viernes, 10 de abril de 2015

Contra las cuerdas

Entró a su casa abatido. Nada de otro mundo, la rutina diaria para llegar a fin de mes.
Arrojó las herramientas en un rincón y se dejó caer en la silla. Estaba exhausto. La máquina de escribir aguardaba expectante en el extremo de la mesa. Una hoja a medio terminar se arqueaba sensualmente animándolo a acercarse.
En cambio, cerró los ojos y trató de abstraerse del universo. Solo logró intensificar el dolor de cabeza.
Abrió los ojos. Sintió angustia al ver la máquina y sin mediar palabra se fue a su habitación.
Podía sentir el fracaso de su oficio en manos de la necesidad de su profesión. El pan en la mesa contra el sueño de un iluso. El resultado se caía de maduro.
Aprovechó a dormir antes que llegaran su mujer y los chicos.

1 comentario:

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

No es justificación para darse por vencido.