sábado, 6 de noviembre de 2010

A oscuras

En el último vestigio de la tormenta, la vivienda quedó a oscuras. Los niños se acurrucaron contra la madre, en tanto el padre bajó las escaleras para revisar las llaves térmicas de la casa.
Cuando llegó al lugar, vio que el corte de energía era en toda la calle. Tenía la ventana a un metro de distancia y no se veía nada hacia afuera.
De todos modos subió y bajó la llave, sabiendo de antemano que no tendría suerte. Buscó en un cajón una linterna y caminó escaleras arriba. Sin embargo a mitad de camino detuvo su andar. Alguien golpeaba la puerta.
Dudó entre volver y atender o seguir los peldaños hasta el primer piso. Decidió atender. Con la linterna iluminó hacia el exterior, por la ventana. El débil haz apenas si dejó entrever el camino del patio delantero de la casa.
¿Realmente había escuchado los golpes? ¿O serían producto de la mezcla de su imaginación con el viento? Llevó su mano al picaporte y lo giró. Estaba la cerradura con llave. Buscó la misma alrededor, pero no pudo encontrarla. Supuso que su mujer la había guardado en alguna parte, ahora oculta bajo el manto de oscuridad que reinaba en la planta baja y en toda la casa.
Desde arriba oyó la voz de su mujer, preguntando si estaba todo bien. Iba a responder que si cuando escuchó otra vez los golpes, ahora en la puerta de la cocina, que daba al patio. Corrió hacia allí, tropezando con una silla en el camino. Cayó al suelo, pero se puso de pie al mismo tiempo que su mujer, preocupada por el ruido de la caída, comenzaba a bajar por la escalera.
El rostro del hombre se contrajo de miedo. La puerta ya estaba abierta al llegar a la cocina. Pensó en su familia y giró para subir al primer piso. Chocó de frente contra alguien. Amagó a arrojar un puñetazo, pero el gemido de su mujer, aturdida por el golpe, lo detuvo.
Pronunció su nombre, casi con recelo. Si, era ella. Era su voz, agitada. Desde el primer piso llegaron quejidos. Ambos se pusieron de pie de inmediato y casi empujándose, subieron las escaleras. El cuarto estaba vacío. Los niños no estaban. A través de la ventana un relámpago iluminó la habitación.
Proveniente de abajo, les llegó el sonido de un portazo. Corrieron hacia la planta baja, al borde de las lágrimas. La puerta de entrada se golpeaba una y otra vez contra el marco, debido al viento que la azotaba.
Sobre el camino delantero de la vivienda, a pesar de los charcos de agua, las pisadas de dos enormes zapatos y cuatro zapatillas pequeñas eran ineludibles. Abrazados, los padres ahogaron el grito, mientras la lluvia arreciaba demencialmente.
Una risa muy lejana sentenció la historia, al mismo tiempo que la energía eléctrica devolvía la luz a la calle y a las viviendas de aquel siempre tranquilo barrio de la ciudad.

7 comentarios:

SIL dijo...

Estoy tildada.
La muerte trabaja a oscuras y tiene pies grandes...?

O se trata de un espantoso secuestro.

Como sea, la historia es horripilante y el relato es magnífico/rrible- sin la hache-

Great, Netuzz

Un abrazo

SIL

Con tinta violeta dijo...

Uf, magnifico cuento Neto...¿sería el hombre del saco? (imagino que por allí habrá un equivalente al que nos nombraban aquí cuando éramos pequeños), o tal vez algo peor...precedido por la oscuridad y por una horrible tormenta de agua y viento...me temo que el mundo de las tinieblas puede tener algo que ver en este "extraño suceso", ja.
Felicidades. Me encanta el manejo del tiempo.
Abrazos!!!!

Anónimo dijo...

hay ocasiones en las que prefiero ni mirar lo que nos traen las tormentas, cierro persianas, ventanas y puertas, y si se va la luz me meto debajo de la cama... ya estoy viejo para este tipo de sorpresas!!! jaja
muy bueno Neto!!!
abrazos!

Felipe R. Avila dijo...

Sil, ¡claro que es un secuestro!
Y como dice doña Tinta es lo que acá se conocia hace años como "el hombre de la bolsa".
Y bueno, eso les pasa por ser solidarios...
¿a quién se le ocurre abrir la puerta cuando todo alrededor está a oscuras por mas golpecitos que den?

Che, Neto, es ciematográfico este relato...y muy aterrador.
Diego:¿me hace un lugar debajo de la cama?

Netomancia dijo...

Doña Sil, quiero pensar que si, que es un rapto, aunque no de esos en los que se pide rescate. Una pérdida por siempre. ¿Horrible, no? Saludos!!!

Doña Tinta, acá es el hombre de la bolsa, y podría tratarse de este sujeto, claro que si. Es misterioso y perverso, encaja en la descripción ja. Saludos!

Dieguito, si vos estás viejo, que me queda jaja. Che, no seas tan asustadizo, mirá que ya Felipe quiere ir con vos... mmmm. Un abrazo!

Don Felipe, no no, no le abrieron la puerta, al menos el tipo quiso pero estaba cerrado. El misterioso secuestrador se las ingenió de algún modo (¿sobrenatural?) para entrar. Un abrazo!

Felipe R. Avila dijo...

Esio me aterra mas aún!
Diego ¿hay lugar para todos los que comentamos allí debajo de la cama?

Mikel Nhao dijo...

Oye, enhorabuena, de verdad, brillante escrito