Le llevaba flores cada semana, pero esa fecha era especial y merecía un ramo más grande, más colorido. Quizá también, una caja de bombones. Bañados en chocolate o rellenos con licor. ¿Cómo era que le gustaban?
Pasó por la florería del centro y pidió rosas blancas, amarillas y rojas. Pero "un ramo grande" agregó. El empleado sonrió, cómplice, en un gesto similar al de guiñar un ojo. Claro, no era una fecha cualquiera. Estaban abarrotados de trabajo desde temprano. Todos los galanes buscaban un ramo más grande ese día.
Cuidó de protegerlo del viento mientras caminaba por la misma vereda hacia la bombonería de la esquina. Eligió los artesanales, con relleno de pasta de almendra. ¿Si quería escribirle una tarjeta? Agradeció el gesto, pero no, era un detalle que no hacía falta.
Antes de tomar el colectivo se miró en la vidriera de una zapatería, y atento al reflejo de su imagen, se acomodó el cabello y dobló correctamente el cuello de la camisa, que estaba al revés.
Esperó paciente algunos minutos, detuvo el colectivo y buscó el último asiento, donde pudiera estar tranquilo y contemplar con real admiración ese paisaje tan suyo, un camino que semana a semana recorría con melancolía y hasta si se quiere, un dejo de tristeza.
Sabía que al llegar todo cambiaría y la sonrisa aparecería en su cara, pero mientras tanto, cierta agonía se apoderaba de él, instándolo a abandonar todo, olvidar los viajes, sepultar las flores.
Los sentimientos se encontraban violentamente en cada viaje, mientras el exterior desaparecía por la ventanilla sin dejar rastro, tan solo una mancha que viajaba más veloz que el transporte y en dirección contraria.
La eternidad de los minutos parecían disputarse el último round con el reloj. Y cuando parecía que jamás arribaría, el chofer del colectivo detenía el mismo y con voz grave anunciaba la última parada: ¡Cementerio!.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
7 comentarios:
Qué hijo de tu madre...
Sos genialmente incorregible.
Es para morirse de amor este cuentito !!!
Un besoooooo.
SIL
Los cadáveres en sus narraciones Don Neto cumplen un papel fundamental, me gustaría que alguna vez escriba una historia tipo "Los ladrones de cadáveres" de Stevenson, y deje que toda su excelente imaginación y morbo fluya libremente!
Genial amigo.
Todo bien lo de la flores, pero los bombones ¿para comérselos en el viaje?
Vaya, vaya Neto. Si en el fondo late un corazón romántico y tierno (digo del autor)...preciosa historia. ¿no dicen que el amor es mas fuerte que la muerte?
Me gustó infinito, por no liarnos con "números y cantidades", ja,ja.
Feliz día de "San Valentín"
Besos.
Doña Tinta
El famoso amor eterno...
A veces, la muerte no es de los seres, sino del vínculo, lo que lleva a visitar otros cementerios no menos dignos de sus relatos.
Brillante nético relato.
Abrazos
Doña Sil, no necesariamente, por ahí el tipo si se quiere morir de amor, pero porque es un trágico. Ja. Muchas gracias! Saludos!
Don Alvarez, algo vamos a hacer. Por ahí tampoco la pavada y decir que algo a lo Stevenson, pero bueno. Un abrazo!!
Don Felipe, don Felipe, que falta de tino el suyo, si lleva flores, lleva bombones. Las flores son ornamentales, los bombones en este caso, también! Ja. Un abrazo!
Doña Tinta, muchas gracias. Gracias a este cuento me acordé de llevarle flores a mi mujer, así que más allá dela historia, tuvo sun finalidad jaja. No se si será más fuerte, pero a veces los que quedan de este lado, viven apresados al ayer. Saludos!
Don Oso, el famoso y popular amor eterno, generador de sinfín de trágicas historias e incluso comedias. Bueno, hoy el difunto ya estaba cuando llegué eh, no diga nada, apenas si relaté la historia de un viaje al cementerio! Jaja. Saludos! Un abrazo!!!
Netito, esto es tremendo, un amor que no entiende de realidades, vidas y muertes, un cariño que va más allá de esta vida...
terriblemente precioso, es maravilloso en toda su tristeza.
grande Neto!
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