En la plaza hay mañanas soleadas y otras no tanto. Palomas amigables y otras que escapan al sonido del hombre.
Los canteros vomitan flores blancas y en cada árbol, muere un amor o esperanza.
Los bancos desiertos y el césped aún mártir por el rocío nocturno.
La soledad pasea su traje de gala, sin aceptar críticas ni consejos. Y en el trajín de la aceptable realidad, el placero descubre a cada paso un nuevo daño perpetrado por malvivientes de la noche.
Se resigna, como cada mañana.
Y no le asombra entonces, en el viejo roble vecino a la fuente de agua encontrar a esa joven ahorcada. Y sigue barriendo las hojas, antes que el viento se las espante.
Carlitos
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Con once años son otros los horrores, efectivamente.
Jugar a las escondidas se podría considerar casi normal una tarde de
primavera; jugar en grupo, en la...
Hace 3 semanas
3 comentarios:
Impresionante, Neto. Así son los horrores cotidianos experimentados por sus personajes. Una delicia para cualquier lector.
Se me atragantó el café con leche.
Ahora sí: sos un genio.
UN SALUDO INMENSO Y MI ADMIRACIÓN.
muy buena tu Tristeza de Plaza, es cierto que hay mañanas soleadas y otras no tanto. Y a veces todos seguimos barriendo ante la tragedia que le acaece a otro.
Abrazo
Gustavo
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