jueves, 27 de marzo de 2008

Su última sonrisa

Tu ayer es mí mañana,
y mí pasado, tu futuro


Por quince años esperé este momento y debo confesar, estoy sorprendido. Aunque pocas cosas logran sorprenderme, esta ha sido una de ellas. Sobretodo, porque se muy bien que me casaré con ella y que dentro de quince años terminará por matarme. No es una suposición. Es lo que sucederá.
De todos modos, conociendo el final, siempre imaginé que sería distinto el principio. Sin embargo, cuando nuestras miradas se cruzaron - por primera vez para ella, aunque no para mí - me embargó un amor verdadero, si es que éste existe realmente. Una sensación indescriptible, como de haber descubierto un ángel o un rayo de luz en una caverna carente de color.
El bar estaba repleto, pero sobre mi mesa descansaba sólo un pocillo y varias colillas colmaban hasta arriba un pequeño cenicero de lata. Contra la pared opuesta, ella hablaba con varias amigas y sonreía constantemente. Su sonrisa podía paralizar el mundo, siempre estuve seguro de eso, incluso cuando la puñalada estuvo consumada y los primeros vestigios de sangre colorearon mi camisa. Y puedo asegurar que fue su sonrisa lo que me cautivó. Cuando cruzamos las miradas, supe que todo era realidad.
Puede sonar a locura, pero a pesar de mis treinta años, sólo he vivido quince. Desde el día de mi muerte hasta esta noche. Desde que ella atravesó mi corazón luego de una fuerte discusión hasta este preciso instante, en este bar atestado de gente, en una ciudad cualquiera, cerca de la medianoche. Tampoco entiendo que es lo que me sucede, ni porqué. Sin embargo no me he detenido jamás a buscar razones. Demasiado ya me cuesta adaptarme diariamente a vivir una vida al revés. Todos los días voy comprendiendo cosas que ya me tocaron vivir. No sabría precisar si mi destino es el pasado que ya viví o bien, llegar al día de mi nacimiento. En todo caso, sé con certeza que ese será mi ineludible final.
Quince años esperé saber que fue lo que sentí el día que conocí a mi mujer y ahora lo se. Amor. Infinito amor. Y puedo asegurar que jamás había experimentado un sentimiento igual. Quizás sea algo que sólo se vive una vez - con tal grado de intensidad - a lo largo de la existencia. Aunque no lo podría afirmar. Quizás en los treinta años que me restan de vida encuentre momentos similares o aún más intensos.
En esta vida tan particular, a veces siento como si fuera viajando en tren, pero soy el único en el vagón y en todo el convoy, y por si fuera poco, viajando en la dirección contraria. Los demás viajan en otro tren y cada día nos encontramos en un cruce. Cuando ellos van, yo estoy volviendo. Pero… ¿de dónde? ¿Del futuro? ¿Del pasado?
Este momento, por ejemplo. Por el que esperé tanto tiempo, sabiendo que iba a suceder. Ayer para mí, será el día de mañana para ella. Y se que ella volverá a este bar y que me buscará. Que me dirá que se había fijado en mí la noche anterior. Y una conversación llevará a la otra y las palabras transformarán el encuentro en un pacto de amor y ella soñará con un futuro pintado de tonos pasteles y alegres melodías. Conozco el final de la historia. Los sueños no siempre se concretan ni llegan a ser lo que uno ha deseado. Juego con el as en la manga, pero de todas formas jamás lo arrojé sobre la mesa y estoy seguro que no lo haré en ningún momento ¿Serviría de algo?
Y acaso, ¿soy el único al que le sucede esto? Cómo podría saberlo ¿Y si hay otros, alguien nos creería? Seguro que no. Quizás seamos miles o millones en todo el mundo, pero nos adaptamos, fingimos para parecer normales, para que no nos tilden de locos y nos metan en un psiquiátrico. Me dirán que en todo caso, qué problema habría de suceder ello, acaso no vivieron ya el futuro. Pero… ¿y si la maldición, en caso de tratarse de una maldición, se desvanece y el futuro termina siendo una vida en el loquero, con los días corriendo de una buena vez hacia delante?
No quisiera arriesgarme. No porque le tema a una camisa de fuerza ni a vivir recluido, sino porque me perdería mi juventud, mi niñez. Saben algo… todavía no las experimenté y tengo muchas ganas de hacerlo. Creo que esas simples razones son las que me obligan a levantarme cada día y sonreír a pesar de comprender que mi hoy es otra vez el ayer de todos. Eso y poder conocer a mis padres, amigos y familiares que aún no conozco. Todos tenemos motivos para vivir. Los míos pueden parecer extraños, pero son los que poseo. Me cuesta decir que eso es lo que tengo por delante, porque en mi realidad, como en el espacio no hay ni arriba ni abajo, creo que no hay atrás ni adelante. Simplemente hay algo y para mí, es suficiente.
En la mesa que está cruzando el salón del bar, ella sigue sonriendo junto a sus amigas. Me volverá a ver al día siguiente. Yo, en cambio, la miro por última vez. Prometo recordarla, porque más allá del triste final, esta noche sentí por ella mucho amor. Mi tren se aleja y ya no habrá cruce que nos conecte.
Pediré la cuenta y me marcharé. El reloj me dice que es tarde.
Pronto será ayer.

4 comentarios:

maru dijo...

pero qe hermoso!!!!!

besos mil

el oso dijo...

La sociedad va encerrando a quienes le mustran su propia ignominia. Justificaciones legales para los presos, pero ¿para los locos? parece que nunca es suficiente una justificación para el encierro de los que muestran la irracional racionalidad de la sociedad. Aun así, ¡adentro, pajarito!
Participando de ese grado de locura que hace a alguna gente entrañable, Neto, que tus locas narraciones no nos falten ahora que aprendimos a saborearlas.

Anónimo dijo...

si una vuelta de tuerca a los relojes de la genialidad nos permite retomar la senda, cometer los mimos errores y aciertos, volver al primer juego, al primer desengaño, al primer amor; si todo eso es posible como lo hace en tus maravillosas letras, adelante!
vamonos todos al ayer!
genial neto, sublime como siempre, me alegro que haya estado en la selección literaria local!

Anónimo dijo...

majestuoso!!!
no pude leerlo antes, pero de todos modos paso.
sus relatos no me los pierdo señorito!

brillas ernest!!!