Para convencer a su hermana que lo dejara sentarse del lado de la ventanilla, le tuvo que prometer que le bajaría los bolsos del colectivo una vez que llegaran a la ciudad.
Era obstinada y caprichosa, pero lo había logrado. También era haragana y que otro hiciera el esfuerzo por ella, significaba tocar el cielo con las manos. Su pedido, en cambio, no respondía a un capricho.
Por la ventana podía apreciar los paisajes, trasladarlos a su libreta de apuntes con su birome negra. Podía estar las cinco horas que duraba el viaje garabateando con una precisión milimétrica, a pesar del movimiento del vehículo y la dificultad de captar el otro lado con las imágenes desvaneciéndose a medida que avanzaban.
Los campos llanos, las vacas pastando, algún que otro arroyo o hilo de agua, los molinos perdidos en el tiempo, las nubes y sus formas, los árboles apuntando al norte. Con la lengua asomada apenas entre sus labios, sus ojos no de despegaban de la ventana, mientras sus dedos se movían ágiles dejando la huella impresa de su talento en el papel.
Su hermana, en tanto, dormía plácidamente, lo mismo que hubiese hecho de estar del lado de la ventanilla.
Había algo en la magia de ese paisaje acelerado, fugaz pero repetitivo, que lo sumergía en un estado de paz inigualable. No sabía si era el interminable verde fundiéndose con el celeste del cielo o la certeza de comprender el secreto de la naturaleza para el hombre, que era el regalo divino que nadie podía reclamar como propio, sino era el deber cuidarlo para preservarlo como el paraíso de todos.
Y en ese éxtasis humano y artístico, en el que sus pensamientos vagaban en campos de paz mientras sus dedos parecían frenéticos sobre su libreta, fue que de repente vio algo atípico del otro lado del vidrio: muy a lo lejos, detrás de la última hilera de árboles, varias columnas de humo se elevaban en las alturas como un presagio oscuro y horroroso.
Dejó de dibujar al instante y su respiración quedó en silencio. Tocó a su hermana en el hombro: "Mira, detrás de los árboles". Media dormida y molesta que la haya despertado, observó. Su conclusión, veloz y práctica, fue un puñal para sus oídos: "Es humo. Un incendio quizá".
Por supuesto que era un incendio. No necesitaba despertarla para que se lo confirmase. Pero desistió en decirle algo más. Ella volvió a cerrar los ojos mientras apoyaba la cabeza en el respaldo.
Se sintió dolorido por la respuesta. Cómo acaso alguien podía quedarse tranquilo ante lo que estaba pasando. La simpleza de la aceptación por parte de su hermana era la misma que la del género humano para tantas otras cosas: "Es una guerra, una matanza quizá".
Se imaginó árboles ardiendo, el ganado huyendo. Campos verdes arrasados y tras el paso del fuego, la negrura, la oscuridad envolviendo a la naturaleza. Y el hombre atónito, siempre luchando en contra del fuego en un número pequeño, casi inexistente. Si por el fuese se hubiese arrojado del colectivo allí mismo. Pero eso equivalía a una locura.
Se quedó mirando hacia el otro lado de la ventanilla, observando las enormes columnas, cada vez más grandes, mientras que sobre la ruta las vacas aún pastaban sin saber lo que se avecinaba. Había dejado de dibujar, sin embargo el sentimiento era tan profundo que pronto las hojas de su libreta de apuntes captaron el sufrimiento de esos campos a la distancia y como en un acto de magia, ardieron sin chistar, quedando tan solo el hollín del papel como prueba inequívoca del dolor, desde el alma y desde el arte.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
8 comentarios:
Lo traté de leer con una mirada surrealista, y definitivamente el giro final me ampara.
Pero no he podido sustraerme de la tragedia de algunas provincias de nuestro país, (bien de cerquita nos toca) arrasadas por la sequía, el fuego, la negligencia humana, y el castigo de la naturaleza.
Me encantó, convertiste una realidad palmaria, dibujando paisajes verdes y celestes :
con UNA BIROME NEGRA-
presagio de parajes incendiados...verdad?
ESA METÁFORA ES PARA APLAUDIRTE DE PIE !
Great, una vez más Netito.
Un beso.
Ah, bueno, Neto...¡y después dice que la poesía no es lo suyo!¡Con ese final donde el texto se transforma en lo que cuenta!!!!
Afirmaciones arbitrarias pero sinceras:
1)Usted mas que escritor es un Demiurgo,
2)o un alquimista de las palabras...
3)Bah, un talento encerrado en 78 kg de peso
¿o aumentó un poco más?
Excelente relato y¡¿quién no ha tenido una hermanita/prima/vecina/ que no le dejaba sentarse y mirar por la ventanilla?!
Felicitaciones!
Un canto furioso en favor del cuidado y del amor por lo que nos circunda desde siempre, desde antes de nosotros.
Excelente
Es exelente amigo!!! no sabria que decirte... me dejo un gusto especial... un fuerte abrazo!
Querido Neto: este es un relato increíblemente bello. Una prueba fehaciente de la capacidad que tienes para crear con las palabras, para tocar el corazón de tus lectores y sensibilizar sobre una catástrofe (aquí por desgracia en los veranos...sufrimos bastantes también).
Siente de tal modo, ama de tal modo el paisaje que ve, que traslada el sufrimiento de la tierra al papel.
Y prueba que no solo eres un maestro en crear "otros mundos"...
Besos desde Zaragoza.
Paloma.
precioso Neto, un regalo como siempre!
En el realto vamos buscando un giro de aventuras de lados oscuros, y cuando menos lo esperamos nos encontramos con un canto a la responsabilidad, a la llamada de atención ante lo que nos rodea y no queremos ver.
Doña Sil! La birome negra es un elemento que no tenía fines específicos, pero es lo lindo de la literatura, se puede convertir en uno con solo buscarla la vuelta. Y el que le ha encontrado, me parece genial. En este relato hay más de realidad que de fantasía, por suerte. Saludos!
Don Felipe, las cosas que decís, a ver:
1) No es para tanto!
2) No es para tanto bis!
3) Creo seguir con el mismo peso, subir es posible, bajar imposible.
Yo tengo un hermano, que me gana siempre la ventana. Ud ya lo conoce. Un abrazo!
Luis, muchas gracias. Un canto de furia, si, porque hay cosas que se repiten, el cuidado es siempre de pocos, lamentablemente. Saludos!
Lisandro, a pesar que no tiene sangre, te gusta. Gracias!
Doña Tinta o doña Paloma, dígame como prefiere, muchas gracias! Si, esta vez no hemos incursionado en mundos extraños, sino en el nuestro, en el del día a día, ese que tanto descuidamos. Gracias por sus palabras!
Dieguito, así que buscando en qué parte salían los marcianos, no?? Jajaja. No, esta vez dejamos lo extraño de lado para poner sobre la mesa lo inentendible. Un abrazo amigo!
¡Cuántas veces se nos queman los papeles cuando queremos explicar aquello que se nos presenta distante!
Te salió bellísimo, Neto
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