miércoles, 4 de agosto de 2010

Y

- ¿Y? - le preguntó Esther, su esposa.
- Y ahora no puedo viejita, ahora no, no ves que tengo cargada la camioneta. Me salió este viajecito viejita, que querés que le haga. Si no laburo, nos comen las polillas.
Y allá salió Pepe, fletero a la fuerza, oficio aprendido a las apuradas el día que se dio cuenta que con la jubilación no llegaban ni al fin de la primera quincena.
Y allí quedó Esther, docente muchos años, ahora también jubilada, con la mirada hacia la ventana, entre triste y resignada.
Y se fue al patio sola, con los plantines en una bolsa y la palita en la mano, pensando en todo lo que transita uno en la vida para nunca estar tranquilo ni acompañado.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

ayyy Neto, a veces hay verdades que duelen como navjas bien afiladas no? Es muy duro reconocer que muchos de todos los caminos que recorremos a la fuerza muchas veces nos conducen a nada, al vacío de los días, al desgaste eterno de un sistema que olvida la importancia del ser humano como organismo viviente y pensante y sólo nos produce como un número más de su fabricación en serie. Números sin educación, sin futuro y sin presente...
Salute amigo!

SIL dijo...

Con unos pocos renglones hiciste una pintura tan concreta, y tan dura, tan crítica y tan triste...
Podemos ver esa foto.
Es gris, está ajada, y es desoladora.

Es una vieja problemática, que obliga a nuestros ancianos a trabajar porque sus haberes son vergonzosos, con el agravante de ser rechazados cien veces antes de lograr una changuita (por viejos, por ineficientes, porque si contratás a un jubilado tenés que tomar precauciones impositivas diferentes, etc etc etc...!!!)

Con el sistema previsional quebrado (robado impunemente), el desinterés total por hacer justicia y el pago en negro a los empleados activos, la anécdota de tu texto se vuelve desgarradora.

Abrazo grande! Netituzzzz


SIL

Con tinta violeta dijo...

Bravo Neto!!!
Ya veo que esta vez te pasaste al micro...
Muy bueno, fantástico. Tiene ese punto de tristeza y amargura mezclado con cariño y ternura que me produjo "el coronel no tiene quien le escriba", solo que este en tamaño reducido.
Que duro que alguien no se pueda jubilar...y se pueda encontrar sin mas apoyos que uno mismo...Uf,me volviste a conmover
¡¡¡abrazos!!!

el oso dijo...

Como esas pastillotas difíciles de tragar...

Felipe R. Avila dijo...

¿Y?

mariarosa dijo...

Real, un trocito de vida en un relato.

mariarosa

Netomancia dijo...

Dieguito, números que además no dicen nada, al menos a uno mismo. La perdida de identidad es proporcional a la desvaloración como personas. En lo económico, se traduce a la miseria de jubilación que cobran la mayor parte de nuestros viejos. ¿Luchar tantos años para vivir en la pobreza? Inconcebible. Un abrazo amigo!

Doña Sil, sin ser tendencioso, el relato lleva a pensar en todo eso, porque la anécdota de vida va de la mano de la realidad social, de las desigualdades, de las miserias. Vieja problemática, bien dicho, de la que nadie se quiere hacer cargo. Saludos y gracias!

Doña Tinta, aquí jubilarse está lejos de ser un beneficio, uno pasa a cobrar muy poco dinero y tiene que depender de lo que otra gente le pueda dar (de la familia, claro). En líneas generales, la injusticia es una cruel amiga del país. Saludos y gracias!

Don Oso, ahí está el tema, no hay que tragarlas, sino escupirlas. Y si es en el ojo de algún político, mejor... Un abrazo!

Don Felipe, el Y tiene muchas connotaciones. Juegue a darle su propio sentido. Saludos!!!

Doña Mariarosa, un trocito de vida que huele a tristeza y resignación. Muchas gracias!