sábado, 14 de noviembre de 2009

El extraño de las tardecitas

Así era Humberto, parco y solitario. De esa gente que apenas uno la ve en las calles del barrio. ¿Quién vive en esa casa que nunca se ve a nadie? suelen preguntar las visitas en las casas aledañas. Y la contestación es comúnmente "un tipo extraño más raro que perro verde".
Pero Humberto no es extraño. Es una persona normal, que se levanta por las mañanas, desayuna, enciende su computadora, lee los diarios, consulta el correo y luego hace su trabajo.
Es programador, así que desde temprano el teclado se convierte en una melodía monótona, quebrantada únicamente en los momentos en que se levanta para ir al baño o confirmar si lo que ha programado se ajusta a lo solicitado por el cliente.
No almuerza, detalle que tampoco lo transforma en raro. Pero sí merienda y muy bien. Es a la tardecita cuando se lo puede ver. Con la melena larga, barba de una semana, tranco rápido y cabeza gacha, marcha veloz a lo largo de un par de cuadras hasta el supermercado chino de la esquina, hace las compras para dos o tres días y sin saludar a nadie ni levantar la vista, vuelve raudo a su vivienda, como si el aire de la calle fuese malo y solo el de su casa lo pudiese salvar.
Los vecinos notaban que además de ser tan poco sociable con ellos, tampoco parecía ser una persona con amistades, dado que jamás le habían visto una visita. De más está aclarar que tampoco lo habían visto a él, aparte de hacer las compras, ir a algún otro lado.
Ni siquiera sabían que su nombre era Humberto. Lo llamaban el "ermitaño", "el raro", "el melenudo" y otra decena de sobrenombres que buscaban ajustarse a esa figura tan singular y llamativa.
A Humberto todo esto lo tenía sin cuidado. Su relación con el mundo era nula. Todo contacto era por correo electrónico. Todo diálogo era por teléfono. Apenas si intercambiaba monosílabos al hacer las compras: ¿Algo más? "No". ¿Paga en efectivo? "Si". Y así estaba bien.
Pero un día los dos mundos tuvieron que relacionarse. Fue cuando en el barrio apareció Doris. Una muchacha simpática, rubia, de ojos claros y sonrisa contagiosa. Preguntó en distintas puertas por un tal Humberto, hasta que finalmente los vecinos cayeron en la cuenta de que hacía referencia al "extraño" de las tardecitas.
¡Al fin alguien preguntaba por el raro! El barrio estaba convulsionado. Le indicaron donde quedaba la casa, pero nadie se quedó atrás, los vecinos se ofrecieron a acompañarla hasta la puerta misma. Y allá fueron, como en una protesta, la muchedumbre sin pancartas, avanzando por la vereda y la calle.
Aquí es, le dijeron, señalando una casa sin demasiados detalles, que pasaba desapercibida. Ella golpeó la puerta. Los vecinos escucharon el rítmico toc toc toc y aguardaron con impaciencia que la puerta se abriera, que saliera el raro, al que ahora conocían como Humberto y manifestara alguna señal de vida ante la presencia de Doris.
A todo ello, cada uno tenía su propia conjetura sobre Doris. Qué era su novia, su hermana, su ex, su prima, tan solo una amiga e incluso, una acreedora.
Doris volvió a golpear y viendo que Humberto no contestaba, lo llamaron a los gritos. ¡Humberto! ¡Humberto! ¡Doris ha venido a visitarte!
De repente se abrió la puerta y Humberto por primera vez les mostró sus ojos. Casi desafiantes, mirando hacia todos lados.
- ¿Qué es esto? ¿Qué es lo que dicen? les gritó alarmado.
No había alcanzado a adelantarse uno de los vecinos, para explicar el motivo, que Humberto volvió a hablar:
- No se cómo lo supieron, pero no me molesten con Doris. Dejen que ella descanse en paz. Y déjenme a mí, en mi mundo.
Y dicho esto, cerró la puerta con vehemencia.
Los vecinos miraron a Doris, aún parada delante de la puerta. El ni se había fijado en ella. Quisieron consolarla, pues estaba llorando, pero ella los apartó. Caminó hasta la vereda y retomó el camino por el que había venido, dándole la espalda a todos. A medida que daba un tranco, su silueta se iba desdibujando. Antes de llegar a la esquina, había desaparecido.
Los vecinos se quedaron observando una vereda vacía, todos con la boca abierta. Se miraron avergonzados y repartieron sus destinos según la suerte que desde hace rato tenían echada.
Jamás volvieron a hablar del extraño.

11 comentarios:

Palabras como nubes dijo...

Muy buen cuento, con un final que realmente sorprende. Resulta hasta aleccionador este texo. Me gustó mucho.
Abrazo
Jeve.

Anónimo dijo...

preciso texto y directo, tierno y crudo en su realidad, pero exacto como un relój suizo Netito!
En tus últimos textos de Villeraturas noto una "denuncia" o indagación a las sociedades muy buenas, una forma más de sacudir nuestras cabezas (tan duras muchas veces) que es muy necesaria.
Saludos!

SIL dijo...

Vengo de tu blog...Neto...
:O
:O
:O

___________

Realmente que estás inspirado hermano...


Hay tanta mezcla de aciertos y sensaciones encontradas en este texto...,
que sólo puedo decir la tonta repetición de:

BRILLANTE, NETITO.

MAGISTRAL !! (no hagas chistes de detergentes en este contexto, please)
;)


Un beso.

Anónimo dijo...

Llego de tu blog Neto y de nuevo vuelves a sorprenderme con tu manera de contar.
Desde que comencé a seguir tus letras se nota que has crecido y vas dibujando mucho mejor, con mayor acierto y corte, todo aquello con lo que te atreves.
Un saludo

Con tinta violeta dijo...

Fantástico como siempre Neto. Me gustan mucho todos tus textos. Gracias por pasar por el mío y dejar palabras en mi tintero.
Para mí es importante leer buenos cuentos y tu imaginación y el control del vocabulario me enseñan mucho.
Saludos desde Zaragoza .
Paloma.

Netomancia dijo...

Jeve, gracias por el comentario. Es difícil precisar si es aleccionador o no, al menos desde mi óptica al crearlo, pero sin dudas que hay mucho para observar y pensar sobre cada uno de los protagonistas. Saludos!

Diego, me gusta esa lectura, puede que estés en lo correcto aunque en lo personal si sucede es totalmente inconsciente. Si me pasa que al escribir busco situar a los personajes en realidades tangibles y quizá por ello es que lo social y lo actual convergen en las mismas calles de la ficción. Lo bueno es que la imaginación puede hacer de ellas una mezcla emocionante. Un abrazo!

Doña Sil, sin chistes de detergentes entonces! Gracias por las palabras, no se si inspirado, pero el hecho de escribir seguido facilita las cosas. Saludos!

Luis, es lindo leer su comentario. Es reconfortante encontrarse con esa perspectiva del trabajo propio, vista con ojos ajenos. Y es un aliciente saber que los textos llegan con mayor fuerza al lector a medida que uno escribe. Mil gracias! Saludos!

Doña Tinta, es un placer tenerla de lectora, porque veo en sus comentarios que disfruta de los relatos. Y si además, usted dice que le enseñan, bueno, es todo un halago. Mucho más de lo que uno puede esperar al dejar una idea de la ficción estampada para otros en un blog, en un papel o donde sea. Saludos!

Felipe R. Avila dijo...

Es lindísima también la figura de la tal "Doris", que persiste en visitar a ese hombre evidentemente para ella inolvidable, a pesar de muerta, y a pesar del velo de los ojos de Humberto, que está tan atado a lo material (trabajo,trabajo y mas trabajo) que no puede permitirse dejar una hendija para visualizar a su querida Doris...
Algo que los ávidos vecinos(y chusmas también) si sepermiten.
Originalísimo fantasma, éste...
Te felicito de nuevo.

MONDO FRANKO dijo...

Excelente relato. Humberto ya no esperaba nada del mundo. Y el mundo insitía en entrar en sus ojos. Doris lloró pero en cierta manera, sabía que estaba salvando a HUmberto del mundo. Quizás en su última muerte. Un abrazo

Netomancia dijo...

Felipe, hacés una síntesis perfecta del relato, sin perder en ningún momento el alma del mismo. Gracias por tu comentario! Un abrazo!

Pablo, muy buena apreciación. A veces quizá nos equivocamos en no esperar nada o bien, en hacernos los que no queremos mirar lo que hay para nosotros. Y cuando lo hacemos, quizá es tarde. Saludos!

el oso dijo...

Buenísimo, Neto, llego retardado (shhhh) a la lectura de mis lugares y encuentro maravillas como esta. Leer el comentario de Dieguito me hace ahora sí pensar en que cada relato tiene una dimensión ética ((ni idea si de sice así) que trasunta sin buscarlo intencionalmente. Bueno, hay quienes dicen que la reserva ética de una sociedad en su época está cristalizada en sus escritos.
Cosa muy extraña, por cierto, pero interesante.
Abrazo, Neto, maravillado.

Netomancia dijo...

Don Oso, nunca es tarde para la lectura! Si, el comentario de Diego también me hizo detener a pensar si uno consciente o inconscientemente intenta plasmar algo desde el punto ético o crítico. Puede que si, puede que no, pero los elementos que uno toma son de la realidad que nos rodea, de la sociedad que vemos a diario y puede que si, que esos elementos estén de alguna forma impregnados por así decirlo de esa existencia y por ende, cuando lo transfomamos en ficción le estemos imprimiendo nuestra visión o sensaciones, paralelas a la historia que queremos contar.
Hice un barullo, no se si me explico. Mate de por medio uno de estos días se lo explico mejor.
Un abrazo!