miércoles, 5 de febrero de 2014

Rebelión en el gallinero

La lluvia había dejado un barrial en el fondo de la casa. Para llegar al gallinero había que enterrarse hasta los tobillos. A medida que se acercaba, podía escuchar como la única gallina que le quedaba agitaba las plumas de manera inquieta.
- Cómo sabe la guacha - dijo en voz baja Matilde, evitando un charco de agua a su paso.
A un costado de la puerta de chapa oxidada del gallinero, sobresalían de una caja de madera dos orejas largas y blancas. Al pasar Matilde las orejas desaparecieron.
- No me tientes conejo, que cambio el menú - espetó mirando hacia donde estaba la caja.
  Una vez que se metió en el gallinero, empezaron a volar plumas por todas partes. Un minuto después, en total silencio, salió Matilde por la puerta llevando la gallina del cuello. Los ojos del animal parecían a punto de explotar. El conejo asomó el hocico y tanteó el aire. Entonces, dio el grito de alarma.
- ¡Ahora!
Matilde giró instantáneamente la cabeza hacia atrás, pero ya era tarde. Dos palomas saltaron con voracidad hacia sus ojos, en tanto un gato que bajó con la velocidad de un rayo de un árbol se aferró con las garras de la mano que sostenía a la gallina, dejando a ésta libre.
El conejo se acercó a los pies de la mujer, apenas protegidos por unas ojotas desteñidas y le mordió el dedo gordo de la extremidad derecha. Los gritos de Matilde trataron de hacerse escuchar aquel mediodía, pero el canto coordinado de decenas de pájaros, el croar de cinco ranas y el sonido de innumerables grillos, lo dejaron en un segundo plano, totalmente inaudible.
Cuando una hora después Gervasio, el marido de Matilde, volvió del taller la fue a buscar al patio. Le preocupaba no tener la comida en la mesa. Le resultó raro encontrar el gallinero abierto, la tierra removida y un pedazo de paño en el barro que bien podría haber sido parte de la ropa de su mujer. Resignado, se metió adentro, se preparó unas galletitas con jamón del diablo y luego se fue a dormir la siesta.
En el patio, los topos terminaron de asentar la improvisada tumba. Luego, también se fueron a dormir la siesta.

2 comentarios:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Da la sensación de que a Gervasio le es indiferente.

Los conejos tienen una imagen de tiernos pero son carnivoros, son roedores.

SIL dijo...

El jamón que eligió el flamante viudo para acompañar las galletitas es más que sugerente.



Abrazo grande.