jueves, 16 de julio de 2009

El momento

Qué sería de los días sin mi momento de tranquilidad en el banco de la plaza. El ir y venir de los autos, ajenos a mi presencia. El vendedor de praliné en la esquina. Los chicos que luego del colegio iban a corretear entre los árboles. La postal de la iglesia erigiéndose hacia el cielo, con las nubes a su espalda.
El diario arrojado a un lado, las manos ahora en los bolsillos queriendo encontrar el calor que el clima no brinda. Los ojos se posan en dos palomas inquietas, que picotean el suelo y agitan sus cuerpos con movimientos delicados y graciosos.
El espíritu renueva el aire, los pulmones se llenan de vitalidad y regocijo. En ese no hacer nada, es cuando en realidad pasa todo. Cierro los ojos y respiro y siento como el mundo se mece alrededor, escuchando los murmullos, el cántico de los grillos diurnos y la melodía del tiempo, que se esfuma en cada exhalación, pero vuelve a nacer al instante siguiente.
Absorbo el momento, lo vivo, me nutro de él. La tristeza me quiere invadir cuando el reloj me da las cinco y se que debo volver. Pero no se lo permito. Soy dueño de mi. De todas formas escucho reírse al destino por lo bajo, saboreando como siempre la victoria.
Me voy silbando, con paso seguro. Hago oído sordos a esa risa y a pesar de todo, en mi rostro reluce una sonrisa. El camino me lleva otra vez al sufrimiento del día a día, de las obligaciones y responsabilidades, dónde me aguardan solo sinsabores. Pero no lo esquivo, no lo evito. Le hago frente, a pesar de todo. Se que mañana tendré nuevamente mi momento en el banco de la plaza.

7 comentarios:

Taller Literario Kapasulino dijo...

Excelente neto, una postal de Villa.
Habra que seguir con la rutina...

Don Belce dijo...

Cuantas imágenes, cuantas sensaciones. Todos tenemos esa posibilidad, esa especie de revancha de la rutina, por más interminable que nos parezca...

Anónimo dijo...

es increible como uno saca fuerzas de cualquier lado, le pone el pecho a las balas y arranca nuevamente. Si no fuera por esos momentos en nuestras plazas, por ese abrir y cerrar de ojos y ese respirar, creoq ue la humanidad ya estarái perdida.
es genial como la nostalgia puede encender los recuerdos del que lee y se siente sentado en la plaza antes de que nos den las cinco...
muy bien dicho, todavía somos dueños de nosotros mismos!
un abrazo enorme!

Annie dijo...

Con este cuento pusiste un espejo, en el cual nos podemos descubrir nuestros propios ojos.
Tal vez, porque al escribirlo vos también miraste los tuyos...
A todos nos pasa algo parecido.

HERMOSO!!!

BESOTES

=)

Netomancia dijo...

Carla, si, usé algunos escenarios bien villenses para hablar de lo rutinario. Saludos!

Alvarez, las sensaciones encontradas de estar haciendo algo útil a diario y la de estar perdiendo el tiempo de nuestras vidas en ello.

Diego, es que a pesar de no darnos cuentas, aún somos dueños de nosotros mismos. Un abrazo!

Doña Annie, me gustó lo del espejo. Es que todos, en algún momento renegamos de la rutina. Algunos más, otros menos... Gracias!

el oso dijo...

Escenario tan villense como de nuestras interioridades...
Un corte de manga al destino infausto que nos quiere rendidos.
Como el esclavo que clava su pala fuera del lugar donde le indicaron, porque usa la libertad que tiene, poca o mucha para creer, siempre creer, que algún día las cosas cambiarán para bien.
Excelente Neto!!!

Anónimo dijo...

Me gustó la fortaleza de superar lo cotidiano, para que el estado de pena no nos invada, y sirvamos para algo!
Saludos! Gracias por pasarte por el blog!
Noe