lunes, 23 de febrero de 2009

Saciar la sed

Me desperté sediento, con la garganta asqueada de tanta sequedad. No era una necesidad, más bien una urgencia. El dolor me desamparaba de la realidad, enajenaba los sentidos y confrontaba mi equilibrio con la demencia.
Oh si, tenía sed, mucha sed. Caminé arañando las paredes a mi paso, fui tirando todo lo que se interponía en mi camino hacia el baño. Derribé la puerta de un solo golpe, tal mi prisa. Me arrojé sobre el inodoro y sucumbí ante el deseo de saciar el vacío, sin detenerme en la racionalidad, ni pensar en la locura.
Hundí mi boca y tragué el agua, fueron bocanadas salvajes, de persona insana. Tragué y tragué, hasta que comprendí que me estaba ahogando. Saqué la cabeza del agua, y caí de espaldas al suelo, jadeando, transpirando, con la garganta aullando del dolor.
El agua no había apagado la sed, al contrario, había encendido una hornalla y ahora el ardor se elevaba hasta partirme la cabeza de dolor.
Me revolqué de un lado a otro, sin siquiera poder llorar, tan solo rogando que todo el sufrimiento se fuera. Cuando pude valerme de los brazos, me así del lavatorio y me incorporé. Las piernas me temblaban, como si estuviera moribundo.
Huí del baño, huí de la casa y la noche me encontró corriendo por la calle. No podía gritar, no podía pedir auxilio, solo correr y correr, con los pies en llagas, la garganta muriendo y el pánico haciendo estragos en mi mente.
Hasta que di con la respuesta. Con la verdad que me atormentaba, quizás desde mucho tiempo atrás. La encontré en una joven mujer que esperaba un taxi en la esquina poco iluminada de la plaza principal. La encontré en su piel suave y sensual, tan blanca y llena de vida como su juventud, en ese cuello tan sereno y calmo de cuya sangre me alimenté hasta saber en lo más profundo de mi alma, que un ser humano había dejado, yo de ser.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

brrrrrrr qu escalofríos me hacés pasar neto!
estaba tan sediento como nuestro amigo por llegar a la verdad de este relato, es genial el ritmo q le das y la sorpresa desesperante de su final.
será cuestión de sed, o no, pero no sé porque me pica la garganta y siento una molestia en mis colmillos...

el oso dijo...

Es verdad, uno se siente partícipe de esa sed incontenible...
Algunas veces -pienso- nos sentimos presos de alguna sed particular que no logramos aplacar, por las dudas, mordemos a todo lo que se nos cruza.
¡¡Muy bueno, Neto!! (y deje de sacudirle a esas morcillas...)

Atenea Kamet dijo...

Muy bueno! Una sed irracional, o mejor dicho que inexplicablemente puede ser saciada con agua, hasta que al final, descubre que su sed no puede saciarse con otro liquido que el que corre por las venas... Muy bueno.
Besos

Anónimo dijo...

wowwwww fantástica!!!
qué gusto exquisito al leerla!!
;)
abrazos!

Don Belce dijo...

Excelente Neto, es muy bueno como obliga a acelerar a cada instante la lectura, atrapante del principio al fin.

SIL dijo...

Guauuuuu.
Relato estremecedor.
Me alegró el final.
Y me calmó la sed...
un beso !!!

Paul Grill dijo...

Era Lestat en una noche de parranda...