domingo, 29 de abril de 2012

Un viejo

Un viejo camina ausente
y aunque imagínase erguido
cerviz de sauce en la fuente,
cayado en siglos sumido.

Las décadas que ha vivido
le han retenido el aliento,
han puesto sepia en olvido
con hastíos macilentos.

Los fresnos siembran monedas
que cayendo a ritmo lento 
en nostalgiosas veredas
sin tintines bajo el viento

se deshacen en crujidos
pobre orquesta en contrapunto
titubeos sostenidos
sin unísono el conjunto.

Pero él escucha ovaciones,
de quién sabe qué tribunas
coro de las emociones
sus recuerdos importunan.

Lo celebran los canteros,
serias dalias, los claveles,
le devuelven los tinteros,
la colimba, los laureles,

los tiempos que se amontonan
en rincones polvorientos
nunca su gloria destronan
pincelando aburrimiento.

Quiera el cielo que recuerden
la simiente de su especie
no hay amparo si se pierden
sus palabras, no se aprecie

que su paso en la espesura
de una vida aventurada
de la historia, travesura,
está escrito en su mirada.

viernes, 13 de abril de 2012

Tenés que hacer algo Nelly

Y eso que se lo advertí varias veces a la Nelly. Le dije, lo recuerdo bien clarito, "tenés que hacer algo Nelluy, son muchas horas delante de la computadora". Al Matías apenas si lo dejo una o dos horas, después lo echo al patio o a la calle, para que respire aire libre, juegue a la pelota o lo que sea, pero afuera, no encerrado en la casa. En cambio el Hugo, madre mía el Hugo, creo que en los últimos tres años apenas si vio la luz del sol. Salvo para ir a la escuela, el Hugo no salió nunca en este tiempo de la casa. Le pregunto a ella: "¿Y que hace Nelly?". Juega en la compu, me respondió cada una de las veces la Nelly, resignada.
Parece mentira, casi como una bruja le dije una vez: "Va a llegar un día que no lo puedas sacar de la pieza". La Nelly se me reía, jactándose de inmediato que llegado el momento, con un grito arreglaba todo. Pobre, que ilusa...
Acerté en la premonición, aunque no en el sentido que lo pensaba entonces. Es verdad, al Hugo no hay forma de sacarlo de su habitación, pero no porque no quiera, sino porque no puede. Se puso tan obeso en las vacaciones, que al tener que volver a la escuela descubrieron que no salía por la puerta. Y una saca cuentas, no hay muchos misterios, fueron tres meses encerrado en su pieza del primer piso, jugando a los videojuegos, comiendo porquerías, sin hacer ejercicios.
La escucho a la Nelly chillar, a pesar que la pared que da a su casa es de treinta. Está desesperada pobre mujer, los bomberos amenazaron con romper una de las paredes y luego usar un sistema de poleas para bajarlo a la planta baja. En la calle está medio barrio. La curiosidad carcome a todos. Y sin embargo aquí me tienen, en la cocina de mi casa, espiando de vez en cuando por la ventana, pero sin animarme a salir. ¿Se imaginan estar en la situación de la Nelly? Válgame Dios. Por eso no me arrepiento de agarrar cada tarde de la oreja al Matías y arrojarlo al patio, como si fuese una mascota que se ha portado mal.
Es horrible, también escucho al Hugo que le grita a la madre, casi al borde de un ataque de nervios. Intento no escuchar, pero es imposible: "Esperá mamá, decile que aguanten un toque, que estoy en el último nivel y en cualquier momento llega el jefe final".
Pobre Nelly, pobre Nelly...

jueves, 5 de abril de 2012

La pregunta

La contempló una vez más desde el puente de mando. Solitaria y pequeña, como jamás la había imaginado. El capitán también la observaba. Los demás no tenían el coraje. Se les notaba en los semblantes avasallados por la tristeza.
Carraspeó un par de veces y luego le hizo aquella pregunta, cuya respuesta sabía de antemano, a su superior, a quién los ojos parecían temblarle frente al infinito espacio que se esparcía más allá de lo que podía apreciar.
- ¿Volveremos por ella en algún momento?
El capitán se permitió el silencio, no como respuesta, sino como estrategia para ganar tiempo, mientras buscaba las palabras justas, que pudieran contestar con certeza el interrogante, el mismo que se hacían cientos y cientos de sobrevivientes, mientras se alejaban de todo lo conocido.
Finalmente cerró los ojos y contestó, conciente que aquella oscuridad momentánea no lo ocultaba, sino que muy por el contrario, lo exponía ante la humanidad, como responsable de aquella huída, de aquel salvataje en medio del caos, de la destrucción. Solo necesitó una palabra, tan solo una que resumía no su deseo, sino la realidad, aquella a la que siglos y siglos de vandalismo y desidia habían logrado concretar.
- No.
El sargento miró por última vez el planeta y retomó su puesto. Atrás quedaba el pasado.