lunes, 29 de abril de 2013

Cuenta saldada

La habitación olía a sahumerio barato. Las sábanas, revueltas, caían sobre el piso de madera. El cuerpo permanecía rígido, con la indiferencia propia de la muerte. Sobre la almohada las manchas de sangre lloraban la tragedia.
Podía salir por la puerta y olvidar lo que había visto, regresar por el pasillo, bajar las escaleras del hotel y escapar para siempre del pasado. Podía. Sin embargo me acerqué hasta la cama, busqué en mi bolsillo una navaja y tracé sobre la espalda fría las cuatro letras que encadenaban mi condena.
No me importaba quién lo había hecho, no me interesaba un culpable. La había seguido para cobrarme venganza, pero alguien me había ganado de mano. El ayer estaba en paz.
Finalmente, abandoné el lugar.

2 comentarios:

José A. García dijo...

Fea la sensación de que nos ganaron de mano, va más allá del desamparado, mucho más allá.

Saludos!

J.

SIL dijo...

De cualquier modo, su plan estaba cumplido y su condena, firmada.



Abrazo, Netito.



SIL