viernes, 24 de octubre de 2014

El reino del miedo

Mientras miro por la ventana y espero verla aparecer por la esquina, me pregunto qué es lo que la demora. El té se ha enfriado a un lado y mi mano temblorosa no hace más que inquietar la mesa. El reloj se ha detenido en mi corazón hace más de una hora.
Trato de respirar despacio, pero me apuro. De pensar con calma, pero me impaciento. La dibujo con la mente, una y otra vez. La veo aparecer sonriente, con mil excusas que explicar. Y cuando pretendo escucharla, dejo de verla y en su lugar, la esquina vacía, llena de su ausencia.
Y cuando creo que voy a morir, la veo venir. Semblante serio, ofuscado. Salgo a la calle, la abrazo, ocultando las lágrimas, evitando la vergüenza. Me habla de colectivos que no pasan, de tránsito cortado, de desvíos por calles que desconozco. Está ahí y es lo que importa. Y mientras cierro la puerta, recuperando el alma, me pregunto el por qué, la razón, el sentido, de tener que vivir gobernados por el miedo.
Ni siquiera luego, bebiendo ahora si el té caliente, viéndola a ella preparando una ensalada, encuentro una respuesta.

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