El hombre apareció un día y pidió permiso para subir al techo. Don González, que vivía solo como un ermitaño, le preguntó para qué. Para ver las estrellas desde un poco más cerca, le contestó.
Don González no se negó. Cómo se le va a negar a un hombre amable subir al techo para un motivo tan noble.
A la mañana siguiente aún permanecía allí. Le alcanzó de comer y una botella con agua. Luego le ofreció un colchón, pero lo rechazó con educación. El hombre permaneció esa noche y la siguiente y la siguiente.
Para la cuarta noche se acercó un grupo de diez personas. Toda gente del barrio. Le pidieron permiso a Don González para subir al techo a hacerle compañía al hombre. No podía negarse. Los conocía de toda la vida y siempre habían sido buenos con él.
Al día siguiente llegaron más personas. Y al otro, y al otro...
A los diez días, el dueño de la casa tenía a casi setenta personas sobre su techo. Dado que no podía alimentar a tantos, todo el barrio colaboraba. Algunos se encargaban de preparar la comida, otros de alcanzar agua, un grupo recolectaba mantas para cuando refrescaba, unos muchachos se encargaron de alquilar unos baños químicos que instalaron en el patio.
A los quince días, ya eran más de cien. Para entonces, el barrio ya estaba organizado. Parecía un engranaje funcionando a la perfección. Cada uno cumplía su rol y todos participaban alegremente.
Ese día se dieron cuenta que el hombrecito que había iniciado todo ya no estaba. Lo buscaron en cada rincón del techo, en los baños, en las casas aledañas, en otros techos... pero no estaba, se había ido. Lejos de desilusionarse, los vecinos estaban felices porque gracias a él habían aprendido a convivir.
La gente se bajó del techo, pero nadie cesó de colaborar con los demás. Todavía conservan la puntualidad de juntarse en las calles al salir las primeras estrellas para compartir unas empanadas al horno, pastelitos o sanguchitos y contemplar absortos todo lo inmenso que nos rodea, pero a la vez tan lejano.
Cuando vuelven la vista a su alrededor comprenden entonces que todo lo que está cerca es más grande, real, tangible. Y entonces, ahora lo cuidan, porque entienden que es aún más maravilloso que todo ese catálogo de estrellas que los visita cada noche.
Dicen que el hombrecito va de barrio en barrio. Aunque no en todos los techos le permiten subir.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 4 semanas
10 comentarios:
wow!!!
gracias por compartir este relato!!y es curioso... he subido uno que viene a decir lo mismo. Apreciemos la vida!:)
un gran abrazo y buen dia!!
Necesitaba tanto ver las estrellas más de cerca hoy , Hermanito!!!
Gracias por este cuento, y también a Don González, por hacerme un lugarcito (chiquito) en su techo.
Un beso.
;)
Es una hermosa historia de compañerismo, solidaridad y union entre gente.... te deja una enseñanza, en mi caso me dejo una enseñanza personal... grande Neto.... un abrazo!
Me gustó mucho el cuentito de hoy. Así comienza siempre casi todo lo que nos une. Lo peor viene cuando alguien quiere sacar negocio de un buen comienzo.
Un placer. Muy tierno.
Un saludo.
jaja impecable Ernestito querido!!!! Que venga ese hombrecito ya mismo a esta ciudad que se olvidó del cielo y sus estrellas!!!
Cuánto necesitamos de estos hombrecitos para que no enseñen a mirar nuevamente a nuestro alrededor!!!
Gracias Don González por darle el permiso de subir a su techo, gracias don Neto por el regalo precioso de este cuento!
Me encantó!
Saludos!
Neto, este cuento me encantaria:
1) haberlo podido escribir
2) Poder dibujarlo
3) que salfga en editado en una nueva serie de cuentos para chicos
(que como se sabe, son para grandes también)
4) que tenga otro título. Uh, no me mire así,che...pero "cuento utópico" es un título muy feo...
muy duro...
¿no le gusta mas: "El hombrecito que miraba las estrellas?
5) cómo me hubiera encantado escribir este cuento,lo felicito,che...
Que hermoso Neto, es un gran relato con una bonita enseñanza.
Gracias Leo! Si, lo leí y es muy bueno!
Doña Sil, me alegro entonces! No las mire muy de cerca, que se puede clavar una punta en el ojo.
Lisandro, que te deje una enseñanza es más de lo que podía esperar al escribirlo. Saludos!
Luis, me imagino alguien queriendo cobrar entrada para subir al techo tras su comentario! Ja. Un abrazo.
Dieguito hay que mirar hacia arriba sin miedo a la tortícolis. Un abrazo!
Felipe, lo que los demás no saben es que basado en este cuento me regalaste una ilustración a modo de tapa de libro. Mil gracias a vos, por el regalo y las palabras.
Carla, gracias!
gracias muchísimas gracias. Necesitamos resucitar las utopías para construir un mundo mejos- María de Lourdes
porque este es un cuento utopico
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