Un tercer episodio de pasado desempolvó los auges de la memoria caída.
Comenzó con una leyenda pasiva de contracturas del alma que, poco a poco, se transformó en noche eludiendo las causas de la tensión.
El medio fue una máquina del tiempo generosamente abstracta, como la Olivetti que llenaba gran parte del ropero, en el sector de los zapatos. La sacó de su hueco con gran esfuerzo. Estaba tan bien encajada como un secreto guardado sin dificultad. No molestaba hasta que la necesitó. Después de probarla intensamente comprobó que ya no funcionaba, entonces recordó el porqué del abandono, del desuso, de las huellas en las teclas después de la última canción.
Las olvidadas letras de su memoria permanecerían sepultadas con la muerte de la vieja máquina, pero se enorgulleció por no existir la posibilidad de otro renacer mecánico.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
2 comentarios:
¡Qué suerte, en definitiva, tuvo el escritor! No es la mía, que alguna vez presté la lettera32 en perfecto estado a alguien que ni recuerdo y por no resignarme a que esté rota azoto sin piedad el teclado de esta pc... Qué suerte...
¡Muy lindo, Meli!
Qué increíble juego de palabras, que van de la simplicidad a la efectividad, para tejer un relato que nos deja pensando en lo no escrito, en la idea desterrada a fuerza del destino, disfrazado de una vieja Olivetti.
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