miércoles, 29 de octubre de 2014

Tropezón

Caminaba Ricardito ausente del entorno, con sus pensamientos arremolinados y enfrascados en la vecina nueva del barrio. Cazaba mariposas, diría su abuela. Estaba en babia, su madre. El destino de tal comportamiento no podía ser otro. Baldosa rota y tropezón. Caída y lamento. La vecina nueva del barrio mirando justo por la ventana de su casa y su carcajada llegando a oídos de Ricardito.
Ahora camina mirando el piso, un poco de vergüenza, otro poco para no tropezar de nuevo, pero por otras calles, lejos de la vecina nueva. Es que le sigue doliendo, a pesar que no lo admite. Y no el golpe, sino las risotadas. Esas que no hieren por fuera, pero matan por dentro.

viernes, 24 de octubre de 2014

El reino del miedo

Mientras miro por la ventana y espero verla aparecer por la esquina, me pregunto qué es lo que la demora. El té se ha enfriado a un lado y mi mano temblorosa no hace más que inquietar la mesa. El reloj se ha detenido en mi corazón hace más de una hora.
Trato de respirar despacio, pero me apuro. De pensar con calma, pero me impaciento. La dibujo con la mente, una y otra vez. La veo aparecer sonriente, con mil excusas que explicar. Y cuando pretendo escucharla, dejo de verla y en su lugar, la esquina vacía, llena de su ausencia.
Y cuando creo que voy a morir, la veo venir. Semblante serio, ofuscado. Salgo a la calle, la abrazo, ocultando las lágrimas, evitando la vergüenza. Me habla de colectivos que no pasan, de tránsito cortado, de desvíos por calles que desconozco. Está ahí y es lo que importa. Y mientras cierro la puerta, recuperando el alma, me pregunto el por qué, la razón, el sentido, de tener que vivir gobernados por el miedo.
Ni siquiera luego, bebiendo ahora si el té caliente, viéndola a ella preparando una ensalada, encuentro una respuesta.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Sin palabras

El silencio, la quietud de las cosas, el sol que atraviesa la ventana derramándose gris sobre el suelo, sus ojos tristes. No hay necesidad de palabras, ya no hacen falta. Todo es recuerdo, sinsabor, la intolerancia del presente. Deseo del ayer o la inmediatez del mañana, pero no del hoy.
El hoy está fresco y duele, es una nota amarga de una canción deprimente. Y esa canción nos recuerda su nombre en cada rincón, en cada objeto, en cada pestañeo inconsciente de nuestra mente. Y no podemos decirle adiós. No podemos. Y tampoco queremos.