jueves, 21 de mayo de 2009

Walking Class Hero

José caminaba entre los días.
Sin conocer el cómo ni el porqué, él salía una mañana de Lunes del portal de su casa, y regresaba un Jueves por la noche.
Nunca llegó a comprender el sentido de aquellos extraños sucesos. Nunca supo con certeza cuando comenzaron.
Sólo recordaba aquella mañana primaveral de 1991 en la que se dirigía al mercado del barrio y regresó cuatro meses después a su casa, ante la mirada absorta de su madre que le reclamaba la bolsa de verduras que le había encargado (y por supuesto el dinero destinado a la compra).
Cuando estos viajes sucedían, José notaba que se perdía en mundos paralelos que se podían cruzar de una vereda a la otra. La línea que separaba los días y sus horas era tan delgada y frágil que él no podía resistir la tentación de cruzarla.
Así fue como un caluroso miércoles de Agosto decidió saltarse algunos días a mayor velocidad. Era una prueba arriesgada y eso lo motivaba en cierta forma.
Se peinó cuidadosamente frente al espejo de su habitación y luego de tomarse un café junto a su hermano menor, se dirigió apresuradamente al portal del edificio.
Una vez fuera comenzó su caminata mientras notaba como los colores iban despareciendo. De repente un perro ladraba y en un abrir y cerrar de ojos ese perro ya no se encontraba en su lugar. Una radio sonaba estrepitosamente a lo lejos y de repente el silencio era abrumador.
José comprendió que el viaje había comenzado.
Quizás era lunes, quizás era Noviembre. En definitiva, José conocía los riesgos y sin dudarlo comenzó a correr sin sentido por los días y las calles que se le iban presentando.

Así estuvo horas, o minutos; o quizás años....

No lo sabía ni él ni nadie de su entorno. Algunos notaron su ausencia, otros ni se percataron.
Una mañana de Abril nuestro viajero se detuvo en un esquina de alguna ciudad desconocida. Se acercó al puesto de diarios y se tapó los ojos con la mano para no ver la fecha que figuraba en la cabecera de los periódicos (nosotros la sabemos). Muy gentilmente le solicitó al dependiente que le recomendara alguna buena historieta para leer mientras realizaba un largo viaje.
El joven encargado del puesto escuchó a José y se acercó con un libro en la mano. Luego de mirarlo detenidamente - casi reconociéndolo - envolvió un libro en papel de diario y le regaló aquella edición de tapas duras de "El Eternauta", con la única condición de que comenzara a leerlo dos días antes de que llegara a ese puesto de revistas.

7 comentarios:

Netomancia dijo...

Ah me encantó este relato fantástico!!! Ya quisiera tener la habilidad de José y poder vagar por el tiempo no lineal que nos rodea. Para cuando la física cuántica nos ofrecerá viajes en pequeñas grágeas!
Y me parece bárbaro estos pequeños homenajes que hacés, como ahora con El Eternauta (pensar que lo leí recién hace poco! lo que me estaba perdiendo!!!) y antes con los Manics.
Como en su momento al Oso le decía que sus relatos con la ciudad como escenario me fascinaban, los tuyos con dosis de homenajes me parecen sensacionales.
Abrazo Dieguín!

el oso dijo...

Súmome a la envidia del Neto sobre las habilidades de José... También me sumo a decirte que me maravilló este homenaje a una obra fundante y a una forma de hacer literatura magnífica de darle valor extraordinario alos acontecimientos cotidianos.
Bienvenidos estos textos que no pasan de largo.

Abrazo

SIL dijo...

Mientras no terminemos todos en la cancha de River...usándola como base de operaciones..
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Ahora en serio, excelente relato, y muy buena la recomendación y elección que el empleado de puesto de diarios le hizo a José.

BESOS al autor.

el oso dijo...

Y al maestro John (olvido casi imperdonable...)

Taller Literario Kapasulino dijo...

Muy bueno! Me encanto!
La historia y ademas el recuerdo del Eternauta

Maga h dijo...

Muy bueno y me trajo a la memoria que me ha quedado pendiente leer El Eternauta, ya me han dicho que no debo perderme ese placer.

Abrazo

Magah

Maria Susana dijo...

Fantástico,caminar entre los días...
Un abrazo.