- ¿Y si dejo caer una piedra? - preguntó con solemnidad Gonzalito.
- Supongo que se hundirá - respondió Alejandro, mientras trepaba a la baranda del puente.
- ¿La tiro?
- Hacé lo que quieras.
Gonzalito bajó, tomó carrera y al llegar a la baranda lanzó la piedra. La vio volar por el aire, cruzándose delante del sol, del cielo celeste, para luego caer con los árboles de fondo de manera majestuosa, sin posibilidad alguna de detenerse, hasta llegar al río que avanzaba cansino, varios metros más abajo.
- Se hundió.
- Y si... - a su hermano las certezas gonzalianas le caían de mala manera.
- La quiero ir a buscar.
Alejandro lo miró, fastidiado.
- Gonzalo, es una cosa o la otra. Nunca las dos. Andá aprendiéndolo.
Y Gonzalito, con sus cinco años a cuesta, volvió llorando a su casa, sabiendo que mamá o papá lo consolaría. Y siempre sería así, estaba seguro: siempre.
Carlitos
-
Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
4 comentarios:
Siempre.
Saludos
J.
Si lo habrá hecho renegar cierto Paul...
(y viceversa)
Ja!
Abrazo
Buena respuesta de Alejandro. Gonzalo debe ser tan molesto, ponerse a llorar por una piedra.
Es una cosa o la otra, Netito.
Y una vez lanzada, hay que darla por perdida...
=)
Abrazo.
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