Mientras el sol bajaba detrás de las viviendas, ya despidiéndose hasta el día siguiente, la señora comenzó a cruzar hacia la vereda de enfrente sin prestar atención a los coches que circulaban por la calle.
Un auto color verde logró esquivarla merced a la pericia de su conductor, pero un vehículo rojo no tuvo la misma fortuna con la persona al volante y terminó levantándola por el aire.
La mujer cayó treinta metros más adelante. Los transeúntes se quedaron paralizados con la escena. Los demás automóviles detuvieron su marcha y sus ocupantes bajaron de los mismos.
Estaba inmóvil, una pétrea figura en el pavimento. La gente comenzó a mirarse entre si. Eran todos rostros conocidos, los mismos de cada día, incluso lo era la señora cuya vida parecía haberse extinguido.
No hubo necesidad de palabras, todo sucedió muy rápido. Un par de personas la cargaron de piernas y brazos mientras otros haciendo mucha fuerza levantaron la esquina de la plaza, como si de una alfombra se tratase.
Arrojaron a la mujer debajo y dejaron caer la punta de la arbolada manzana. Los rostros volvieron a sentirse aliviado y la rutina volvió a su ritmo normal.
El sol desapareció sin pedir permiso.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
3 comentarios:
Se deshicieron de la doña y punto.
Los pueblos chiquitos suelen tener códigos terribles.
:)
Abrazo grande
SIL
Uf, entre líneas late una crítica social dura y merecida, mas allá del hecho cotidiano del accidente, creo.
Al menos eso leí yo.
Besos!
ese pueblo parece uno sacado de un libro de Stephen King; aunque pensándolo bien me recuerda a más de uno que he conocido....
abrazos!
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