Desde pequeño su talento no le permitía pasar desapercibido. Enrique era dueño de un instinto natural para resolver problemas, incluso cuando no sabía ni leer ni escribir, sumar o restar. Aprendió incluso esas facultades más tempranamente que otros niños.
La bondad era su escudo, la inteligencia su espada. Un caballero de una corte imaginaria, en la que el bien podía trasladarse a los demás. ¿Era un ángel? ¿Un enviado? No, era Enrique. El hijo de Tomás y Sofía. El chico de la esquina.
Pero Enrique sufría un problema. Olvidaba. Lo que llegaba a resolver, dejaba de estar en su memoria. Aquello en lo que ayudaba, se ausentaba para siempre de su cabeza.
Así era que al salvar el gato del vecino luego de ser atropellado éste por un camión, se repartía el barrio entre la alegría por el milagro y la tristeza por saber que ya jamás salvaría otro gato, porque no recordaría como hacerlo.
Y así creció Enrique, siempre dando, y a la vez perdiendo. Pero sin arrepentirse.
La noche en la que su madre yacía en el lecho, ya consumida por el cáncer, tan solo pudo pedirle perdón entre lágrimas, porque no podía hablar. Era tan cruel ser Enrique en ese momento, tanta impotencia se alojaba en su corazón que le parecía, explotaría en cualquier momento.
La veía morirse, no pudiendo ayudarla. No recordaba cómo. Ya había curado a alguien una vez de esa enfermedad y ahora su mente se nublaba al pensar en el asunto. Y verla allí era lo mismo que morir.
Se supo entonces inútil, dueño de un don y a la vez de una maldición. Esperó a que ella muriera y decidió no volver a sufrir. Fue egoísta y se mató.
Dicen que se arrojó desde una azotea. Jamás encontraron su cuerpo.
Quizás alguien con piedad en el cielo se dió cuenta del crimen y lo llevó de nuevo con los demás ángeles. Quizás se quiso ayudar y lo logró y ahora vaga en el anonimato.
O bien, su muerte fue otro olvido y su alma vive presa en la oscuridad de los que no saben donde están.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 3 semanas
4 comentarios:
Yo no séEnrique, pero vos, vos tenés un talento maravilloso a la hora de redactar tus cuentos!
=) HUMO
En un país donde los enriques cotidianos sufren la agonía del olvido de los grandes enriquecidos, los dones son maldiciones y los bellos cuentos como éste dulces remedos de lo injusto de la cosa.
Brillante, Neto...
enrique, enrique!!!
te llamo para compartir un rato, te grito para ofrecerte mi amistad!!
mis aplausos neto!
EXTASIADA QUEDÉ.
RELATO EXQUISITO.
BESOS
DON OSO, POR QUÉ NO ME AVISÓ ANTES ??
BESOS
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