Es difícil reconciliar el sueño cuando uno despierta a mitad de la noche tras haber escuchado el sonido inconfundible del teléfono sonar una vez.
La pregunta queda latiendo al mismo ritmo del corazón, casi de manera desbocada. Y las horas pasan y la noche se hace eterna.
Recién al levantarnos uno se acerca sigiloso, casi temiendo que el aparato lo fuera a atacar, y revisa en busca del número de la llamada perdida en la madrugada.
Y para sorpresa, allí no hay nada. Cero registros. La cabeza, maquinaria molesta si las hay, se pone en funcionamiento para tratar de darle una explicación a lo que no tiene lógica. Y así se consume la mañana, sin resultado alguno.
Para la tarde es asunto olvidado. Recién por la noche, antes de acostarse, el recuerdo vuelve como un alma en pena. Y por segunda luna consecutiva, nuestros ojos quedan en vela.
La diferencia es que esta vez, el teléfono no suena. Y es probable que la noche anterior jamás lo haya hecho. Pero nunca lo sabremos. La oscuridad se ríe por lo bajo, dueña absoluta de nuestra voluntad.
Freddie y el futuro
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Hace 6 meses
4 comentarios:
qué misterios tiene la vida y cuántos tiene la noche...
Los telefonos tienen esas cosas molestas.
Y el insomnio es especialista en tramar fantasmas...
Abrazo.
A veces es peor que llame! Ja!
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