domingo, 17 de octubre de 2010

El problema de Raimundo

El gran problema de Raimundo era el no poder recordar los nombres de los demás. Por esa razón, sus relaciones eran escasas.
Muchos no toleraban que los llamara cada vez de una manera distinta, detalle no menor en estos tiempos que corren, donde el ego está tan desarrollado.
Solo sus familiares soportaban el hecho de ser nombrados cada vez con un nombre diferente. En una época habían recurrido a una solución que parecía práctica: habían bordado sus nombres en las ropas.
Claro que esto hacía que lugar donde fueran, cualquier desconocido los llamara por su nombre, la mayoría de las veces en tono de broma.
Decididos a ser "bautizados" una y otra vez, corregían a Raimundo cada vez con menor frecuencia, acostumbrándose a esa realidad.
Para Raimundo, el saber que no podía recordar los nombres (y solo los de las personas, dado que no tenía problemas con los objetos y lugares) era una situación que lo llenaba de bronca.
No entendía como podía ser posible, pero a pesar de haber visitado a numerosos especialistas, no encontraba solución alguna.
Su pena mayor era el de no poder entablar una relación con una mujer. Los primeros intentos fueron rotundos fracasos. Si a un amigo no le gusta ser confundido, menos a una mujer en medio de un abrazo.
Así fue creciendo Raimundo, en un caos de nombres sin control. Solo recordaba con exactitud el suyo, lo que no representaba ningún aliciente.
No podía ver una película, porque si bien los dialogos podía seguirlos, cuando no se mencionaban los nombres de los personajes, mentalmente iba cambiaándolos en su mente y entonces la trama se volvía confusa.
Tampoco seguía deportes por televisión, ya que no identificaba a los jugadores, si bien los rostros se le hacían conocidos, nunca coincidían con el nombre que tenía en la cabeza para cada uno de ellos.
Solo encontraba alivio en la lectura, donde los nombres eran invariables, ya que todo estaba escrito y ante la ausencia de rostros, las letras impresas eran la única realidad.
Cansado de médicos, recurrió cierto día a un brujo, que tampoco encontró la cura a su mal, sin embargo le dio una esperanza. Le dijo que su amor sería aquella mujer a la que pudiera llamar dos veces seguidas por el mismo nombre, por más que ese no fuera el de ella.
Hasta el momento no lo ha logrado, de todas formas persevera, recibiendo en muchos de esos intentos de acercamiento más de un cachetazo en señal de ofensa.
Y sabe, sin que esto se lo haya dicho un profesional o un curandero, que la vida va más allá de las etiquetas y los nombres, por lo que no ahonda más de la cuenta en su tristeza. Intenta aplacarse y salir a la calle con una sonrisa, soñando con que el mundo se resigne a no ser llamado como corresponde.

7 comentarios:

SIL dijo...

Ya lo va a lograr, será cuestión de paciencia...
Cuesta poner nombre (equivocado o no) al verdadero amor ;)

Es extraño y hermoso el relato.

Un beso grande, Esteban.

Lucía

Anónimo dijo...

y yo no sé si esto no es hasta una declaración de principios, como bien hace Reimundo, no se empantana en la tristeza más de la cuenta, sale con la frente al alto a la calle y deja de lado etiquetas y nombres, y quizás así algún día consiga que este extraño mundo se lo identifique por otras catalogaciones...
precioso relato Netito!

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Con tinta violeta dijo...

Genial, ¡me encantó!. Creo que el hombre era un "creador" incomprendido. Si él cada vez que veía a la persona, se le antojaba diferente ¿por qué no iba a asignarle un nombre distinto? Y si él es feliz así...que siga...
Lo de la memoria...me recuerda que coincidimos en temas...ya verás porqué en un par de días...
Abrazos!!!

Netomancia dijo...

Doña Susana, el amor no tiene nombres, sino correspondidos (que a su vez tienen nombres!). No, muy difícil el tema.
Saludos!!!

Don Diego, de nombres y etiquetas es la cosa, nada más complicado que catalogar todo, más para una memoria tan frágil como la de nuestro amigo, no? Un abrazo!

Doña Tinta, siempre defendiendo ud lo imposible jaja. Bueno, a esperar la coincidencia de temas! Gracias! Saludos!

el oso dijo...

Hay varios Raimundos en este mundo, confundiendo nombres, rostros y otras yerbas.
Por eso salen a la calle con una sonrisa. Sólo basta pegar un vistazo para encontrarse con ellos.
Buenísimo, Neto!

Anónimo dijo...

Muy bueno. Y es cierto, la vida va más allá de las etiquetas y los nombres. Quizás, un atajo, sería nombrar a las cosas por lo que nos hacen sentir, más allá de su significado.

Saludos desde Neuquén