domingo, 13 de octubre de 2013

Comienzos y finales

Lo hacía cada tarde. Pedía un libro en la biblioteca popular, se retiraba a un rincón apartado de la sala de lectura y hojeaba la primera página.
Leía los primeros dos párrafos, los copiaba a una libreta de apuntes y devolvía el libro.
Al día siguiente repetía el rito, eligiendo un título diferente.
Los empleados lo habían observado atentamente las primeras semanas, luego, como a todo bicho raro, se lo dejó hacer sin darle mayor importancia.
Tras dos años de renovar a diario su visita, el hombre dejó de aparecer por el lugar.
La siguiente vez que lo vieron fue en una foto y estaba en el retiro de tapa en un libro de la última partida que habían adquirido.
Se titulaba "Comienzos" y una leyenda muy pequeña decía: "Más de un millón de ejemplares vendidos". La sinopsis en la contratapa advertía: "Un buen comienzo suele ser la clave para que el lector se sumerja completamente en un mundo nuevo, el que ofrece un relato. La suma de buenos comienzos, es un paraíso irresistible y encantador, que uno no querrá abandonar, por más que jamás sepa que seguirá a continuación".
Al día siguiente, como una gran coincidencia, volvió a entrar el hombre. Los empleados se miraron perplejos. Pidió un libro y como era su costumbre, se dirigió a la sala de lectura, buscando la mesa más apartada.
Esta vez abrió el ejemplar en la última hoja y tras sacar su libreta, una nueva, tomó nota.
Aníbal, el bibliotecario más joven, no resistió la tentación. Cuando el hombre se retiraba, lo abordó con suavidad.
- Disculpe... ¿su próximo libro se llamará acaso "Finales"?
El hombre lo observó sorprendido, algo sonrojado. Sonrió y tras devolver el libro, abandonó el lugar.
Pensaron que no volvería, pero así lo hizo y mantuvo durante más de un año el ritual. Como lo imaginaban, un poco más adelante salió el libro. Se llamó como había predicho el bibliotecario.
Para cuando volvió aparecer, al tiempo, la gente en la biblioteca le había ganado cierto resquemor. Lo consideraban un vivo, que con poco esfuerzo, o el esfuerzo de otros, se llenaba de dinero.
Fue el propio Aníbal, quien antes de entregarle el título solicitado, le preguntó cuál sería el eje de su próximo best seller.
- Tenemos "Comienzos", "Finales"... ¿qué se viene ahora, "Nudos"?
El hombre sonrió.
- No, ahora que no tengo que preocuparme por el dinero, voy a leer todo aquello que no leí. Es la única forma de entender mis dos libros. Conozco los comienzos y los finales, pero no las historias que encierran. Y entre nosotros... comenzar o terminar algo no es lo crucial. Sino lo que sucede entre esas dos cosas.
El hombre tomó el libro y fue a su lugar de costumbre. Permaneció mucho más tiempo y se retiró con una sonrisa. Había dejado un señalador en la página cien. Aníbal lo saludó, sabiendo que lo vería muy seguido, durante el resto de sus días como bibliotecario de aquel lugar.

4 comentarios:

JLO dijo...

muy buen relato... y es verdad, lo importante es el camino, no donde se llega no? salu2...

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El hecho es que no se puede ser escritor sin ser lector.
Este caso sólo es una exageración. Y tal vez no demasiada exageración, ya que existe la glosa, la intertextualidad...

SIL dijo...

Maravillosa la tarea la que le espera.



Abrazo grande, Netito.



SIL

SIL dijo...

Me sobró un ¨la¨...
Tachalo, jeje.