El faro me anuncia que he llegado lejos. Erguido, imponente, me da la espalda. Su luz apunta directo al mar, barriendo la desolada faz de las aguas. Bajo el manto oscuro de la noche comprendo que aquel monumento del hombre me reduce a la nada. La mísera condición de mi existencia me ha llevado hasta sus pies. Ante su excelso porte, caigo de rodillas. El alborozo de horas premilinares se ha ido, como la luz del sol. Aún mis manos desprenden el aroma de la muerte. Entre mis ropas se oculta la hoja con filo, impregnada de sangre. Quiero que la luz me apunte, me señale. Mis pasos me han llevado hasta la costa a expiar mis pecados. Pero el faro me ignora, me rechaza. Es horrible, pero ni siquiera se entera de mi presencia. Me voy, lo dejo atrás. Quizá sean necesarios más sacrificios para que su magnificencia me redima, en tanto, te esperaré en la penumbra de cualquier esquina.
Carlitos
-
Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 3 semanas
4 comentarios:
Ups...
Si un relato terrible es bueno, resulta dos veces terrible.
La indiferencia suele crear monstruos abominables.
Un abrazo Netuzz.
SIL
Buen relato, Neto. Este hombre insignificante necesita un horrible reconocimiento...¡espeluznante!
Besos!!!
Sil, doña Tinta, muchas gracias por sus comentarios!!!
Macabro y hasta me trajo una imagen de La Narración de AGP.
Muy bueno, Neto, con el clima preciso.
Abrazos
Publicar un comentario