En Las Vegas hay un garito muy reducido donde siempre figuras entrañables se reunen para beber una copa y divagar sobre la existencia humana.
A este reducto se lo conoce como "La Meca", lejos de sus connotaciones religiosas, el nombre se lo dieron sus antiguos dueños en homenaje a los tiempos en los que a Hollywood así se lo conocía.
Es un bar de luces turbias y silenciosas, decorado con amplios sofás de color bordo y cubiertos de polvo. En el mismo hay una mesa reservada para los más atrevidos, para los más intrépidos.
Un amigo me comentó la existencia de este rincón, y como mi viaje de negocios me permitia unos días libres por la gran "América" decidí acercarme a la codiciada ciudad de Las Vegas.
"Bienvenido a la perdición de los ee.uu" - me dijo el camarero de "La Meca" cuando me vió entrar. Le devolví el saludo y solicité un café américano bien caliente.
El jazz que envolvía todo el local me dejaba atónito, como perdido en una escena de "Viva las Vegas". Pero el motivo de la visita no era la música, sino aquella misteriosa mesa de la que me habían hablado en una lejana noche madrileña.
No fue difícil localizarla, se recostaba sobre uno de los grandes ventanales del local y sobre ella se podía leer un cartel que decía: "Si sabe de que hablar tendrá derecho a sentarse aquí (el tiempo no es impedimento)".
Lentamente me acerqué a ella y me deje caer en su sofá típicamente americano. A los pocos minutos el camarero me sirvió el café y me preguntó:
- "Señor, ¿de que desea conversar?
- "Pués, de nada..." - contesté tímidamente.
El dueño del local me invitó a retirarme, por lo cuál tuve que pagar aquella taza de café y salir por la puerta principal con las miradas de todos los presentes clavadas en mi espalda.
Lógicamente no tenía nada que decir en la mesa donde Edward D. Wood Jr y Orson Welles se reunieron una noche para hablar sobre Tim Burton...
8 comentarios:
Uno puede protestar contra el gil del protagonista con expresiones tales como: "¿cómo no te quedaste?", "¡lo que te perdiste!" o más o menos equivalentes... Pero, qué otra cosa podría hacer sentado inverecundo mientras el mundo se transforma en una loca orquesta dirigida a dos batutas...
Hay lugares donde definitivamente, hablar está de más. Es tan solo contemplar y admirar.
Aguardo el momento, ojalá cercano, de una mesa propia, donde nos sentemos nosotros para reirnos un rato de nuestra osadía de escribir. La invitación está hecha...
invitación aceptada don neto, y que el oso se prepare que no puede faltar!!!!
¿Donde se ha visto que falle una mano temblorosa en una mesa etílica?
¿Alguien había nombrado al Sr. Alcohol? Me parece que ud tiene la idea fija, don Oso!
¿Hablar del tiempo?
Siempre hay algo de lo que hablar. Podría haber derivado en una conversación inolvidable (o no), pero habrías amortizado el café ;)
Ah, ¿no era etílica..? Igual yogurcito de por medio uno delira, pero el tema del alcohol justifica las sandeces (aunque sea a medias).
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