Con las manos sucias aún de cal, César entró a su casa. Se las limpió con un trapo húmedo, pero no tenía ganas de bañarse. Su mujer se lo reprocharía más tarde, pero para él ya había sido suficiente. Había trabajado desde temprano en el fondo del patio, donde estaba levantando un tapial. Ni siquiera había tenido tiempo para cumplir el encargo de su esposa, que le había pedido que le llevara una canasta con huevos a su prima, que vivía a un par de cuadras.
Agotado, se dejó caer en el sillón. Con el control remoto encendió el televisor. En la pantalla apareció un periodista comentando una noticia de actualidad. Tras escucharlo quince segundos, César cambió de canal con cierto fastidio.
- ¡Miente! ¡Cómo siempre!
Fue cambiando compulsivamente, cada programa que ponía le desagradaba.
- ¡Mienten, todos mienten! ¡Ya no se le puede creer a nadie en este país! ¡A nadie!
La voz de Alicia llegó desde la cocina.
- ¿Viejo, pero qué te pasa?
- ¡Qué me va a pasar! No se puede ver nada en televisión. Se la pasan mintiendo, como si todos fuéramos estúpidos y nos chupáramos el dedo.
- ¡Pero apagá esa cosa, por favor! Leé un libro, andá a pasear al perro, pero no te alteres.
- ¡Para no alterarme! ¡Todos mienten vieja, absolutamente todos!
- Ay, César. Te va a hacer mal ponerte así. Decime, ¿le llevaste los huevos a Irma?
- ¿Los qué?
- Los huevos que te pedí que le llevaras...
- Ah, si, si. Se los llevé.
- Bueno, apagá eso y andá a hacer otra cosa.
- Todos mienten Alicia, todos. Absolutamente todos.
Carlitos
-
Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
1 comentario:
Es insalubre ver noticieros...
=)
Abrazo, Netito.
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