martes, 3 de junio de 2008

Hombre del espacio

Siempre sorteó un caminar errático por las suaves curvas de un Madrid medieval atascado de promesas. Las nervaduras subterráneas de la ciudad acumulaban sueños abandonados y oleaje de amores de paso.
No le fue fácil anticiparse a lo que finalmente transformó sus días en una catarsis existencial. Sabía que podía abstenerse a ser un tipo sin especialidades y esa amalgama de sensaciones que contrajo desde que se supo conciencia floreció como una frágil amapola nocturna intentando identificarse ante su nuevo reto. Cada verbo que escuchaba, ajeno a la intemperie de su nostalgia, se hizo carne en su boca reproduciendo exactamente la invariable y enérgica respuesta que evocaría una nueva sonrisa.
Tan fácil se sucedió este saber con el tiempo y tan mudo pudo volverse en cuestión de días. Especial nunca se sintió pero sí útil aunque nunca pudo contarlo. Su vida era tremenda, veía que tenía tanto trabajo por hacer, tantas ganas, tanto amor. Le bastaba que la gente pudiera comprender lo que pensaba de la vida. Hecho esto sabría que para alguien el camino sería mucho más liviano. La confianza es calidad de vida, le chistó un amigo sabio.
Una vez alguien le preguntó de dónde sacaba tanta energía. Sorbió una gran bocanada de aire y se limitó a contestar “soy un hombre del espacio”.

2 comentarios:

Netomancia dijo...

En el espacio no hay arriba ni abajo, entonces es más difícil perderse y además, siempre hay astros que pueden guiarnos.
Me alegra leerte otra vez Meli!!!

Anónimo dijo...

habrá que perderse así, subir, bajar, sentarse y volver a viajar, a volar...
al fin de cuentas quién no sabe estar en el espacio no puede soportar esta tiera...