lunes, 24 de mayo de 2010

Pausa

Los niños gritaban en medio de sus juegos convirtiendo la sala en un caos de voces. Gonzalo estaba acostado sobre el sofá, mirando la televisión.
- ¡Vieja! - vociferó Gonzalo desde su lugar - ¡Subí el volumen que no escucho nada!
Su esposa Clotilde, que estaba en la cocina, caminó los quince pasos que la separaban pasillo mediante hasta la mesa principal de la sala, donde solía estar el control remoto. Lo tomó, apuntó hacia el televisor y aumentó el sonido, ganando unos decibeles más, suficientes para hacerse oír por encima de los chicos.
Una sonrisa cubrió el rostro de Gonzalo, que ahora podía escuchar al conductor del programa de entretenimientos que estaba mirando. Al cabo de media hora, llegó a su fin.
- ¡Vieja! - volvió a gritar - ¡Fijate si me encontrás algo para ver, que lo que estaba mirando ya terminó!
Allá fue Clotilde, arrastrando sus alpargatas, resignada con el repasador húmedo aún en las manos. Buscó el control donde lo había dejado y en medio del barullo propio de los juegos combinado con el audio siempre elevado de las publicidades de la televisión se concentró en apretar los botones adecuados para ir pasando de canal a canal hasta tanto oír la voz de su marido, que efusivo le diría donde parar.
Entre el canal 25 y 26 un estruendo a sus espaldas anunció la caída de un jarrón. Las risas de los niños indicaban la culpabilidad de los mismos. El chistido de su marido, recostado sobre el sofá, delataba que nada de lo que había en la pantalla era de su agrado.
Entre el canal 49 y 50 una puntada en la cabeza le anunció que el día se estaba haciendo más largo que de costumbre. En el 65 detuvo sus dedos y sin reparar en la queja inmediata de Gonzalo, arrojó el control remoto contra el espejo más próximo, haciéndolo estallar en pedazos. Luego, se desvaneció donde estaba, con todo el peso del cuerpo golpeando contra el suelo.
Despertó en una sala de hospital, con el suero puesto y pequeños monitores controlando su ritmo cardíaco. Miró alrededor y comprendió que estaba sola. Un televisor de pocas pulgadas reposaba en silencio en un soporte sobre la pared. Casi creía escuchar la voz de su esposo pidiéndole que lo encendiera. Casi le parecía creer que en la cama contigua, desocupada, saltaban haciendo morisquetas y todo tipo de ruidos, sus pequeños hijos.
Suspiró. Aquella era su vida. Su morir de cada día. Su responsabilidad. Volvió a cerrar los ojos, deseando que así su recuperación se acelerase un poco, anhelando el regreso a su hogar, añorando el caos cotidiano, sabiéndose prisionera del mismo, por decisión y resignación, casi mártir de la vida, casi esclava de su destino. Pero entera y gobernada por una razón, aquella que solo conoce el corazón.

9 comentarios:

SIL dijo...

¿Conoce razones el corazón, Netito...?

El relato te mece entre presente y pasado y tiene un tremendo vaivén mágico.
Es real, es duro, es triste, es extraño.

La sensación del estallido del espejo con el golpe del control remoto es sublime...

Un abrazo, Netuzz.

SIL

Con tinta violeta dijo...

Bueno...Neto, vaya cuadro...Lo que pueden llegar a hacer algunas personas por otras. Por un lado la ternura del amor que tiene ella por su familia, por otro la pena de ver cómo ese amor ha sumido a la mujer en una dependencia casi esclava.
¡No se si yo respondería atravesando esos quince pasos! Probablemente diría: ¿Ché, que no tenés manos, vos?
La historia no te deja indiferente. ¡Bien!

Abrazos!!!

Netomancia dijo...

Doña Sil, es verdad, tiene sensaciones encontradas, no me gustó darle ese final a la mujer (final de derrota, resignación y humillación) pero creo que tiene muchas aristas de la realidad y de la sociedad. A veces el ejercicio de escribir combina el placer con el dolor, aunque cueste creerlo. Saludos!

Doña Tinta, puede que muchas personas optaran por su respuesta, creo que la mayoría. En algunos casos, la obediencia y el miedo a perderlo todo, juegan en contra. Como le decía a Sil, raro hasta para escribirlo este relato. Saludos!

Anónimo dijo...

uyyyyy esto dispara miles de sentimientos, ganas de tirar a la mierda los televisores, no encenderlos nunca(cosa que practico desde hace mucho tiempo - junto a la no lectura de ningún periódico - y te puedo asegurar que es un alivio inigualable para estos tiempos "modernos"); ganas de acompañar a la pobre mujer en su recuperación, ganas de sacudirle los años de encima y llevarla de paseo, ganas de....
Pedazo de relato Netito, aunque eso ya no es una sorpresa para nosotros!
Abrazos por mil!

Netomancia dijo...

Nooo loco, perá, si tenés un LCD a mano no lo tires, dámelo a mi que quiero ver el mundial alargado jaja. Gracias Dieguito, un abrazo!

gustavo dijo...

Una figura familiar bastante patológica. Que lamentablemente sigue existiendo. No entiendo bien las razones del corazón ja ja ja. abrazo

Netomancia dijo...

Gustavo, gracias como siempre por leer y comentar. No sos el único que no entiende, jaja. Un abrazo.

el oso dijo...

Entendible o no, son cosas que pasan y así como las pintás tan bien. Podría hacer una lista de casos similares...
Abrazo, Neethoven

Netomancia dijo...

Don Oso, mire que si empieza con la lista, nos quedamos sin espacio eh jajaja. Un abrazo!