martes, 12 de mayo de 2009

Los extraños casos de familias que desaparecen

La policía investigó los extraños casos de familias desaparecidas durante mucho tiempo. Invirtió tiempo, personal, análisis en laboratorios, consultas a otros entes policiales internacionales, pero se vio vacío de resultados positivos.
Las familias desaparecían de sus hogares sin dejar una sola pista. En los primeros casos, se sospechaba de otros parientes, pero al sucederse los casos, cayó de maduro que era obra de un mismo hombre o en su defecto, de un mismo grupo de hombres.
Desorientados, fueron acumulando archivos tras archivos, encarpetando pruebas y remitiendo cajas y cajas de objetos para ser analizados a los laboratorios designados.
Tomaron nota de todos los movimientos de los desaparecidos, tras horas y horas de entrevistas a vecinos, conocidos y parientes.
El caso, sin embargo, parecía hundirse en el más profundo de los oceános. Estaban varados en medio de una turbulenta tormenta de incertidumbre, en tanto los medios reclamaban por la resolución del misterio.
El último caso registrado tenía una diferencia de tres años con el primero que se había dado, todos en un radio de cien kilómetros, abarcando el área a varias ciudades. Tras ese último caso, el de la familia Van Hobben (matrimonio, dos niños de cinco y siete años de edad respectivamente y una anciana de noventa años), no hubo nuevos reportes.
La investigación se extendió unos meses más después de los Van Hobben. Las desapariciones fueron archivadas, temiendo la policía que quedara como un mito moderno, un hecho con un aura sobrenatural.
Tiempo después, un oficial novato, relacionó la desaparición de un plomero de la zona con la misma fecha que se había dado el caso Van Hobben. Le llevó la inquietud a sus superiores, pero debido al aura de misterio que rodeaba al famoso caso, omitieron su reporte.
Decidió investigar por si solo. Fue hasta la última casa. Inspeccionó cada rincón, sin obtener nada. Volvió a su casa, ya de noche. Resignado estaba a punto de acostarse cuando se dio cuenta lo estúpido que había sido. No aguardó al otro día, salió presuroso hasta la casa de la familia Van Hobben. Marchó a pié.
"Todas las casas tenían cloacas, todas las casas tenían cloacas" se iba diciendo mientras recorría la última cuadra. Entró a la casa, fue hasta una de las tapas del desagüe y la abrió. Las cañerías eran grandes. Encendió una linterna y con esfuerzo, se metió en la misma. Cabía ajustadamente y arrastrándose, fue avanzando siguiendo el punto de luz que su linterna iluminaba más adelante.
No sabía cuánto había recorrido, porque lo hacía lentamente, cuando vio a unos metros una bola enorme de tela. A medida que se acercaba, la poca luz le devolvió otra realidad. La tela era ropa, y cubierto por la ropa, había un cuerpo. Lo que creyó que era olor propio de la cloaca, supo de inmediato que era putrefacción.
Le estaba faltando el aire, pero siguió adelante hasta llegar al cuerpo. Esperaba encontrarse con Eduardo Van Hobben, puesto que la ropa era de hombre, pero en su lugar encontró al plomero desaparecido. Quiso moverlo, pero se dio cuenta que estaba encajado. No dudó en que así había muerto. Solo quería sacarse de encima otra sospecha antes de emprender el regreso y volver con refuerzos.
Tironeó hasta quedar exhausto, pero logró mover el cuerpo obeso del plomero y pasar por un lado. Quería ver lo que sospechaba. Era esa imagen la que le permitía seguir adelante allí abajo, en un espacio reducido, donde apenas podía moverse, casi sin aire. Y esa imagen estaba allí. La familia Van Hobben a pleno. Todos muertos, con bolsas de nylon transparentes en sus cabezas.
No supo como, pero el obeso cadáver en descomposición del plomero se le vino encima. Cayó con fuerzas sobre sus piernas, atrapándolo debajo. Lo intentó todo, pero no tenía espacio para moverse ni le quedaban fuerzas para seguir luchando.
Gritó con la poca energía que le quedaba, pero era en vano. Nadie lo oiría. Podía imaginarse a las demá familias enterradas en sus propias cloacas, despidiendo un olor nauseabundo que se perdía en la misma atmósfera del lugar. Comprendía el horror de esas imágenes, porque era protagonista de la misma situación. Su angustia fue mitigando a medida que las horas avanzaron y el sopor se hizo inevitable. A la larga, su cuerpo tendría decenas de razones para dejar de responder. Su mente, se despedía en ese mismo momento.
Dos días después el joven oficial fue dado oficialmente como desaparecido. Debido a que se sabía que había estado investigando por su cuenta el caso de las desapariciones, consideraron al mismo como de mala suerte y fue archivado en forma definitiva. Nunca se resolvió. Jamás se dieron explicaciones. La prensa fue muy dura con el organismo policial. Tituló con énfasis, recriminando: "Otros crímenes sin solución que terminan en las cloacas".

10 comentarios:

SIL dijo...

Bueno, mejor a esta hora que mañana con el desayuno...
Puajjj....
PERO, tengo que reconocer que el titular de la prensa con el que rematás el relato, es brillante y fiel a tu estilo.
Muy bueno, Sr Misterio.

Besos putrefactos...

Alejandro Ramírez Giraldo dijo...

Me conmueve pensar en el destino de ese pobra novato. Muerte cruel. Pero nos quedamos sin saber quién los desaparecía.

Saludos,

el oso dijo...

Ahora, mandarse a las cloacas para ver qué pasa, ese muchacho se lo buscó solito. Ni en los titulares apareció...

Que no se me tape un caño en la casa porque quedará así.

Abrazo...

Anónimo dijo...

jojojojo estos casos no los resuelve ni don sherlock, mamita que intriga, que nivel!
en las cloacas estarán buscando pistas las más arriesgados...
grande neto!

Martín Gardella dijo...

Uh! Muy buen relato! Aunque me dejaste con la intriga! Muy bien contado. Me gustó mucho. Felicitaciones!

Netomancia dijo...

El asesino es el plomero, creo que señalarlo hubiese sido muy fácil.
Primero, el plomero desaparece en la misma fecha que desaparece la última familia.
Las desapariciones (asesinatos que nunca podrán comprobarse) se detuvieron tras la desaparición del plomero.
El policía novato se da cuenta de algo, la relación entre un plomero y el hecho de la existencia de cloacas, lugar donde nadie revisó antes por no haber hecho la relación con la profesión de esta persona.
El plomero muere al atascarse, es decir, fue quién llevó los cuerpos hasta allá abajo, pero nunca pudo salir. Había hecho lo mismo con los demás desaparecidos.

Me siento como contando un chiste que nadie entendió jajaja.

Paul Grill dijo...

uh!! y yo que pensé que habia sido el mayordomo!!

Taller Literario Kapasulino dijo...

Muy bueno... muy original!

Anónimo dijo...

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