La vieja está cansada. Ha fregado de más durante muchos años y quiere acostarse a descansar. Le piden que aguante un poco más, que aún es temprano y el sol está en lo alto. Pero la vieja no quiere mirar al cielo, porque allí están varios de los que ama y no puede olvidar. No, les dice, quiero ir a descansar, por favor.
Pero la retienen un rato más, la convencen con promesas de que la van a ayudar y se queda. La tientan con cebar unos mates y allá va ella, resignada de su suerte, de su existir. Y qué tal unas tortas fritas, no vendrían mal unas tortas fritas. Y la vieja comienza a amasar.
La tarde es eterna y ella sola en su soledad, enjuagando lágrimas mientras quita telarañas con el plumero, trapea los pisos y zurce calzoncillos rotos. La llaman de afuera y le dicen que el otoño ha tendido su habitual manto de hojas y le dan la escobilla de metal y una lona grande. Qué quede lindo, le piden y se van a patear un rato. Y la vieja sueña con ser hoja y escaparse con el viento.
Pero solo escapan suspiros y nuevos dolores que se trepan a los anteriores. Su espalda ya parece una colina de tantos achaques superpuestos. Pero la vieja no puede parar, porque de ella depende el mundo. Y así las camisas están planchadas y dobladas en los cajones, las medias ordenadas sin equívoco y los zapatos brillando al pié de las camas.
De vez en cuando se mira las prendas y las nota remendadas hasta no poder, pero no se aflige, sabe que gracias a ellos los demás están bien vestidos y salen a la vida con elegancia. Total, ella si apenas sale para los mandados. Y de vez en cuando, viaja en colectivo al cementerio para llevar flores, que recogió del jardín, a sus seres del corazón, que ya no están. Y es allí dónde llora, porque sabe que nadie la ve. Porque allí solo hay paredes de concreto, insulsas, con apenas nombres grabados, sin vida, ausentes de la realidad.
Y vuelve. La vieja siempre vuelve, con sus achaques, su mirada tímida, su servilismo inmaculado. Y otra vez es el mismo día. La misma sinrazón de ser, existiendo para los demás, para que los demás existan, en un juego de palabras que no entiende ni quiere entender.
La vieja está cansada y quiere descansar. Pero le dicen que es temprano, que aún el mundo quiere girar. Y allí está ella, haciéndolo posible, sin chistar.
Y sin que nadie la vea llorar.
Carlitos
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Hace 4 semanas
2 comentarios:
la vieja de fierro, de material moldeable y dulce, sincera y cercana...
mirá como son las cosas, hoy es el día de la madre en españa y por acá un par de frases como estas que nos regalas serian de los mejores regalos que se pueden ofrecer!
salute camarada!
pobres viejas!
el siglo XXI aun no les da el lugar que se merecen! parece que el tiempo se niega a cambiar ciertas costumbres.
las viejas tendrían que dar más chistidos y menos servicios, y el resto del mundo comenzar a escuchar un poco.
abrazos!
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