lunes, 28 de abril de 2014

Paradojas de la vida

Martínez, al que llamaban el "carnicero de dos hojas", porque te mataba con dos cuchillas, me habló de Urdiza una tarde en el pabellón de descanso.
- La última vez que lo vi, todavía se atrevía a mentirme - me dijo, mirándose las uñas sucias -  Luego ocurrió lo que todos saben y ya no pudo hacerlo. Paradojas de la vida. Después de una venganza, ya nada es igual. Principalmente cuando se termina en un cajón.
El rumor era que se lo había cargado, aunque no estaba adentro por eso.
- Me atraparon por boludo, un par de bifes a una nami, estaba borracho. Parece que la maté. No me pareció para tanto.
Pero el tema acá era Urdiza. Porque por su culpa yo estaba en la cárcel y el único que podía sacarme, si decía la verdad, era él. Mi esperanza murió el mismo día que me enteré que había sido boleta. Pero Martínez me acababa de confesar que mi lápida a había tallado él. Y eso no es algo fácil de digerir.
- ¿En serio? - me preguntó, observándome duramente a los ojos - ¿Y qué pensás hacer, vengarte metiéndote conmigo?
Ambos sabíamos que eso era un suicidio. Le guiñé el ojo y sonreí. El "carnicero" siguió mirando sus uñas, hasta que apareció un cascarudo. Sin dudarlo lo apretó con sus dedos, lo hizo añicos con el puño y se lo llevó a la boca como un caramelo.
Preso y cagón. Peor no me podía ir. El silbato sonó y supe que había terminado el descanso. Y así sería por varios años más, gracias a Urdiza y al desgraciado de Martínez.

sábado, 19 de abril de 2014

Dueño del momento

En media hora debía salir hacia su cita. El estómago puntualmente comenzó a gruñirle.
- La vas a pasar mal, no vayas - tradujo su mente.
Evitó pensar en ello. Estaba yendo al psicólogo desde hacía un año justamente para solucionar ese problema que lo aquejaba desde que tenía memoria.
Treinta minutos después caminaba hacia el bar que ella le había indicado en un mensaje al celular. Sentía que en su panza habían inaugurado una montaña rusa sin su consentimiento.
- Volvete a casa, te vas a descomponer - le dijeron mediante retorcijones sus intestinos.
Pensó en otra cosa. En los ojos café que lo esperaban, de miradas cálidas que lo derretían. En la posibilidad de una caricia, tal vez un beso.
Llegó. La puerta verde invitaba a entrar con música alegre que sonaba del otro lado. Puso la mano en el picaporte.
- Te vas a arrepentir, pegá la vuelta - escuchó que en un susurro le decía el estómago.
Se mordió los labios. Debía vencer esa debilidad. Tenía que ser dueño del aparato digestivo y no al revés. Abrió la puerta.
Había mesas, gente feliz alzando copas, una banda tocando en vivo, una larga barra, un barman rodeado de botellas y cerca de una ventana, ella, esperándolo con una sonrisa.
Casi corrió a su encuentro. Hubo un breve tirón en su vientre, pero no le hizo caso. Llegó a su lado, besó su mano y ella lanzó una bella carcajada, luego, siguiendo la gracia, se inclinó para reverenciarla. Allí, al agacharse, su culo largó un pedo.
- Te dije - tradujo del pedo, mientras se ponía rojo de vergüenza y salía corriendo para ponerse a salvo.
La morocha se quedó sola contra la ventana, confundida y envuelta en un halo de desagradable destino.

lunes, 7 de abril de 2014

No apto para pimera cita

La comida estuvo bien para una primera cita. Nada extravagante pero tampoco de medio pelo. Pero era jueves y tocaba noche de cine. Herminio no sabía como decirle, había dudado toda la noche, hasta que viendo en el reloj del restaurante que se aproximaba la hora de la función, tomó el toro por las astas.
- Adela, hermosa, ha sido una hermosa noche, pero hoy tengo que ir al cine…
- ¡Qué lindo! ¡Vamos al cine!
- No, lo que quería decir era otra cosa...
- ¿No vamos al cine? Con lo que me gusta - dijo frunciendo los labios.
- Me encantaría invitarte, pero dudo que te guste. Es cine de clase B.
- No entiendo. ¿Clase B? ¿Las butacas están más lejos?
Herminio largó una carcajada.
- Se trata de un cine de culto, de bajo presupuesto. No creo que conozcas a los actores o que hayas oído nombrar a las películas.
- Y si no son buenas ¿para qué vamos a ir?
- ¡Para mi gusto son buenas! - respondió ofendido Herminio.
- Y yo que soy, una chica clase B o A - preguntó desafiante.
- ¿B o A? ¿Qué tiene que ver? Hablamos de cine.
- No, ahora quiero saber. Fui una cita A, B o Z.
- Z es un subgénero del B.
- La había pasado bien Herminio, no comprendo esta forma de querer dejarme a un lado.
- No malinterpretes. Creo que no te gustaría ver cine Clase B. Al menos, en la primera cita.
- Muy bien - dijo, levantándose bruscamente - Si yo, según vos, no quiero cine B, vos, según mi opinión, no querés una noche de sexo clase A – y dicho esto, se marchó.
Herminio consultó de nuevo la hora y pidió rápido la cuenta. Esa noche daban una de vampiros que no había visto. ¡Y ella que quería tener sexo! Nunca comprendería a las mujeres.

martes, 1 de abril de 2014

La ruleta eterna

Sintiéndose en la cornisa Ismael le jugó todo al 18. Podía escuchar los latidos de su corazón por encima de la multitud.
La bolilla giró eternamente, siglos y siglos. Se convirtieron en figuras del tiempo, condenados a una chance.
Aun aguarda Ismael que el destino le sonría. A su alrededor todos esperan espectantes. Es un manojo de esqueletos delante de la ruleta del universo.