En el pueblo teníamos, a unos dos kilómetros, una pequeña lagunita. Para llegar había que cruzar el campo de los Ereros, atravesar unos quinientos metros de monte y descender por una barranca con mucho cuidado. En el fondo, estaba el lugar.
Eran pocos los que en verano se atrevían a hacer el recorrido para ir a refrescarse. Además, la barranca no era muy segura. La mayoría éramos chicos, otros eran adolescentes. Nosotros, que éramos los más pequeños, jamás decíamos en nuestras casas que íbamos a la lagunita. Nuestros padres no lo hubiesen permitido.
El día que se nos ahogó el Julián fue muy difícil hacerles creer que se resbaló en la zanja de los Rossi, cuando cazábamos sapos. Pero lo conseguimos. Cristian la sacó barata, porque se quebró bajando la barranca y pudo contar el cuento. Para los padres el cuento fue que se cayó de uno de los vagones del tren, mientras jugábamos a escalarlos.
Pero el problema mayor se nos presentó el día que la llevamos a la Claudia. Pobrecita, nunca vio la piedra en la orilla y se tiró de cabeza. Dio de lleno y se abrió el cráneo como una cáscara de huevo. La tuvimos que llevar entre dos hasta el pueblo, porque era algo gordita.
Cuando nos vio el médico nos preguntó que había sucedido. Dijimos lo primero que se nos ocurrió, siempre intentando evitar mencionar la lagunita, nuestro lugar predilecto. Fue así que sin darnos cuenta confesamos haberla golpeado con un caño de acero en medio de una discusión.
Mañana cumplo los dieciocho y quizá me trasladen a una prisión de mayores. Ojalá me toque con los chicos. Yo soy el más joven y ellos ya se fueron hace rato. La verdad que los extraño mucho, igual que a aquel paraje lejano. No veo la hora que pasen los años para poder volver a cruzar el campo, atravesar el monte, bajar por la barranca y zambullirme con ganas en el agua fresca y sucia de nuestra lagunita querida.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
4 comentarios:
ay lagunita querida... que el agua sucia se lleve tantos malos recuerdos...
Genial Netin!
Hay espejos turbios que están tan llenos de recuerdos que brillan más que los otros.
Un abrazo grande, Neto
SIL
Dieguín, Sil, muchísimas gracias!
Me gusto mucho su blog.
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