domingo, 14 de junio de 2009

El pizarrón de Morena

Morena escribía poemas. Ella sabía que no eran gran cosa, pero escribía. Muchas veces el pizarrón de la escuela era su lugar preferido para compartirlos con los demás, que respondían de distinta manera a los textos expuestos. La gran mayoría paseaba indiferente o no se daban por enterados, ocupados en tareas más importantes o espantados a la primera lectura. Unos pocos, muy pocos al principio, empezaron a dejar notas cerca de sus escritos. Qué lindo, me encantó y otras pequeñas manifestaciones que Morena tomó como mimos, de los que -pensaba- nadie se salva de andar necesitando un poco.

Claro, Morena era un seudónimo, pero todos sabían de quién se trataba, podían verla, sabían de sus cosas y fundamentalmente cómo acercarse a charlar con ella, quien quisiera conocía su banco y su dirección. No tardó en comprender que muchos de los pizarrones de las escuelas estaban escritos con letras y coloridos de los más variados, dibujos y poemas. Poemas tristes, poemas de amor, poemas en todos los tonos, en todas las formas. Al principio dejó una nota aquí, otra allí... Los diálogos pizarroniles se tornaron interesantes, frescos y -deducía- casi necesarios para muchos de ellos.

Morena admiraba la escritura de muchos pizarrones, pero esto no la hacía abandonar la tarea que la inspiración le negaba. Muchas veces paría versos y textos quizás sólo para que no se olviden de ella. Le llamaban mucho la atención algunos pizarrones. Donde escribía Morticia la mayoría de los textos eran macabros, de puñal bajo la piadosa mantilla, hechos con una maestría tal que le sugería la presencia de una genial escritora cenital entremezclada con titilantes puntitos apenas sobre el horizonte. Donde escribía Fantasma, los versos tenían una confección tal que parecían robados de un libro sublime y transcriptos sin más al pizarrón. Porteño hacía versos tangueros, eróticos muy cuidados, de los que llegan al alma. Y Olor dando y recibiendo vida y Ambages, y Pino... Y cada uno con su estilo, con sus males, con sus historias, cargando el peso de lo que fue, dejando huellas, pintando historias.

Fantasma era de lo más interesante. Morena sentía su presencia siempre y hasta le parecía que en algún momento sabría más de él, dada la familiraridad creciente entre ellos. Comenzó a declarar admiraciones por ella de tal manera que algunos pasaban por los pizarrones para ver qué le decía y cómo respondía ella. Fantasma era brillante, versos perfectos unas veces, versos jocosos otras, versos etéreos, versos de todo tipo y calibre y de singular belleza, versos, versos. No había quién dejara de admirar la capacidad de Fantasma para escribirlos, una mezcla de fantasía y precisión, de locura literaria y sentencias como martillazos.

Morena, impactada desde el principio, empezó a sentir que Fantasma le reclamaba la respuesta a una pregunta que nunca hizo. Una señal de correspondencia, tal vez. Empezó a palpar el espacio espeso de inquisidores giros. Morena no sabía la respuesta. No. Se preguntaba cómo no podía llegar aunque más sea una carta, una esquela, un papelito que preguntase en forma directa y personal o que declarase amores, odios o simplemente indiferencia. Se preguntaba cómo responder en forma pública a un rostro escondido. Cómo el fantasma de esta ópera podía cantar tan bellamente y reclamar desde la oscuridad la profesión desde el escenario. El fantasma movía cuerdas con esa habilidad sorprendente para decir y desdecir, impresa desde el principio que otorgaba a sus escritos la ambivalencia suficiente para cubrir de sutil misterio su armadura plateada.

Sin embargo, Morena supo al borrar un día -quizás tarde- que el mundo de los pizarrones encarnaba otra realidad. Otro plano de la realidad. Un plano donde los cuchillos no herían, si apenitas raspaban. Un plano donde el amor no estaba sujeto a las reglas habituales. Los celos eran terribles, pero efímeros como tormentas de verano. Los odios, las venganzas, las ambiciones pasaban por palabras más o menos duras, filosas o rotundas. Supo que Fantasma era un ser entrañable. Que su corazón era palpable y que anhelaba esa caricia tierna. Supo que al escribir y borrar en su pizarroncito abrió la dimensión en la que eran posibles múltiples realidades complejamente superpuestas. Y que, cuando pudo entrever, abriéndose paso en un bosque de palabras con el machete azul, apenas si le alcanzó el ímpetu para percibir almas en carne viva, ataviadas con frases. Sólo con frases. Breves unas, inextricablemente largas otras. Floridas algunas, secas muchas otras. Allí, Fantasma se cubría tanto, pero sólo de adelante, hasta donde llegaban sus manos. Almas desnudas todas, piel de letras, necesitadas de estrofas o parrafadas para cicatrizar alguna que otra herida.

6 comentarios:

eli mendez dijo...

Te devuelvo la gentileza de tu visita y admás de mis saludos te dejo mis felicitaciones por este espacio tan bello que tienen!!!! me gustó mucho el relato de Morena y estuve leyendo algunos anteriores, y de verdad, cuánto logramos con nuestras letras!!!!a veces es la proximidad en almas, sentimientos, deseos...tantas cosas solo posibles con el poder de nuestra imaginacion y nuestra fuerza interior para que se concreten Cariños

Netomancia dijo...

Don Oso, ya comenté al respecto en Los Apuntes, pero se lo reitero, muy bueno.
Más profundo de lo que parece.
Un abrazo!

Anónimo dijo...

Oso, buenísimo el ambiente que nos permitís drisfrutar con tus letras.
Un abrazo!!

SIL dijo...

EL AUTOR REMÍTASE A SUS APUNTES, GRACIAS.

el oso dijo...

Bienvenida Eli: Gracias por visitarnos, espero no te espantes y sigas adelante(s)

Capo don Neto: Tiene sus recovecos...

Letrísima Meli: Gracias, si vale para estar más cerca, vale.

Estimadérrima Sil: Remítome.

Gracias a todos.

Anónimo dijo...

querido oso, si me permite le voy a decir que este relato es una alegoria brillante de nuestras vidas, de aquellos momentos donde uno escribe sueños, planifica como ejecutarlos, luego los borra con el codo, al tiempo los vuelve a escrbir en la pizarra, los vuelve a borrar, los cumple, los vuelve a soñar...
brillante, precioso!
que bueno cuando tus letras nos llevan por lugares tan profundos!
me encantó!
un abrazo!