Trazó su
dedo en la arena, formando un nombre cualquiera. Luego levantó la mirada y
eligió una mujer al azar de todas las que habitaban la playa. Sacó del bolsillo
trasero de su short de baño un fósforo húmedo y lo arrojó al aire. En ese preciso
momento, la mujer empezó a sentirse enamorada de un tal Ramón, que le había
pagado con billetes nuevos para salir de su soledad. El brujo, en tanto, se
alejaba camino al casino para proseguir sus vacaciones. Bastante recreo se
había tomado ya, despuntando el vicio de siempre.
2 comentarios:
Los vicios son difíciles de dejar atrás...
Saludos
J.
original,como siempre!
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