jueves, 10 de julio de 2014

Abuelita

El taxista aprovechó el semáforo para mirar por el espejo retrovisor. La abuelita que llevaba le recordaba a su nona, casi con el mismo corte de cabello de rodete alto y la infinidad de canas, que hacían de su cabeza, un monte nevado.
Dos calles más adelante, se detuvo en la dirección de destino. La mujer hurgó dentro del bolso, buscando cambio para pagar.
- Deje, no se preocupe doña. Yo invito - le dijo a la anciana, que levantó la vista sorprendida.
- ¿Por qué, mijo? Si dinero tengo, sucede que no encuentro el monedero.
- En serio, deje. Me hace acordar a mi abuela. Podría jurar que es igual, con eso le digo todo. ¿Qué mejor paga que esa? Con lo que la extraño.
La señora sonrió, para luego agradecer y descender del coche.
El taxi partió con rumbo incierto, como todo taxi cuando se aleja.
El hombre parado en la vereda ensanchó la sonrisa. Nada como tener poderes mentales para no pagar el viaje.

4 comentarios:

Vivian dijo...

Como decía mi abuela: Ya no se puede confiar en nadie!
Muy bueno el final.
Un abrazo

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

Muy bueno el final.
¿Se conformará con esos trucos mentales o aspirará a más?

SIL dijo...

Para mí que era la X MEN azul.


=)

Abrazo.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

SIL, ganadora del mejor comentario.
Tenés razón, ahora que lo pienso, tiene sentido.