El hombre entró a la tienda y sin esperar su turno, se apropió de una vendedora.
- Necesito tres telescopios, un espejo y una carta astral, urgente.
La mujer dudó entre pedirle que sacara número o hacerle entender que aquello era una venta de alimentos para mascotas. Optó por lo último.
- Señor, aquí no tenemos lo que busca, mire a su alrededor.
Sorprendido, el cliente observó los productos en exhibición.
- Es una fachada, lo sé. Por favor, busque a su patrón y dígale que necesito lo que le pedí de manera urgente.
Con ojos pacientes, la mujer le contestó:
- Señor, por favor, no tenemos lo que quiere. Y mi patrón es mi hermano, y no lo voy a hacer perder tiempo con esto. Así que si me disculpa...
- ¡Usted no comprende! ¡De esto depende el futuro de la humanidad! Necesito...
Una señora mayor, a quien le correspondía el turno, se cansó de la escena.
- ¡Sea más respetuoso, mijito! Acá se vende comida para animales y el que me va a tener que disculpar es usted, porque me están atendiendo a mí.
La señora se adelantó hasta el mostrador, pero el hombre no vaciló. La agarró de los hombros y la movió un metro hacia atrás, situándose otra vez delante de la vendedora.
- ¡Pero qué hace! - gritó la anciana.
El hombre no hizo el menor gesto, como si no la hubiese escuchado.
- Necesito lo que le pedí - dijo, visiblemente alterado.
- Señor, retírese o lo hago salir del negocio.
- ¡Me voy a retirar cuando tenga las cosas que le quiero comprar!
- Pero escuche hombre - terció un joven que llevaba un pug en los brazos - ¿cómo no puede entender que eso que busca, acá no lo tienen?
- ¡No me lo quieren dar, que es distinto!
- Me cansó, llamo a la policía - dijo la vendedora.
- Eso, llámela - la respaldó sin ironía alguna el hombre, casi encima del mostrador, mirando su reloj de muñeca una y otra vez - Pero rápido, que en cualquier momento caen.
- Mientras viene la policía, deje que me atiendan - pidió la anciana.
- De ninguna manera - le respondió el hombre, que ahora parecía nervioso al mirar la hora.
En aquel preciso momento, se escucharon gritos en la calle. El joven con el perro, se asomó por la ventana.
- ¡Miren el cielo! - gritó.
El hombre en el mostrador se agarraba la cabeza.
- Es tarde, es tarde - balbuceaba.
Los demás clientes salieron a la calle, incluyendo a la vendedora. El hombre en cambio se arrojó detrás del mostrador. A lo lejos, escuchaba el sonido de un patrullero policial acercándose.
- Es tarde, es tarde... - repetía en un murmullo monótono, casi inaudible, apagado por los gritos y alaridos provenientes de la calle, donde todo estaba sucediendo.
Carlitos
-
Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
5 comentarios:
Como en la Guerra de los Mundos.
Los astrónomos son raros...
pero a veces tienen razón.
=)
Abrazo, Netito.
SIL
A la mierda.... y ahora?...
No queda claro porque buscaba comprar algo ahí. Tampoco que es el desastre, ni como pensaba enfrentarlo. Muchas preguntas, un relato intrigante.
Muy buen relato. Cierta atmósfera a los expedientes X, ¿no?
Saludos
Es tarde ya...
Saludos
J.
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