¡Guarde esa cosa, no sea imprudente!
- No se asuste, no es para mí. Es por si vuelve.

lunes, 3 de junio de 2013

A buen entendedor

La discusión había llegado al punto más alto de la tarde. La mesa se movía inestable ante los ampulosos golpes que sin darse cuenta le propinaban con los movimientos de los brazos. Los pocillos de café, largamente vacíos, tintineaban sobre los platos en los que estaban apoyados. Las voces se confundían, ya nadie sabía quién hablaba, a quién correspondía tal postura, quién la refutaba, el que estaba a favor, el que estaba en contra. Las voces parecían una sola, pero diciendo cosas distintas. El sonido fue ascendiendo, hasta tapar las demás conversaciones del bar. Finalmente eran gritos, casi al límite de quedar afónicos.
Cuando se hizo el silencio, nadie sabía de lo que hablaba. Se miraron unos a otros, algo avergonzados. Pidieron la cuenta, dejaron sus billetes sobre la mesa y luego se fueron.
Un parroquiano que había observado la situación le guiñó el ojo a Jaime, el mozo.
- Al menos se van y dejan el dinero.
Jaime lo cortó en seco.
- Por favor don García, no me saque a relucir la política a estas horas.

lunes, 27 de mayo de 2013

Amigas de shopping

Cierto día, Analía y Laura salieron de compras. Más allá de los gustos diferentes, coincidieron en el sitio donde gastar el dinero.
El shopping tenía tres pisos y al menos, seis escaleras eléctricas. Pero lo más importante era que estaban todas las marcas de moda.
Analía buscó vestidos de noche y zapatos de taco alto. Se probó al menos cien vestidos, pero compró cinco. Con los zapatos hizo lo mismo. Más de una vendedora la miró con mala cara y su amiga se lo reprochó.
Laura, en cambio, no dio tantas vueltas. Fue muy resuelta a la hora de elegir lo que quería. Al final del día llevaba en sus manos bolsas de diez comercios distintos. Y dentro de las mismas, desde pantalones a remeras, un par de bikinis y ropa interior.
Regresaron juntas en un taxi. La primera en bajarse fue Analía. Laura se despidió y continuó viaje, pero a las dos cuadras le pidió al taxista que la llevara de nuevo al shopping.
Ya sin su amiga, se probó cien vestidos para comprar solo uno e hizo lo mismo con los zapatos, para quedarse con un par. Satisfecha, volvió a su casa.

martes, 14 de mayo de 2013

Nuevo virus

En las noticias la información ocupa todos los espacios. La mayoría de los programas de televisión hablan de lo mismo. Las tapas de los diarios y sus páginas internas, se ocupan del tema. En las radios, ocurre algo similar. En internet, no se habla de otra cosa.
En tanto, en las calles desiertas, el silencio es atroz. De vez en cuando una ventana se abre y alguien espía hacia afuera. O pasa un coche, raudo, escapando a las posibilidades y rompiendo la monotonía. Los cuchicheos son paredes adentro, con voz temerosa, angustiada. Nadie tiene respuestas, solo el temor instalado.
El nuevo virus paralizó el planeta. Todos evitan el contacto, ninguna persona sale a conversar con otra. La tecnología lo permite, el miedo lo ampara.
Al menos, hasta que alguien hable de esperanza o un laboratorio haga un mea culpa.

martes, 7 de mayo de 2013

Alienación

Decidió, en un acto impulsivo, abandonar la sociedad. Se despojó de sus bienes materiales, incluso la casa, y con muy poco, se internó en el bosque. Regresó a los tres días. En el bosque no tenía donde cargar su smartphone.

lunes, 29 de abril de 2013

Cuenta saldada

La habitación olía a sahumerio barato. Las sábanas, revueltas, caían sobre el piso de madera. El cuerpo permanecía rígido, con la indiferencia propia de la muerte. Sobre la almohada las manchas de sangre lloraban la tragedia.
Podía salir por la puerta y olvidar lo que había visto, regresar por el pasillo, bajar las escaleras del hotel y escapar para siempre del pasado. Podía. Sin embargo me acerqué hasta la cama, busqué en mi bolsillo una navaja y tracé sobre la espalda fría las cuatro letras que encadenaban mi condena.
No me importaba quién lo había hecho, no me interesaba un culpable. La había seguido para cobrarme venganza, pero alguien me había ganado de mano. El ayer estaba en paz.
Finalmente, abandoné el lugar.

domingo, 21 de abril de 2013

Historia de un mate de madera

El mate era de madera, no muy grande y algo percudido por el uso. Supo tener uno de calabaza, pero lo había perdido una vuelta en el río. Le quedaba solo éste, que era un recuerdo de su hermano, ya finado. Le pasó un trapo para dejarlo limpio. La casa no tenía vidrios en las ventanas y la tierra que se metía por la noche se recostaba sobre cada objeto de aquel sucucho. No había mucho, pero al menos sobraba dignidad. Así le decía su madre, cuando era pequeña.
Usó el mismo trapo para la bombilla, cuyo metal en algún tiempo tuvo brillo y ahora lindaba los terrenos del óxido, si es que no se le secaba bien cuando se lo lavaba. Se puso de pie a duras penas. Las várices la estaban teniendo a maltraer. Hurgó en la alacena desvencijada, pero por más que buscó no encontró yerba.
Se la había llevado el "ruso" a la isla y no volvía hasta el lunes. Así era su marido. Miró el mate y la bombilla sobre la mesa y el catre a un costado, donde dormitaba Lucía. La pobre se levantaría y no tendría ni un mate para engañar al estómago. Apenas si tenía unos pesos, pero no le alcanzaba ni para el paquete de medio. Ya hasta del mate debía privarse. Rezongó en silencio, aguantando una lágrima.
Se asomó por la puerta de la casilla y observó el ligustro. Tenía varias ramas secas. Le quitó las hojas y las molió sobre la mesa, tratando de apaciguar el ruido, para no despertar a la nena. Cuando tuvo un puñado, lo metió dentro del mate, hizo lugar para el agua que acababa de calentar y finalmente introdujo la bombilla. Cerró los ojos y chupó despacio. El gusto amargo se quedó unos segundos en la boca y luego bajó por la garganta. Sintió la tibieza de la infusión, metiéndose en el cuerpo. Suspiró.
Se acercó al catre y le tendió un mate a su pequeña.
- Arriba niña, que aquí le traigo el desayuno.

miércoles, 10 de abril de 2013

Cuarto inteligente

Mientras algunos niños jugaban a la mancha y otros improvisaban un partido de fútbol con una latita de gaseosa abollada, un grupito conversaba cerca de la puerta que daba al patio del colegio.
Ezequiel hacía alarde del poder adquisitivo de sus padres, con la intención de dejar en claro quien tenían más y mejores cosas.
- El fin de semana nos instalaron a mi y a mi hermano el cuarto inteligente.
Los demás chicos y chicas que escuchaban dijeron en coro "Ohhhhhh", pero sin atreverse a preguntar qué lo diferenciaba de otros cuartos. El mismo Ezequiel, cuya sonrisa atravesaba a lo ancho su rostro, se encargó de explicar.
- Una habitación inteligente es lo más moderno que existe. Cuando uno entra, se enciende sola la luz y con solo pedir en voz alta que se prenda el LCD, el televisor empieza a funcionar - mientras hablaba, observaba los ojos que se agrandaban por la sorpresa en las caras de sus amigos - y eso no es nada, ya sabe en que canales debe prenderse, según la hora.
- ¿Y eso? - preguntó Marcelo.
- ¡Porque es inteligente, sabe los gustos míos y de mi hermano! Y esperen, que eso no es todo. Tiene una kitchenette automática...
- ¿Una qué? - interrumpió Ramiro.
- ¡Una kitchenette! Una especie de cocina. Pero todo automático eh, todo. Con hablarle, te prepara lo que quieras. Café con leche y medialunas calientes, un sánguche de jamón crudo y palmitos, lo que quieras. Y tiene heladera, pero no una común, ojito, ésta tiene cinco dispenser, uno de gaseosa fría, otra de jugo de naranja, una para el yogurt bebible, y las dos restantes no me acuerdo, porque no las usamos. Es impresionante. Y cuando es hora de dormir, las luces se van apagando de a poco y según el clima, el split se programa solo para que caliente o enfríe el lugar. Una vez que nos quedamos dormidos, si el tele quedó encendido, se apaga.
Terminó con una sonrisa, saboreando el silencio que se hizo a continuación, quebrado finalmente por el timbre que señalaba el fin del recreo.
- Disculpá, me quedó una duda - dijo Nacho, que jugaba con una moneda de diez centavos entre sus dedos - ¿A la hora de dormir, la habitación llama a tu mamá para que te de el beso de las buenas noches, también?
- Y no... - respondió Ezequiel, contrariado.
- Mirá vos - dijo Nacho alejándose para volver al salón de clases -, me quedo con la mía entonces, que viene con ese servicio antiguo y pasado de moda.

viernes, 5 de abril de 2013

Del rebote de las piedras

De chiquito había descubierto, de casualidad, que las piedras podían rebotar en el agua. Se necesitaba práctica, pero era posible. Ya más grande, se dedicó a estudiar el fenómeno. Años enteros encerrado en laboratorios y oficinas, junto a otros catedráticos, evaluando y descartando hipótesis.
El peso, la velocidad, la fuerza, la distancia, el ángulo, la caída, el impacto. Años y años. Mecánica de fluídos, física, matemática... Tantas veces había experimentado el lanzamiento, batido marcas, estudiado por horas el hecho en cámara lenta en gigantescas pantallas de video, que aquello más que un estudio científico parecía una obsesión.
Una mañana amaneció viejo, achacado. Se había hecho construir la casa a orilla de un lago, en las afueras de la ciudad. Caminó bajo el primer sol de la mañana, a paso lento. Dejó que el agua mojara sus pantuflas. Se agachó, tomó una piedra y tanteó el peso. Giró su brazo, buscó el ángulo y la lanzó. La piedra hizo un rebote, luego otro y otro, y otro, y otro. La perdió de vista, sabiendo que seguiría saltando sobre el agua hasta llegar al otro lado de la orilla. El movimiento podía ser eterno, si las condiciones se prestaban.
Suspiró y dejó escapar el aire. En esa piedra y en todas las demás, se había ido su vida. De rebote en rebote, sin mirar atrás. Esa era su conclusión, esa era su tésis final.

lunes, 1 de abril de 2013

Vértigo



Ella me había invitado al balcón. La noche perlada de estrellas imponía un fondo romántico. Vestía de manera ligera y se le notaban las mejillas rosadas. Había tomado mucho vino y sus manos me llamaban, sensuales, como dos serpientes a punto de atacar.
Di un paso, esperanzado. Di otro, excitado. Luego observé la baranda, la ciudad interminable y el abismo que se abría camino hacia abajo.
Huí hacia la puerta despavorido, antes que el precipicio me devorara hacia sus fauces hambrientas.

martes, 19 de marzo de 2013

La sabia sorda

Tengo la tristeza atragantada. Es la vida la que duele, es la vida la que nos hace caminar por caminos repletos de brasas, con el único fin de sonreír. Es perversa y cruel. Sabe cuando regalar alegrías, para luego quitárnoslas. Conoce los momentos en que estamos con las defensas bajas, para asestarnos el puñal. Se mofa con nuestros fracasos, nos induce a la equivocación, nos lleva de la mano a confrontar el pasado, a descreer del futuro, a ser inútiles en el presente.
Las lágrimas que caen son el sudor de esa vida, de ese desgaste paulatino de nuestros días, esa suma de sentimientos y sufrimientos, de momentos encontrados. Nos pone de rodillas, sin piedad. Nos castiga en las partes que más nos duelen y disfruta de ello. A muchos nos vence, nos hace abandonar. A otros, solo nos demora, nos detiene. Es un viento en contramano que sopla con fuerza, queriendo arrojarnos al barranco. Pero también espera otra cosa. Espera que le echemos la culpa y nos creamos con eso convencidos de esa realidad. Sin embargo, es ahí donde podemos salir victoriosos, alejándonos de ese camino con tanto viento y buscando otros, donde lo que sople sea una brisa y donde las lágrimas duelan menos. Es ahí donde en lugar de avanzar con la cabeza gacha, debemos levantar la vista y optar la dirección a seguir. O seguimos chocando contra el mismo dios una y otra vez, hasta estallar en pedazos, o nos arriesgamos a otros peligros, pero nuevos, aún con la llama de esperanza necesaria para que nuestro fuego no se extinga.
Solo así, la tristeza trocará en felicidad o al menos, tendremos la posibilidad de comprobarlo. Culpando a la vida, solo logramos culparnos ante un juez que no existe más allá de nuestra imaginación. Afrontándola, daremos batalla.
La sabia sorda lo dijo, esperando ser escuchada, porque ella misma no lo hace.

martes, 12 de marzo de 2013

Año y medio

La vista era imponente. Con la taza de café humeante, la contemplaba en silencio, como correspondía. La oscuridad del universo lo seguía deslumbrando. Era alucinante y paradójicamente, brillante.
Un simple cálculo le permitía saber donde estaba. La cantidad de días navegando a la velocidad de la luz era la clave para saber la posición de la nave. Y esa jornada marcaba el año y medio exacto.
Dejó de lado las cuentas, fascinado por esa cifra. Dieciocho meses. Parecía como si solo hubiesen pasado unas pocas horas desde el despegue en la base ubicada entre las montañas. Sin embargo, aquello estaba ahora muy lejos, más de lo que cualquiera pudiera imaginarse.
A veces pensaba en el planeta, en lo que había quedado atrás. La ciencia era su deber y por eso había asumido la misión. Cada tanto volvía la mirada hacia las pantallas para observar ese universo basto e infinito que se extendía a su merced, siempre inalcanzable, misterioso y desconocido.
No se animaba a cavilar sobre el futuro, la realidad que encontraría a su regreso, del paso del tiempo en la gente que quería. En su momento puso todo sobre la balanza y evaluó. No dudó jamás en la decisión. Tampoco se arrepentía. Eran simples pensamientos en medio de un viaje único, deseado desde su infancia, cuando soñar aún era un juego y no una meta.
La voz de Mariana llegó a sus oídos. Giró la cabeza y la vio, recién despierta, saliendo de la habitación, vistiendo tan solo un camisón rosado. La más brillante de todas las estrellas, la más hermosa también.
Cuando ella le dijo que estaba dispuesta a acompañarlo en ese viaje, no tuvo más que preparar los bolsos. En el confín de la existencia, con el amor de su vida. ¿Qué más podía pedir? ¿Descubrir el sentido de la vida?
Acaso ya lo había hecho, el enamorarse de ella. Ahora solo viajaba en nombre de la ciencia, buscando otras respuestas, quizá menos importantes.

jueves, 7 de marzo de 2013

Rescate

La mujer atendió el teléfono.
- Escúcheme Adolfina Wellington - exhortó la voz del otro lado de la línea - Escúcheme bien. La estamos llamando del futuro. Tenemos raptado a su hijo. Queremos un millón de dólares por el rescate...
- ¡Pero yo no tengo hijos! ¿Qué clase de broma es esta?
- Le digo que la estamos llamando del futuro. En el futuro usted tendrá un hijo, pero no lo podrá ver crecer, porque morirá llevándolo al colegio, junto a su marido, en un accidente de auto. Por eso, la llamamos al pasado. Para que valore la vida de su hijo, que ha quedado huérfano. Y para que nos deposite en una cuenta que le vamos a pasar...
- Espere un minuto. ¿Se cree que soy tonta?
- No le miento señora, no es fácil hacer una llamada desde el futuro, hemos inventado una tecnología nueva, si quiere, pregúnteme lo que desee, así puede quitarse la dud...
¡Trac!
La mujer colgó el teléfono con fuerza.
- ¿Quién era amor? - preguntó su esposo, que estaba pintando la habitación del departamento que habían alquilado tras el casamiento.
- Un estúpido y una jodida broma. Pero por las dudas, te aviso. Desde esta noche, preservativo.

domingo, 3 de marzo de 2013

Ideas

En el sector de novedades encontró el libro que siempre soñó escribir pero que jamás había escrito.Consternado, buscó al librero.
- ¿Cómo es posible? Yo no he escrito este libro aún - le dijo con bronca.
El dueño de la tienda sonrió.
- Es que ese libro lo escribió otro. Quizá se cansó de esperarlo a usted.
- ¿Me quiere decir que si un escritor se demora, la idea va a parar a la cabeza de otro?
- Por supuesto. Se dice que "Esperando a Godot" era una idea de Steinbeck, pero finalmente la escribió Beckett.
- Pero... ¿ahora que debo hacer?
- Escribir la próxima idea que tenga en mente.
- Esa era la única.
- Entonces limítese a leer, que tampoco es tarea fácil.
El hombre se marchó desahuciado, con las manos vacías. El librero lo observó cruzar la calle, bajo el marco de la puerta.
- Novatos, creer que las ideas les pertenecen. ¡Como si las musas tuvieran dueños! - y luego de chistar, se metió en la tienda, donde una señora estaba a punto de comprar un par de libros usados.

miércoles, 20 de febrero de 2013

El viudo

Al revelar el rollo notó una constante en sus instantáneas: en cada toma había sangre. No era un gran novedad, dado que era fotógrafo de la policía, pero existía un detalle: las fotografías eran de su viaje de bodas.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Todos mienten

Con las manos sucias aún de cal, César entró a su casa. Se las limpió con un trapo húmedo, pero no tenía ganas de bañarse. Su mujer se lo reprocharía más tarde, pero para él ya había sido suficiente. Había trabajado desde temprano en el fondo del patio, donde estaba levantando un tapial. Ni siquiera había tenido tiempo para cumplir el encargo de su esposa, que le había pedido que le llevara una canasta con huevos a su prima, que vivía a un par de cuadras.
Agotado, se dejó caer en el sillón. Con el control remoto encendió el televisor. En la pantalla apareció un periodista comentando una noticia de actualidad. Tras escucharlo quince segundos, César cambió de canal con cierto fastidio.
- ¡Miente! ¡Cómo siempre!
Fue cambiando compulsivamente, cada programa que ponía le desagradaba.
- ¡Mienten, todos mienten! ¡Ya no se le puede creer a nadie en este país! ¡A nadie!
La voz de Alicia llegó desde la cocina.
- ¿Viejo, pero qué te pasa?
- ¡Qué me va a pasar! No se puede ver nada en televisión. Se la pasan mintiendo, como si todos fuéramos estúpidos y nos chupáramos el dedo.
- ¡Pero apagá esa cosa, por favor! Leé un libro, andá a pasear al perro, pero no te alteres.
- ¡Para no alterarme! ¡Todos mienten vieja, absolutamente todos!
- Ay, César. Te va a hacer mal ponerte así. Decime, ¿le llevaste los huevos a Irma?
- ¿Los qué?
- Los huevos que te pedí que le llevaras...
- Ah, si, si. Se los llevé.
- Bueno, apagá eso y andá a hacer otra cosa.
- Todos mienten Alicia, todos. Absolutamente todos.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Hora de dormir

El niño cerró los ojos y los mantuvo apretados con fuerza. El ruido de cada noche estaba ahí. Era algo en el ropero, pero ni mamá ni papá le creían. Un sonido seco, como de alguien pelando nueces. Como cada noche, luego de un rato, volvió el silencio. Pero ya no el sueño. Permaneció con los ojos apretados hasta el amanecer, sin poder dormir. Al abrirlos, las cáscaras de nueces cubrían la habitación completa.

domingo, 27 de enero de 2013

Descubrimiento

Revisaba un libro viejo de mi madre cuando entre las hojas apareció una estampita. Estaba desgastada por el tiempo y llevaba un angelito dibujado en la cara delantera. Miré el reverso y leí: Recuerdo de mi segunda muerte, 12-10-1931. En letras doradas, casi borradas por el paso de los años, estaba mi nombre. Me estremecí. ¿Cómo podía ser? ¡Era inaúdito! Pensé que esa, había sido la primera.

miércoles, 23 de enero de 2013

Próximo best seller

El científico, dos veces ganador del Nobel, llegó a una terrible conclusión: el mundo no es otra cosa que un violento sueño de su vecino de enfrente. Su próximo libro espera conmocionar a la sociedad académica; se llamará "Lo despierto o lo dejo durmiendo".

jueves, 17 de enero de 2013

Derrotero de una mariposa

La mariposa vuela en forma errática, escapando del niño que la persigue con un palo en cuyo extremo superior hace gala de una red lo suficiente grande como para atrapar a un pájaro.
Se mezcla entre las hojas de un árbol, pero el cazador la distingue y vuelve a la carga. No le queda otra salida que volar hacia la casa. Por cada despliegue de sus alas, puede ver las paredes más cercas, ya casi encima de su fisonomía. Los ladrillos se aproximan, como así las tejas, las ventanas...
Al cruzar delante del vidrio, observa su reflejo, pero es difícil precisar si comprende que es su propia figura la que allí se posa, suspendida en el aire. Aunque es fácil confirmar que se ha olvidado de la persecusión y del peligro que está corriendo.
Es entonces que la red se hincha en el aire y cae con fuerza, arrastrando a la mariposa en su vientre. El niño chilla de alegría, porque ha logrado su cometido. Acerca su rostro, colorado por el esfuerzo, a la red y posa los ojos en ese pequeño ser que bate sus alas de manera desesperada.
La mariposa ahora tiene miedo. Puede ver al cazador que la ha atrapado, que acerca su rostro para intimidarla. Y en sus ojos oscuros, otra vez el reflejo. Es el mismo ser alado de hace unos instantes, pero ahora se muestra inquieto y asustado.
La mano del niño se agiganta y la visión se esfuma. Su cuerpo se comprime y queda a oscuras. Así transcurre una eternidad, hasta sentir que finalmente la presión remite y sus alas otra vez son libres. Pero cuando intenta alejarse, se golpea contra una superficie que pareciera no estar y observa, en lo alto, un círculo oscuro, como de metal.
Sin embargo no es hasta que se calma y deja de batir sus alas en vano, que observa a su alrededor, distinguiendo en aquel lugar decenas de seres como los que vio en la ventana y en los ojos del niño, ya cansados de luchar por su libertad, resignados y abatidos, dentro de frascos de vidrio, esperando su suerte, que no es otra que el paso del tiempo, de las horas, los segundos, la misma muerte.
 

domingo, 13 de enero de 2013

Trece

Trece. El maldito número aparecía en cada puto lugar. Lo veía en las hojas del árbol que se mecía en las sombras, en las tejas del vecino, en el dinero en su billetera. Trece. Apenas si podía dormir. La ventana le mostraba trece estrellas. Cumplía trece noches fuera de la cárcel. Trece. Maldita su suerte. Se levantó y buscó el arma. Basta. Miró el reloj. Eran las tres, con trece minutos. Se puso el cañón en la boca y gatilló. Click. No tenía balas. Era trece. Trece de enero. Gritó "puta madre" y volvió a la cama. Ya no pudo dormir. El destino le había hecho la cruz.

domingo, 6 de enero de 2013

Desayuno interior

Por la mañana caliento el agua, mientras pongo el fuego para las tostadas. Corto el pan en rebanadas y coloco yerba en el mate. Aguardo mirando por la ventana los primeros indicios del sol. En breve el agua va a un termo y el pan en la tostadora.
Luego me siento ante una mesa demasiado grande para mi pequeña soledad y desayuno con la compañía de los sonidos que vienen de afuera: los pájaros, algún perro del barrio que pretende despertar a sus dueños con ladridos, el sonido de la mañana que nace a regañadientes.
La bombilla se entibia con el mate y mis labios la apresan suavemente, anhelantes de ese líquido amargo que recorre su cuerpo. Me remonto a otros tiempos, otros despertares, el mate trae nostalgia, recuerdos.
Me preparo una tostada con manteca. Observo como se derrite. Antes le ponía también azúcar. Ahora me han pedido que me cuide, con lo dulce y lo salado. La salud, el tiempo, los años. De todos modos la saboreo. El paladar disfruta el instante. Apuro la bombilla para que los sabores se combinen.
Ruego para que el mundo se detenga, que sea siempre este momento. Ruego en silencio, para mis adentros, sabiendo que nadie me escucha. Es una plegaria en vano. Es una vida en vano. Por la mañana mi mente es siempre más clara. El resto del día se turba, se confunde. Y no puedo hacer nada contra eso.
Mientras retiro las cosas de la mesa, comprendo que la magia se ha ido, el mundo ha vuelto a moverse. El sol indica afuera que el día ha comenzado. Los sonidos ya son otros. Hasta el segundero del viejo reloj de pared pareciera correr más rápido.
Golpean la puerta. Son ellos. Me vienen a buscar. Busco en el cajón de la única mesa de luz el chumbo y por las dudas, la navaja. Salimos temprano, la calle está dura y uno cada día más viejo. El crimen ya no paga como antaño. Dejo la casilla atrás. Ya soy otro. El de la tarde y la noche. El del choreo y la mala junta.